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“Por su gran amor, Dios nos aceptó y nos dio la seguridad de que tendremos la vida eterna tan esperada. Esto es verdad, y quiero que insistas en enseñarlo, para que los que confían en Dios se dediquen a hacer lo que es bueno. Estas cosas son buenas y ayudan a todos.” (Tito 3:7-8)

Imaginad un mundo apocalíptico y distópico. Un mundo donde la alimentación llevase la etiqueta del desequilibrio. Desequilibrio en cantidad y en calidad. Donde la desnutrición y la obesidad bailaran una danza de la muerte con una guadaña afilada con los defectos y los excesos. Donde la comida se imprima, la carne se plante y se llame real a lo ultraprocesado. Donde los foodies jueguen a exégetas de la vida y de las papilas gustativas.

Un mundo que alterase los biorritmos enfatizando lo inmaduro frente a lo conclusivo. Donde la infancia fuera interrumpida por prematuras propuestas de adultez y erotización de los sentimientos y la inocencia. Donde la adolescencia se prolongara tanto que no se pudiera distinguir piel con tiempo, inseguridad con compromiso, volatilidad con regularidad. Donde envejecer fuera un pecado que debiera castigarse con el ostracismo y el desprecio porque la experiencia se vería denostada por algún algoritmo de inteligencia artificial.

Un mundo que, enarbolando la bandera del placer, confundiera sexo con sexualidad, dermis con intimidad, privacidad con selfies photosopeados. Donde el estímulo y el sex appeal fuesen una adicción colectiva sin posibilidad de rechazo o evitación. Donde el consumo de porno tiranizase la realidad e impusiera lo bizarro como normalidad. Donde coleccionar affaires fuese el hábito de los taxidermistas de la carne botoxificada y siliconada, los amantes de lo espurio.

Un mundo donde el concepto familia se hubiera vaciado de significado destacando la necesidad de adjetivos que la comprendieran: celular, compleja, monoparental, homoparental, patriarcal. Donde los componentes de la sociedad se atomizaran hasta el azaroso electrón de la negatividad relacional. Donde la expresión “padres” se intercambiara con “colegas”, “cuñado” con “presunción”, “abuela” con “chacha” y “abuelo” con “chófer”.

Un mundo de identidades indefinidas, mutables y surfeadoras de conocimiento. Donde el gris impusiera sus tonalidades, jactándose de cualquier precisión binaria, criteriosa o comprometida. Donde opinar fuese sinónimo de argumentar, especular de conocer, manifestar de entretener. Donde el postureo vistiera prescriptores, las estadísticas alterarán doctrinas, los intereses modificaran resultados. Donde se amalgamen las alineaciones políticas entretejiendo izquierdas y derechas, posverdades y corruptelas.

Un mundo sin universales a los que aferrarse ni modelos que imitar. Donde lo relativo subjetivizara hasta lo constatable con el afán de homogeneizar la nada. Donde la palabra abandonase los sentidos-significados para deconstruir e, incluso, destruir. Donde ser ejemplo no fuera ejemplar y la masa se pretendiera singular.

Un mundo obsesionado por las cosas y cosificador de obsesos. Donde el usuario no poseyera sino fuera poseído por obsolescencias, hipotecas, rentings y gadgets de gadgets. Donde el acto del consumo fuera liturgia y las grandes superficies se tornaran espacios sagrados. Donde las estaciones se rigieran por los decorados de los comercios y los precios menguaran con los ciclos de la luna.

Un mundo sin horizonte al que aspirar porque respirar ya fuera una proeza. Donde amenazaran la temperatura y los temperamentos. Donde lo huracanado destrozara edificios y sociedades con la rabia de lo inusitado. Donde el presente se viviera a corto plazo colocando la cabeza entre los dientes del hedonismo más feroz. Donde al respeto fuera asociado con falta porque faltar fuera lo que más se espetase. Donde el temor se apoderara de cada minuto y resultaran enemigos los amigos, los vecinos, los cercanos, los amados. Donde la ansiedad y la soledad campasen a sus anchas.

Un mundo que infoxicara las mentes hasta el deseo de ser reseteadas. Donde lo virtual y lo real jugasen a cambiar de uniformes, y uniformaran las mentes de multitudes cual periféricos del Big Data. Donde la memoria se colocara en las máquinas esperando ilusamente que conexión fuera relación. Donde una pantalla retina se convirtiera en mundo y aspirase a retener voluntades, a enredar links con vínculos.

