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El ecumenismo tiene una historia tan larga como la división de la iglesia cristiana. La unidad del cuerpo de Cristo ha sido motivo de oración y sueño desde el principio. Jesús oró por la unidad y los apóstoles lucharon por mantener esa unidad. En la historia de cada iglesia, encontrará que la unidad ha sido desafiada. La historia de la iglesia cristiana es una larga y exhaustiva búsqueda de la unidad. Y aún así, la iglesia cristiana no ha sido capaz de mantener su unidad. Aquellos que la abandonaron formaron nuevas iglesias y también tuvieron su unidad desafiada. El cristianismo hoy está dividido en tres familias principales: los católicos, los protestantes y los ortodoxos. La Iglesia Católica Romana representa el grupo mayoritario con 1.2oo millones de miembros; los protestantes y los ortodoxos juntos se acercan a los 1.000 millones. Los ortodoxos a su vez están dividido en dos o tres familias, tales como los Ortodoxos Griegos y los Ortodoxoso Orientales. Pero estas agrupaciones no cuentan con varios subgrupos importantes tales como la Iglesia Ortodoxa Rusa, los Coptos, los Etíopes, etc. Entre los protestantes hay una multitud de iglesias y organizaciones. Predominan cinco familias: Luteranos, Anglicanos, Reformados, Metodistas, Evangélicos y Pentecostales.

En cualquier caso, tenemos un problema con las estadísticas. Los evangélicos dicen que son 500 millones; los pentecostales estiman su familia en hasta 700 millones. Las líneas principales del protestantismo estiman su membresía en 320 millones. Entre ellos, están también los evangélicos y pentecostales, tales como los presbiterianos de Corea del Sur. Si lee las publicaciones internas de cada denominación, encontrará que hay llamados a la unidad. Nosotros no somos diferentes. También llamamos a la unidad de la iglesia.

Jesús oró pidiendo la unidad de sus creyentes, y la división del cuerpo de Cristo es un gran escándalo. El cristianismo está dividido en muchas organizaciones y divisiones dentro de cada división. Así que tenemos que ser realmente muy optimistas para creer que los cristianos se podrían volver a unir de nuevo como lo estuvieron en el siglo primero. Hace unos años la familia ecuménica celebró la unidad de dos iglesias en un país, hablé con un dirigente y le pregunté si la tendencia continuaría. Su respuesta fue: “Tenemos que asegurarnos de que el resultado de la unidad de dos iglesias no resulte en tres iglesias en lugar de una.”

Tras la Reforma llegaron varias tentativas para reconstruir la unidad. Fracasaron. Como me dijo un dirigente luterano, hoy la división entre Luteranos y Católicos es más importante que en los tiempos del propio Lutero. En el siglo XIX muchos movimientos ecuménicos comenzaron diferentes organizaciones interreligiosas o interdenominacionales tales como las Socidades Bíblicas y las Sociedades Misioneras. (1)

Tras la Primera Guerra Mundial, los Protestantes y Ortodoxos mantuvieron varias reuniones importantes para estudiar la urgencia de trabajar por la unidad de la iglesia. Cristianos matando a otros cristianos no era algo aceptable, y ese fue el comienzo oficial del movimiento ecuménico. Se organizó una comisión teológica con teólogos de diferentes iglesias. Su propósito era estudiar las creencias comunes y ver cómo se podrían vencer las diferencias. Fue lo que se denominó la “Comisión de Fe y Orden”. (2)

La Segunda Guerra Mundial paró el desarrollo del movimiento ecuménico. Una vez más, los países cristianos llevaron al mundo entero a una matanza sin precedentes. Tras la guerra, los dirigentes cristianos vieron su responsabilidad en la tragedia y pensaron que la división del mundo cristiano había favorecido las ideologías como el nazismo y el comunismo. Se tenía que hacer algo y rápido. La Liga de las Naciones, que falló en parar la guerra, ahora era reinventada como la Organización de las Naciones Unidas. En 1948, los países miembros votaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que se convirtió en un modelo para las constituciones de muchos países. El propósito era promover los derechos humanos como valores universales en orden de evitar las guerras. Protestantes y Ortodoxos siguieron el ejemplo y organizaron el Consejo Mundial de Iglesias (WCC por sus siglas en inglés). (3) La influencia de las Iglesias Nacionales Europeas era predominante. El propósito era construir una unidad visible en el Cuerpo de Cristo. ¿Cómo hacerlo? Animando el advenimiento de una Iglesia Cristiana. Pero los Católicos no eran miembros de ello.

Las ideas de unidad y ecumenismo fueron entendidas de manera distinta en Roma. Los Católicos Romanos concebían la unidad como un regreso a la “madre” y “verdadera iglesia”. Para los líderes del movimiento ecuménico, la unidad tenía que ser construida paso a paso como un proceso, como un viaje con Cristo quien dirigirá a sus hijos. El logro de la unidad visible es más que un regreso a Roma. Cada uno que acepte ser parte de este viaje con Dios debe estar preparado para cambiar según la urgencia de la unidad. Esa sería la condición. (4) Tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica aceptó ser parte del movimiento ecuménico. Pero no se unieron al Consejo Mundial de Iglesias (WCC). En lugar de ello, organizaron su propia oficina ecuménica: el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad cristiana. (5)

Dado este breve vistazo histórico, nos hacemos un par de preguntas: Primero, ¿deberían los Adventistas involucrarse en las relaciones inter-denominacionales? Segundo: el rechazo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día a ser miembro del Consejo Mundial de Iglesias, ¿es indicador de una oposición a la oración de unidad de Jesús?

