“Es necesario que el obispo sea irreprensible” (1 Timoteo 3:2)
Como pastores, o ancianos, del pueblo de Dios se nos exige mucho más que a los otros hermanos. Queramos, o no, somos el modelo de los que nos miran y nos siguen, aunque nuestro deber es guiar su mirada únicamente hacia el Maestro. Debemos ser conscientes de que la mayor autoridad que podemos tener, y la única, es nuestra moralidad. Una vida ejemplar que esté conforme con lo que predicamos.
El pecado debe estar lejos de los que han sido llamados por el Señor a guiar a su pueblo en las sendas de la justicia. Sentir horror por la maldad que nos rodea debe ser la normalidad y no lo excepcionalidad.
La meta del pastor y del anciano
Nuestra meta debe ser la de tener un carácter como el de Cristo, “el cual no hizo pecado” (1 Pedro 2:22). Huir del pecado y sus tentaciones es la constante en la vida de un pastor. Tener el equilibrio en saber buscar a los descarriados, pero luchar y resistir hasta la sangre (Heb. 12: 4) en el combate contra el pecado.
El ejemplo de los hijos de Aarón
El ejemplo de los dos hijos de Aarón es la lección que no debemos perder de vista cuando ministramos las almas preciosas de los feligreses. Nadab y Abiú pecaron porque entraron con fuego extraño delante de Jehová. Sus mentes estaban embotadas de vino y no supieron hacer la diferencia entre lo santo y lo profano. Aunque para el mundo la Palabra del Señor sea anticuada, a nosotros se nos pide presentar el fuego de las Sagradas Escrituras, por encima de toda la sabiduría humana, y alejarnos del “vino de Babilonia.” ¡Seamos distintivos! Demos el lugar prioritario a la Palabra en nuestras predicaciones. Y de toda la Palabra pongamos a Cristo en el lugar central. Podemos predicar de la Palabra pero no predicar a Cristo. Un sermón donde Cristo no está es un fuego extraño.
Donde Cristo es predicado…
Donde Cristo es predicado, el pecado es alejado. Si Cristo es elevado, el pecado es vencido. Si Cristo es vivido, el carácter es puro y santo. Donde Cristo es alabado, la iglesia se une a los coros celestiales. Donde a Cristo se le pone en el mejor lugar del sermón, es donde disminuyen los impulsos hacia lo mundano y ganan las tendencias implantadas por el Espíritu Santo hacia una vida pura y de gran provecho delante del Señor.
Feliz caminar con el Señor, y una vida santificada por la cruz de Cristo.
Richard Ruszuly. Secretario Ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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