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Foto: (cc) Kabir/Wikimedia Commons. Esquina: Younis Masih.

Las densa oscuridad financiera, familiar, de relaciones y en otros aspectos nos rodean a menudo. A veces nos asalta la idea de que Dios nos ha abandonado. Posiblemente pensemos así porque siempre hemos visto a Dios como un Dios de brillo deslumbrante (Ap. 21:11; Heb. 12:29) y Dios en los buenos momentos.

No obstante, este tipo de idea se ve desafiada cuando uno lee Éxodo 20:21 “Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios.” Si Dios es luz, tal y como se le describe en Salmo 104:2 y en 1 Timoteo 6:16, entonces, ¿cómo podemos entender este versículo en el que Moisés se acercó a Dios en medio de una densa oscuridad? ¿Por qué Dios se envuelve en oscuridad en este texto? Examinemos el texto de Éxodo 20:21 y busquemos respuestas.

Términos hebreos y griegos para “oscuridad”

El término hõšek (oscuridad) aparece 81 veces en el texto hebreo. Se refiere a la oscuridad de forma literal y figurada. Literalmente se puede referir a la oscuridad de la creación y la noche, figuradamente puede referirse a la muerte (1 Samuel 2:9; Job 3:5) o a un período de tiempo de dolor y sufrimiento (Job 17:12). Otro término hebreo para oscuridad es ‘arãpel. Lo estudiaremos más adelante cuando nos centremos en el texto de Éxodo 20:21. Hay varios términos griegos que se refieren a oscuridad en el Nuevo Testamento (NT) también. La palabra skotos aparece 22 veces en el NT y puede referirse a la oscuridad física, espiritual, implicando ignorancia o error, miseria eterna, etc. 1

El contexto de Éxodo 20:21

Cuarenta y cinco días después del éxodo de los israelitas de Egipto, en el primer día del mes tercero (Sivan, a finales de mayo o principios de junio), llegaron al desierto de Sinaí y acamparon allí. Moisés subió al monte Sinaí para encontrarse con Dios y en la mañana del tercer día, Dios descendió sobre el monte Sinaí en una espesa nube, con truenos y rayos, y un estruendo de trompetas. Todos temblaron en el campamento (Éxodo 19:16). El pueblo resolvió permanecer distantes de Dios porque no podían soportar su aparición magnificente (Éxodo 20:19). Pidieron a Moisés que intercediese por ellos ante Dios. Aquí vemos la diferencia entre Moisés y los israelitas. Los israelitas tenían miedo de Dios, sin embargo Moisés no. Se apartaron de Dios mientras que Moisés se acercó a Él. No pudieron soportar la majestuosa presencia de Dios, mientras que Moisés no podía vivir sin su presencia. Por lo tanto, el pueblo permaneció a cierta distancia, mientras que Moisés estrechó distancias entre él y Dios y se acercó a la espesa oscuridad donde Dios habitaba (Éxodo 20:21).

Acercarse a Dios en la densa oscuridad

La palabra hebrea usada para oscuridad en Éxodo 20:21 es ‘arãpel. Aparece unas 15 veces en el texto hebreo2 y se asocia principalmente con una revelación divina. Ronald B Allen dice que el término ‘arãpel se utiliza para expresar la gloria de Dios velada. Se refiere a la oscuridad que envuelve la aparición de Dios.3 La oscuridad mencionada en el versículo 21 bloquea la apariencia gloriosa de Dios ante Moisés. Dios está rodeado por la oscuridad, no porque no sea glorioso, sino por su acto de envolverse en densa oscuridad revelando así su cuidado hacia Moisés. De hecho, nadie podría haber sobrevivido si Dios se hubiese mostrado plenamente en su gloria. Éxodo 33:20 dice que ningún pecador en al tierra puede ver el rostro de Dios y vivir. Por lo tanto, el Dios mayestático utilizó el velo de la oscuridad para poder comunicarse con Moisés.

Lingüísticamente, con el paso del tiempo, ‘arãpel cobró un significado diferente y fue utilizado más adelante para describir el día del Señor (Jeremías 13:16; Joel 2:2; Sofonías 1:15) y profundo pesar sobre el juicio del pueblo de Dios (Isías 60:2). Teológicamente, lo que resulta intrigante es que la misma palabra hebrea que refiere a la morada de Dios también señala las circunstancias difíciles de su pueblo, un tiempo de pesadas tinieblas. La palabra ‘arãpel cambió su significado literal a otro figurado. En Ezequiel 34:12 leemos: “Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad [‘arãpel].” El profeta Ezequiel comprendió que en los momentos de oscuridad de la vida Dios no nos abandona sino que como un pastor, rescatará a sus ovejas.

