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Hace tiempo escuché la historia de un místico africano al que acudía la gente cuando tenía problemas. Él se retiraba a un lugar tranquilo y recitaba una oración especial. Dicen que Dios siempre recibía su oración, y el pueblo recibía ayuda. Pero aquel hombre murió y la gente seguía acudiendo a su sucesor, aunque este desconocía la oración, pero sí conocía el lugar… Igualmente, Dios escuchaba su oración y el pueblo recibía ayuda. El tiempo pasó y el segundo místico también falleció. El tercero, desconocía tanto el lugar como la oración, pero el pueblo seguía recibiendo ayuda. El último místico no era ni místico siquiera. Era un charlatán que solamente buscaba aprovecharse de sus vecinos, y de todos modos, cuando la gente acudía a Él, el pueblo recibía ayuda.

Esta historia me hizo pensar que realmente la ayuda que necesitamos no depende de quiénes somos, o lo que hacemos o dejamos de hacer, sino de quién es Dios y de Su amor por nosotros. Eso sí, teniendo en cuenta que existe una ley inamovible de acción-reacción y que todo lo que hacemos tiene una consecuencia. Por otro lado, la voluntad de Dios puede ser diferente a lo que deseamos, pero siempre será lo mejor aunque no lo comprendamos.

Dios ayuda a quienes piden Su ayuda

Dios ayuda a quienes le piden ayuda. La Biblia dice que “le encuentran quienes le buscan” (Proverbios 8:17). Tal vez no como ellos esperan, tal vez no como ellos quieren, pero siempre como realmente necesitan para salvarse (que, en realidad, es lo único realmente importante si tienes en cuenta que tu vida en este mundo es menos de un segundo de la eternidad).

Sí, lo sé, también lo he vivido, a veces pedimos ayuda y Dios parece no contestar. Pero debes saber que no es que no nos escuche, es que tal vez nosotros no le oímos a Él. Hay una frase que dice: “Cuando creas que Dios no te oye, no grites tanto, escúchale dentro”. A veces estamos tan ocupados gritando que no podemos escuchar Su voz.

Apocalipsis 21:7 dice:” Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, engalanada  como una novia para su esposo.Y oí una gran voz del cielo que dijo: Ahora la morada de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos.  Ellos serán  su pueblo, y Dios mismo estará con ellos, y será su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.  Y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron. Entonces, el que estaba sentado en el trono dijo: Yo hago nuevas todas las cosas.  Y agregó:Escribe, porque mis Palabras son ciertas y verdaderas. Y me dijo: Hecho está.  Yo Soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin.  Al que tenga sed, le daré gratis de la fuente del agua de la vida. El vencedor tendrá esta herencia, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”.

Es una promesa bíblica. Los problemas, el dolor y la muerte tienen los días contados.

Cambio de perspectiva/enfoque

Supongo que tan solo necesitamos cambiar la perspectiva. Mirar la vida desde la perspectiva humana o hacerlo desde la divina lo cambia todo. El enfoque es vital. Si vivimos enfocados en las cosas de este mundo, nunca podremos ver con claridad la perspectiva real (que no es la humana, sino la del Creador. No es la de esta vida, sino la de la eterna). Colosenses 3:2 y 2 Corintios 4:18 se refieren justamente a esto.

Cuando Cristo vuelva, (como prometió en Juan 14:3) serán curadas nuestras heridas, será quitado todo dolor, todo sufrimiento, toda lágrima, y seremos felices por la eternidad.

La fe

Ahora no comprendemos por qué pasan las cosas, pero un día, todo nos será revelado, y lo comprenderemos en la medida de nuestra capacidad. Eso es ejercer la fe. Eso es confiar en Dios. Y como sabes, sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6).

Tal vez no te guste escucharlo, pero las dificultades pueden ser un propulsor de tu fe, o todo lo contrario. Depende de ti. En tu libertad, ante un problema, puedes elegir rechazar a Dios y separarte de Él o aferrarte y confiar en Él. Las consecuencias en un caso u otro son bien diferentes.

El sufrimiento, la muerte, la enfermedad y el dolor no son culpa de Dios. En realidad son consecuencias de la elección que la humanidad realizó en sus comienzos, cuando escogió traicionar a Dios. ¿No sería injusto que todos tengamos que pagar las consecuencias de la acción de Adán y Eva? Por supuesto. Por eso Cristo murió por nosotros, para que cada ser humano pueda escoger su propio destino eterno. 

Dios siempre nos ayuda, porque Dios nos ama siempre. Tal vez en alguna ocasión no veamos Su mano o la situación dure demasiado. En esos momentos la tentación de pensar que no le interesamos, que no quiere o no puede ayudarnos es grande, pero falsa. Tan grande como su poder es su amor. Y es Todopoderoso. Imagínate.

Debemos entender que Dios responde siempre, solo que muy pocas veces cómo y cuándo nosotros pedimos… pero siempre cómo y cuándo necesitamos. Recordando aquella conversación entre Dios y Job, el Señor podría preguntarnos quiénes somos nosotros, meras criaturas para dudar del Creador. Nuestra visión es corta: solamente vemos el presente. Dios ve el futuro. Nuestra comprensión es escasa: somos como hormigas, en comparación con la Omnisapiencia de quien lo hizo todo. Sin embargo hay algo que sí tenemos grande… nuestra vanidad. Nos creemos muy inteligentes. Queremos comprender a Dios. Cuando no hace las cosas como queremos, nos quejamos porque el equivocado debe ser Él, no nosotros.

