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Hay ‘dolores’ que trascienden a lo físico para albergarse en aquello que, por carecer de ‘lugar’, llamamos corazón.

‘Dolores’ que, aún hoy, parece que deben ser compartidos entre susurros. Porque su reconocimiento genera vergüenza. Por lo que en algunos idearios colectivos asocian. Por la culpa que acarrean. Por la sensación de fallo. Por el estigma aún presente.

‘Dolores’ que la sociedad, las personas que la albergan, sigue mirando con ojo crítico: ese que controla, que juzga y etiqueta, en nombre de la ‘normalidad’.

Y así es como, con demasiada frecuencia[1], éstos se viven en silencio, en soledad.

Salud ¿mental?

En octubre de 2019, el secretario general de la ONU realizaba un discurso[2] en el que recordaba la importancia de la Salud Mental así como su repercusión a nivel mundial[3]. Así mismo, durante el último año, los periódicos han hecho eco del (cada vez mayor) consumo de psicofármacos[4], del aumento progresivo de las cifras en relación al suicidio[5] o de la proliferación de libros de “auto-ayuda”, “crecimiento personal” o “coaching[6].

La lista podría seguir. Podríamos hablar sobre familias, adicciones, soledad, crisis, ansiedad, depresión, estigma, vacío existencial…

Sin embargo, cabe una pregunta previa: ¿y ‘nosotros’? Aquellos que profesamos la fe cristiana, que anhelamos una relación con Dios y vivimos con la esperanza que Él otorga… ¿nos vemos afectados?

La respuesta puede parecer obvia. Pero, en más de una ocasión, he escuchado ideas en relación con la fe y la salud mental que, considero, son dañinas.

Cuando hablábamos del silencio que tiende a rodear a los ‘dolores’ y ‘malestares’ que tienen su origen en la psique, deberíamos tener presente que ‘nosotros’ no nos libramos.

Aún más, en medio del desconocimiento, hay quien afirma que los ‘buenos/as cristianos/as’ no los tienen. Es cierto que tener fe y esperanza, ser parte de una comunidad, actuarán como factor protector. Sin embargo, no nos hace impermeables al dolor que proviene de los sentimientos, emociones, relaciones y pensamientos.

Como si no fuésemos inmunes a la diabetes, pero sí a la ‘depresión’.

Como si pudiésemos tener apendicitis, pero no ‘psicosis’.

Como si pudiésemos ir a un fisioterapeuta, pero no a un psicólogo (o psiquiatra).

¿Entonces?

La Biblia está repleta de historias. Historias de seres humanos como tú y como yo.

Historias que relatan momentos de alegría, de esperanza y fe.

Historias de pérdidas, preguntas y dolor.

Historias de vidas rotas (Job 3); de desánimo (1 Reyes 19:4); de búsqueda de sentido (Eclesiastés 2); de duelo a destiempo (Rut 1:13); de lágrimas por amigos (Juan 11:35); de dolor por lo que será y supondrá (Marcos 14:32-26).

Historias que muestran que todo ‘dolor’ merece reconocimiento. Escucha. Acompañamiento. 

Y, aún más importante: historias en la que Dios se implica tanto, que decide que su Hijo viva entre nosotros (Juan 1:14). Siendo constantes en su existencia el amor, la misericordia y la compasión hacia cada persona con la que compartió su paso por este mundo.

Podríamos terminar con anhelos. Deseos de cambio, que dirían algo como que…

…ojalá nuestra mirada sea como la suya. Encontrando personas y no etiquetas.

…ojalá restemos presuposiciones y abramos nuestros oídos. Permitiendo la escucha que va de corazón a corazón.

…ojalá aceptemos que hay un tiempo para todo. Que la vida está compuesta de historias y, éstas, a veces se rompen.

…ojalá no temamos pedir ayuda. A los que queremos y nos quieren. A los que son y están. A los …que se dedican a ello. Porque es sano. Porque sana.

En definitiva, ojalá encontremos en Cristo un amigo, una constante. Que nuestra mano se aferre a la suya cuando las lágrimas sean de alegría, y no se suelte cuando sean de dolor.

Autora: Sonia Pedrosa Armenteros, médico especialista en psiquiatría y máster en terapia narrativa.
Imagen: Photo by Fares Hamouche on Unsplash

NOTAS: 

[1] El estigma y la discriminación como consecuencia son la principal barrera que se encuentra para la recuperación, el bienestar y, en definitiva, tener una vida llena y normalizada cuando una persona padece una enfermedad mental (obertament.org/es/lucha-contra-el-estigma/discriminacion-y-estigma/que-es-discriminacion-estigma)
[2] news.un.org/es/story/2019/10/1463671
[3] La OMS, en una nota de prensa emitida en marzo de 2018 afirma que la depresión es la principal causa mundial de discapacidad y contribuye de forma muy importante a la carga mundial general de morbilidad
[4] España es la décima “potencia mundial” en consumo de psicofármacos (www.elperiodico.com/es/sociedad/20190526/consumo-depresivos-tranquilizantes-somniferos-preocupacion-7464385)
[5] Los fallecimientos por suicidio duplican a los de accidentes de tráfico, superan en once veces a los homicidios y en ochenta a los de violencia de género (www.lavanguardia.com/vida/20190909/47260236571/dia-mundial-prevencion-suicidio-espana.html)
[6] www.libremercado.com/2018-04-11/la-felicidad-tambien-se-vende-los-libros-de-autoayuda-mueven-cientos-de-millones-de-euros-1276616836/

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