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Gema para memorizar: «Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes» (Colosenses 3:13, DHH).

Juni se estaba alistando para ir a la cama cuando escuchó que el papá subía la escalera con pasos pesados. Inmedia- tamente, su cuerpo comenzó a temblar y se metió debajo de la cama. Un instante después, sintió que un par de fuertes manos lo sacaban de su escondite.

—¡Socorro! ¡Socorro! –gritó Juni mientras procuraba librarse de la mano de su padre–. ¡No me lastimes! ¡Por favor no me lastimes!

Antes de que Juni pudiera escapar, el papá lo golpeó.

—¡No creas que puedes escaparte de mí! ¡Ja, ja, ja! ¡Eres igual que tu madre! ¡Mala mujer! ¡Mala mujer! –gritó el papá casi cayéndose, demasiado borracho como para darse cuenta–. ¡Eres un niño malo! ¡Niño malo!

Al día siguiente, cuando se le fueron los efectos del alcohol, el papá se sintió mal por golpear a Juni. Estaba calmo, pero Juni estaba aterrado y no quería acercarse a él.

Durante dos años después de que la mamá se fue de la casa, el papá de Juni había estado bebiendo sin parar. Pensó que podía cubrir el dolor de perder a su esposa, pero el alcohol no lo ayudó. Por el contrario, golpeaba a Juni casi todas las noches.

¡Pobre muchacho!

—Lolo y Lola, [abuelo y abuela] permítanme por favor quedarme con ustedes –rogó Juni–. Ya no lo soporto. ¡Pronto me va a matar!

—Pobre muchacho, tenemos que librarte de las manos de tu padre –dijeron Lolo y Lola con firmeza. Juni se sintió agradecido de pasar el resto de su adolescencia con ellos. ¡Ya nadie lo golpeaba! ¡Ya no sentía temor! ¡No más heridas ni moratones!

Pasaron los años y Juni se graduó de la universidad. Un día, sus abuelos se le acercaron con un extraño pedido.

—Juni, no te lo dijimos antes. Tu padre fue llevado a la cárcel y está muy enfermo. ¿Por qué no vas a visitarlo? -le preguntaron amablemente-.

—¿Qué? ¿Quieren que lo visite? ¡De ninguna manera! No es mi padre, yo no quiero tener un padre como él –dijo Juni enfadado-.

—Más allá de lo que haya hecho, sigue siendo tu padre. Comenzó a beber solo después de que tu madre se fue –le explicó Lolo con dulzura–. ¿Por qué no lo perdonas?

—Nosotros oraremos para que Dios te ayude a perdonar –dijo Lola con calma y con la Biblia en la mano-.

Finalmente, después de meses de luchar consigo mismo, llegó el día en que Juni visitó a su padre en la cárcel. Cuando se encontraron, padre e hijo se abrazaron, y lloraron juntos.

—Lo siento tanto, hijo mío, por todo el mal que te he causado – exclamó el papá-.

—¡Te perdono, papá! ¡Te perdono! –exclamó Juni mientras las lágrimas caían por sus mejillas.

Fue realmente un encuentro gozoso. El perdón solo puede provenir de Cristo.

PROFUNDIZA

  • ¿Qué quiso decir Jesús cuando expresó que deberíamos perdonar setenta veces siete (Mateo 18:21, 22)?
  • ¿Por qué es bueno que perdonemos, por más que sea difícil?

APLÍCALO

  • Ora por tus amigos o compañeros que te tratan mal en la escuela, para que puedas apren- der cómo llevarte bien con ellos.
  • Escribe un mensaje de aliento para una persona que no te guste mucho.

Autora: Linda Mei Lin Koh, directora de Ministerios del Niño de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. 

Revista Adventista de España