El amor de Dios

¡Qué paciencia la de nuestro Padre! ¡Cuanto amor! Si mi hijo de tres años trata de comprenderme, me entra la risa. Pero si intenta, constantemente, llevarme la contraria y tener razón, es posible que yo acabe enfadada y él castigado. Dios no… Él simplemente nos mira con cariño y nos dice… espera…. confía… tranquila… tranquilo… confía.

Entendiendo la ayuda de Dios

Hay situaciones que se resolverán en esta vida, y otras que no. Pablo amaba a Jesús y Jesús amaba a Pablo. Sin embargo, cuando el apóstol rogó para que el Señor quitara “el aguijón” de su carne, el Señor le dijo “bástate mi gracia”. ¿Por qué? ¡No lo sé! ¡La Biblia no lo dice! Hay teólogos que sostienen que era una enfermedad que le aquejaba (aquí también hay opiniones diversas), otros que nunca pudo perdonarse su participación en el apedreamiento de Esteban y toda la sangre de inocentes cristianos que vertió. Fuera lo que fuera, debemos asumir que el Señor no solucionó su problema. Al menos no cómo y cuándo él pedía.

¡No necesitamos saberlo todo para confiar! Mi pequeño confía en mí, pero no me comprende todavía. Le basta con saber que soy su madre, le amo y quiero lo mejor para él. Del mismo modo, con Dios, debería bastarnos saber que es nuestro Creador, que nos ama y quiere lo mejor para nosotros.

La desconfianza rompe la relación. ¿No entiendes por qué Dios lo permite? ¡Yo tampoco!, pero lo importante, lo realmente importante es: ¿qué vas a hacer al respecto? ¿Te vas a enfadar con Dios, como la mujer de Job? ¿O vas a decidir confiar en Él a pesar de todo, porque sabes que un día te lo explicará y lo comprenderás? ¿Confiarás en Su amor o le rechazarás por tus dudas?

El Señor bendijo a Job con más hijos y posesiones… pero Pablo sufrió el aguijón en su carne hasta el final. Sin embargo, eso no determinó su fe ni su fidelidad. Fue su elección personal la que lo hizo.

Dios da fuerzas para soportar

Cuando la respuesta a nuestros problemas es positiva, el agradecimiento llena nuestro pecho. Pero cuando es negativa, tendemos a hundirnos. Sin embargo, Dios no nos deja solos. Él sabe por qué permite las cosas, no nos toca a nosotros juzgar a Dios. Pero nos ofrece su mano y su paz.

En medio del dolor, la desesperación, la enfermedad, he visto a personas que se han abrazado a Cristo, y he visto sus rostros de paz en medio de los peores tormentos. Eso no es humano, como tampoco lo debía ser cantar mientras a uno le devoran los leones.

El poder de Dios es inconmensurable. El “detalle” es que si queremos esa paz, solamente podemos obtenerla abrazándole y permitiéndole obrar en nuestro interior. Si nos alejamos de Él, ¿cómo podemos reclamarle que no hace nada?

Tal vez la situación cambie. También es posible que no. ¡No importa! Lo importante es que Dios siempre puede cambiarnos a nosotros por dentro. Siempre.

Una buena amiga, madre de dos niñas pequeñas se moría de cáncer. Oré mucho por su sanación. Cientos de personas nos unimos para orar por ella y pedir un milagro. Dios tiene poder para hacerlo, pero esta vez no lo hizo. Eirene falleció. Durante unos minutos no entendí nada. Lloré y me encaré con Dios, como Job. Pero después me di cuenta del enorme milagro que su vida, y su muerte, habían realizado en la vida de todos los que la conocimos y de todos los que estuvimos orando. Fue un enorme reavivamiento espiritual para muchos de nosotros. Algunos que se habían alejado de Dios volvieron a tener una relación personal con Él, y otros incluso conocieron ahí al Señor. Por cierto, el nombre de mi amiga significa “aquella que trae paz”.

Dios no cambió la situación. No obró como le pedí, pero ¡me cambió a mí! Cambió mi perspectiva/enfoque de la vida y la muerte; del dolor y el tiempo…. 

Todas las respuestas

Todavía hoy me duelen sus niñas pequeñas sin madre. ¿Lo comprendí? No. ¿Necesito entenderlo? Esa es la pregunta que todos deberemos responder en diversas situaciones. ¿Necesitas entender a Dios para poder confiar en Él? Espero que la respuesta sea que no… porque la mente humana jamás llegará a entender a Dios (o seríamos Dios). Sin embargo, en Su infinito amor, ha prometido que en la eternidad tendremos todas las respuestas que necesitemos para aceptar Su Amor y Su Justicia. Mientras tanto… ¡Abraza a tu “madre” Dios y confía en su inmenso amor por ti! Si, aunque no puedas comprenderlo, Él te ayuda siempre.

Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Coeditora y redactora de Revista.adventista.es y QueCurso.es, gestora de las redes sociales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España y asistente de dirección y producción en HopeMedia España.Imagen: Photo by Chungkuk Bae on Unsplash

 

Lic. Teología & Comunicadora Editora Revista Adventista Productora radio y TV/ Redactora Web en HopeMedia Edit/coordin. Quecurso.com

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