Entonces, ¿cuál es la respuesta a la pregunta del principio: “Si Dios es luz, como afirma ser, por qué Moisés lo encuentra envuelto en densa oscuridad?” En primer lugar, Dios utilizó la oscuridad para velar su gloria de modo que pudiese comunicarse con su pueblo. En segundo lugar, la oscuridad que rodeaba a Dios reitera que es un Dios perfecto y glorioso y que nosotros somos seres pecadores. En tercer lugar, nos recuerda que a pesar del muro de la oscuridad que nos separa de Dios, Él sigue encontrando formas de alcanzarnos. Nos ama. El estudio del término ‘arãpel también subraya que Dios habita con su pueblo incluso en los momentos más oscuros de la vida. No importa cuán densas sean las tinieblas, como Moisés, siempre encontraremos a Dios esperándonos.

No importa lo “quemados” que podamos llegar a estar con el problema en el que nos encontramos, Dios habita con nosotros en todas las circunstancias. Nuestras circunstancias no atan a Dios ni nos pueden separar de Él.

El evangelio de Mateo registra (27:45) que durante la crucifixión de Cristo, la oscuridad envolvió toda la tierra, quizá en Judea, desde la hora sexta hasta la hora novena. Según el horario romano la oscuridad tardó posiblemente unas tres horas. Tanto Marcos (15:33) como Lucas (23:44-45) están de acuerdo con Mateo respecto al tiempo. El comentario adventista sugiere que esta oscuridad “fue una oscuridad sobrenatural. De ningún modo podría haber sido causada por un eclipse de sol, porque la luna ya había estado llena.”4 La mayoría de comentaristas perciben las tinieblas durante la crucifixión como un hecho sobrenatural, pero ¿estaba Dios presente en esa oscuridad o no?

Note lo que declara Elena White: “En esa densa obscuridad, se ocultaba la presencia de Dios. El hace de las tinieblas su pabellón y oculta su gloria de los ojos humanos. Dios y sus santos ángeles estaban al lado de la cruz. El Padre estaba con su Hijo. Sin embargo, su presencia no se reveló. Si su gloria hubiese fulgurado de la nube, habría quedado destruido todo espectador humano. En aquella hora terrible, Cristo no fue consolado por la presencia del Padre. Pisó solo el lagar y del pueblo no hubo nadie con él. Con esa densa obscuridad, Dios veló la última agonía humana de su Hijo. Todos los que habían visto a Cristo sufrir estaban convencidos de su divinidad. Ese rostro, una vez contemplado por la humanidad, no sería jamás olvidado. Así como el rostro de Caín expresaba su culpabilidad de homicida, el rostro de Cristo revelaba inocencia, serenidad, benevolencia: la imagen de Dios.”5

Amor profundo fue lo que impulsó a Dios el Padre a acercarse a su Hijo tanto como pudo en el momento de mayor agonía de su vida. Muchas veces cuando atravesamos los momentos más oscuros de la vida nos preguntamos dónde está la presencia de Dios, y como Jesús gritamos: “Eloi, Eloi, lama sabachthani?”, lo que significa, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46; Marcos 15:34). Nuestro clamor estaba oculto en el grito de Cristo en la cruz. Seguramente, incluso hoy en día, el velo rasgado del templo (Lucas 23:46) nos recuerda que no hay más separación, ni distancia, sino que Dios está con su pueblo en los momentos más oscuros de sus vidas.

1. Spiros Zodhiates, Warren Baker and George Hadjiantoniou, eds., The Complete Word Study Dictionary: New Testament (Chattanooga, TN: AMG Publishers, 1993), 4655. Libro en Libronix Digital Library System, 2000-2006 [CD-ROM], Agosto, 2012.

2. Ex 20:21; Deut 4:11; 5:22; 2 Sam 22:10; 1 Re. 8:12; Isa 60:2; Jer 13:16; Eze. 34:12; Joel 2:2; Sof. 1:15; Sal. 18:10; 97:2; Job 22:13; 38:9; 2 Cron. 6:1.

3. Ronald B. Allen, “‘arapel,” Theological Wordbook of the Old Testament, ed. R. Laired Harris (Chicago: Moody Press, 1980), p. 698.

4. “Oscu” (Matt 27:45), The Seventh-day Adventist Bible Commentary, rev. ed., ed. Francis D. Nichol (Washington, DC: Review & Herald, 1976-1980), 5:549.

5. Ellen White, Deseado de Todas las Gentes, p. 702.

 

Revista Adventista de España