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Desde que en 1872 Goodloe Harper Bell, considerado como el padre de la educación adventista, organizara la primera escuela adventista en Michigan (1), la red de escuelas adventistas se ha extendido por todo el mundo, sirviendo a la iglesia y a las diversas comunidades en las que se encuentran. Hoy contamos con más de 7.800 centros que abarcan desde la escuela primaria hasta la universidad, alrededor de 93.000 maestros y profesores que trabajan con más de 1.800.000 estudiantes (2). En nuestro pequeño rincón de esta aldea global, en España, también disfrutamos de cuatro centros adventistas que atienden a unos 1.500 estudiantes anualmente.

Los principios fundadores de esa primera escuela adventista, que encontramos en el libro de E. G. White, Educación, siguen vigentes en la actualidad así como la estrecha conexión de la escuela con la iglesia. De hecho, esa primera escuela fue inaugurada gracias al apoyo de toda la membresía adventista de la época, a los que se les consultó sobre la idea de abrir dicho centro.

150 años después del nacimiento de nuestra iglesia, todavía seguimos necesitando reunirnos en iglesias, educar a nuestros hijos en nuestras familias y disponer de centros que nos ayuden a los padres en la difícil tarea de la transmisión de valores cristianos que contribuyan a formar personas que sirvan a esta sociedad con la esperanza de la pronta venida de nuestro Salvador.

Al igual que Goodloe Harper Bell y nuestros pioneros, estamos convencidos de que como individuos, como familias, como escuelas y como iglesia somos RESPONSABLES del presente y del futuro de nuestros niños y jóvenes y tenemos que enfrentar el desafío de hacer de nuestras iglesias y de nuestras escuelas, espacios en los que se aborden, con un espíritu crítico y desde una cosmovisión bíblica, sus inquietudes reales. En este espacio de la Revista Adventista reflexionaremos regularmente sobre cómo ejercer esa responsabilidad en nuestra área de influencia e intentaremos aportar estrategias que nos ayuden a hacer realidad la promesa y el desafío que Dios nos plantea en su Palabra: Enseña al niño a seguir fielmente su camino,
y aunque llegue a anciano no se apartará de él (Proverbios 22: 6. Reina Valera Contemporánea).

Así que, esto no es más que el principio…

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(1) Para más información sobre los orígenes del sistema educativo adventista ver Schwarz y Greenleaf (2000) Light Bearers. A History of the Seventh-Day Adventist Church. Nampa: Pacific Press Publishing Association. Págs. 114-129.

(2) Véase https://education.gc.adventist.org

Foto: (cc) Brunel University/Flickr. Esquina superior: Juan Antonio López

Hay un comentario

  • lugonso dice:

    Quizás sea una perugrullada, pero la educación adventista, como todos los enfoques educativos, debe tener un proyecto y un programa si desea tener solidez y evitar el albur de cada uno y de cada cual… ¿Tenemos ese proyecto a nivel nacional? ¿Contamos con unos objetivos, curso a curso, incluso objetivos espirituales? ¿Dejamos que cada maestro haga lo que pueda, quiera o sepa?

    Los grandes movimientos educativos, e incluso empresariales de la educación, no dejan al albur estos detalles. Todo está debidamente planificado a todos los niveles. El profesor en el aula recibe su planificación que, evidentemente, puede matizar pero a la que tendrá que subordinarse. El desarrollo de un proyecto educativo no debe depender de cada una de las partes… o deja de ser una educación con adjetivo.

    A alguno podría parecerle que ello encorseta un proyecto pero es justo al revés. De la misma manera que un programa estatal o autonómico debe proyectar en qué momento un niño debe saber sumar, dividir, etc, lo debe hacer la Iglesia si quiere tener un proyecto serio.

    Os animo a crear ilusionadamente ese proyecto y ese programa que sin duda facilitará la labor del profesor, la adquisición de conocimientos y destreza y el desarrollo armonioso de una vida espiritual en los niños.

    Y, por favor, no os olvidéis de las nuevas tecnologías porque estaréis preparando al niño, y quizás a los padres también, a vivir y desenvolverse en el mundo real. No podemos ser cola de ratón. La educación adventista nació con unos impulsos muy avanzados y durante muchas décadas fue cabeza de león. Lo que en un tiempo fue la educación de la mente y del brazo (en la agricultura o en la instrucción práctica) hoy debe ser la educación controlada de la tecnología.

    El tal lugonso que esto firma es Luis González, ilusionado cocinero antes que fraile.

Revista Adventista de España