Estos son temas muy serios y merecen respuestas directas. Respecto la primera pregunta, es importante tener en mente que la Iglesia Adventista del Séptimo Día se entiende a sí misma como un movimiento con un mensaje especial para el mundo. Aunque los adventistas pueden apreciar lo que otras ramas del cristianismo han hecho para sembrar las buenas nuevas del evangelio, los adventistas creen que tienen un mensaje distintivo para preparar el mundo para el pronto regreso de Jesús. De esta manera, participar plenamente en el movimiento ecuménico y ciertos tipos de relaciones inter-denominacionales constituyen una denegación de nuestro mensaje distintivo y misión como iglesia. En cualquier caso, dicho esto, sostengo que los adventistas no deberían abstraerse del mundo y vivir en una burbuja denominacional, como algunos grupos marginales han propuesto. Sobre el asunto, déjenme expresar unos breves pensamientos.

Los adventistas no deberían avergonzarse o huir de las oportunidades que se brindan para compartir la belleza de nuestro mensaje distintivo con otros grupos denominacionales. Algunas reuniones inadecuadamente etiquetadas como “ecuménicas” (en un sentido peyorativo) pueden ser oportunidades providenciales para que los pastores adventistas y dirigentes puedan compartir nuestra fe, esperanza, y entendimiento de las Escrituras. Más aún, tales encuentros pueden proveer un espacio seguro para explicar nuestras Creencias Fundamentales, especialmente nuestras doctrinas distintivas, a personas que de otro modo jamás nos habrían oído. Nuestros pastores y miembros nunca deberían perder esas oportunidades de compartir el mensaje adventista con personas de otras religiones. (6) Mientras mantengamos nuestro compromiso con las Escrituras en las que basamos nuestras Creencias Fundamentales, haremos bien en interactuar con otras denominaciones de modo que puedan tener una percepción más exacta de quiénes somos. En un contexto de ministerio de publicaciones, Elena White escribió una declaración instructiva que se aplica a esta reflexión:

“Puede tener la oportunidad de hablar en otras iglesias. Al aprovechar estas oportunidades, recuerde las palabras del Salvador, ‘Sed astutos como serpientes, y sencillos como palomas’. No haga discursos acusativos. Se deben llevar mensajes claramente definidos, pero retenga todas las expresiones duras. Hay muchas almas que salvar. En palabra y hecho sea sabio para salvación, representando a Cristo a todos como alguien con quien usted está en contacto. Que todos vean que sus pies están calzados con la preparación del evangelio de paz y buena voluntad hacia los hombres.” (Review and Herald, Oct. 7, 1902). (7)

Y respecto la segunda pregunta, que parece implicar que al no participar activamente en el movimiento ecuménico, la Iglesia Adventista del Séptimo Día está en contra de la oración de Jesús por la unidad, los siguientes pensamientos son pertinentes. Los Adventistas del Séptimo Día no están en contra de la unidad y permanecemos plenamente en la oración de Jesús “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21). In the same línea, los Adventistas del Séptimo Día también sostienen dicha unidad como algo importante, si se llega a alcanzar alguna vez, debe estar basada en las Escrituras, es decir, debe ser consistente con la verdad como se revela en la Biblia. Deberíamos notar que en el mismo contexto en el que Jesús enseñó sobre la unidad, también habló de la verdad. De hecho, dos versículos antes de la petición de unidad, Jesús dijo acerca de la verdad: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17:19). Esta referencia a la verdad es consistente con la declaración de Jesús en cualquier otra parte del evangelio de Juan: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

Para concluir, los Adventistas del Séptimo Día no deberían perder las oportunidades de interactuar con otras denominaciones y mostrarles quiénes somos y dónde estamos como comunidad que cree en la Biblia. Tenemos un mensaje único y precioso que compartir con el mundo, incluso con otras denominaciones y grupos ecuménicos. Además, a pesar de que como Adventistas del Séptimo Día no somos miembros del Consejo Mundial de Iglesias y no pretendemos llegar a serlo, no estamos en contra de la unidad per se. Estamos por la verdad. La unidad construida en el fundamento de la verdad bíblica sería un cumplimiento maravilloso. Pero por ahora, tengamos en mente lo que dijo Jesús: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14–16).

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(1) William M. King, “Ecumenism.” En The Encyclopedia of Protestantism, ed. Hans J. Hillerbrand (New York: Routledge, 2004), p. 182.

(2) Véase William G. Rusch, “Ecumenism, Ecumenical Movement.” En The Encyclopedia of Christianity. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1999–2003), 2:46–60.

(3) Wilbert R. Shenk, “World Council of Churches.” En The Encyclopedia of Protestantism, ed. Hans J. Hillerbrand (New York: Routledge, 2004), p. 821–826.

(4) Véase W. J. Whalen, “Ecumenical Movement.” En The New Catholic Encyclopedia, eds. Berard L. Marthaler, Gregory F. LaNave, Jonathan Y. Tan, y Richard E. McCarron (Detroit, MI: Thomson and Gale, 2002), 5:88.

(5) Pontifical Council for Promoting Christian Unity, accedido el 7 de Junio de 2015, https://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/index.htm

(6) Véase John Graz, Issues of Faith and Freedom (Silver Spring, MD: Public Affairs and Religious Liberty Department), p. 141–148.

(7) Ellen G. White, The Publishing Ministry (Review and Herald, 1983), p. 306.

Este artículo fue publicado en inglés por John Graz, “Ecumenism and the Adventist Church”, en Reflections, The BRI Newsletter #51, Julio 2015, (Bible Research Institute, Silver Spring, MD, Bible Research Institute). Disponible en línea en: https://adventistbiblicalresearch.org/sites/default/files/BRI%20Newsltr%207-15%20%28%2351%29_0.pdf Traducido al español por Pedro Torres, secretario general de al ADLR.

Revista Adventista de España