Un mundo donde la fe y la ciencia fueran incompatibles como si el fenómeno no afectara al noumeno, como si lo creído no fuera experimentado, como si lo empírico no se emparentara con lo espiritual. Donde la religiosidad se viese encarcelada entre los barrotes de la privacidad y, desorientada o acomplejada, no supiera ver más allá de su ombligo. Donde homilías, adoración, doctrina y misión se sometieran al imperio del like.

También os propongo que soñéis.

Soñad con personas que comprendan lo apocalíptico y se asienten en lo utópico. Personas equilibradas en cantidad y en calidad. Gente de verdura y verdad que bailen las sardanas de la vida con sonrisas generosas y manos sostenedoras. Gente que se nutra y que nutra, que aporte justicia donde no la haya y donde la Haya.

Soñad con personas que aspiren a crecer y a deleitarse de cada etapa de la existencia. Gente que viva la niñez disfrutando de sus menudeces, que supere la adolescencia porque encuentre lo que carece, que aporte madurez como si tal cosa y que señale las arrugas con el orgullo de haber vivido y saberse vivo. Gente que mande a paseo a los algoritmos porque prefiera algo relacionado con sus ritmos.

Soñad con personas que gocen de cada instante con pureza sin apariencias. Gente que haga de la intimidad lo más “in”, que vista de respeto al otro y normalice el cariño de bata de guatiné, pantuflas y rulos. Gente que abrace con el corazón y acaricie con la bondad.

Soñad con personas que creen parejas, familias, tribus, multitudes. Gente con menos celulares y más relaciones nucleares, con menos complejos y más consejos, menos “mono”  por soledades y más parientes sin necedades. Gente que resignifique “padres” por “Padres”, “abuela” por “Abuela”, “abuelo” por “Abuelo” y “yo” por “tú”.

Soñad con personas transparentes. No porque desnuden su alma sin estupor sino porque se vean venir y, por ello, sean bienvenidos. Gente comprensiva pero definida, flexible pero referente, de una profunda sencillez. Gente multicolor que sepa reflejar los matices de la Luz sin miedo a expresarse, tener criterio o compromiso. Gente que se aferre a la Verdad como la brújula al polo y que hile su existencia con la trascendencia.

Soñad con personas que se sepan criaturas y que respeten al Creador. Gente que perciba, entienda y comprenda que la sabiduría viene de lo alto y que somos meros reflectores. Gente que se atreva a ser ejemplo aunque sea de sus pequeñeces, héroes con calcetines y chanclas. Gente de bien aunque esto parezca algo vano.

Soñad con personas, solo con personas. Gente que sienta, ría, llore, sufra, anhele. Gente que sepa caminar ligera, sin lastre alguno, vestida de plenitud y confianza. Gente que acuda al rincón de la ternura y sea tan generosa que no sea necesario nada más. Gente con gente.

Soñad personas en un mundo nuevo cuyo horizonte se llame eternidad. Gente cuyas aspiraciones se cumplan sin necesidad de periplos. Gente con un tiempo sin temporales e inundado de templanza. Gente sin malos aires y con todo el Espíritu. Gente que se recueste sobre leones y, disfrutando de cada instante, sesteen sin límite.

Soñad personas con neuronas saludables y sabedoras de que la ficción no es para ellas. Gente que cambie salvar un dato por darse por salvada. Gente con recuerdos de lo importante, con memorias de lo espectacular, con certezas de las vivencias.

Soñad personas de fe y razón, de creencia y experiencia, de lo cotidiano y lo extraordinario. Gente que entienda que el mundo es su misión, que son del mundo y que el mundo también les pertenece. Gente que sea liberada por la Palabra, el Fervor, la Verdad y el Compromiso. Gente que le guste lo que a Dios le gusta.

Algunos dirán que es mucho imaginar y que son demasiados sueños. Y llevarán razón porque es el mundo que veo cada día y la iglesia que, con anhelo, sé que será.

Autor: Víctor Armenteros, responsable de los departamentos de Gestión de Vida Cristiana y Educación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Photo by Ben White on Unsplash

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