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Si abrimos nuestros corazones a los divinos principios de vida, llegaremos a ser canales por los que fluyan corrientes de fuerza vivificante.

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Cada movimiento necesita líderes, y algunos de los líderes más efectivos son los matrimonios. Jaime y Elena White contrajeron matrimonio el 30 de agosto de 1846. Juntos llegaron a ser dos de los líderes más influyentes del movimiento que pasó a ser la Iglesia Adventista. Predicaron, enseñaron, corrigieron y aconsejaron en diversas regiones del país. La obra de publicaciones que inició Jaime fue una fuerza que impulsó la globalización del mensaje adventista, y los escritos de Elena brindaron visión y orientación profética a miembros e iglesias en diversas partes del mundo.

Podríamos denominarlos la «pareja poderosa» por excelencia del adventismo. Dos individuos de mucha influencia que se complementaron y fortalecieron mutuamente. La iglesia cristiana primitiva también tuvo una pareja poderosa –Aquila y Priscila– quienes, al igual que Jaime y Elena, fortalecieron la iglesia doquiera fueron.

Pareja poderosa del cristianismo primitivo 

Aquila y Priscila aparecen por primera vez en Hechos 18, después del viaje de Pablo de Atenas a Corinto, que era un importante centro cultural, político y económico. Gracias a dos bahías que ofrecían un flujo de viajeros, era un lugar especial para compartir el evangelio.

Aquila y Priscila eran inmigrantes recientes a Corinto. Ellos, y todos los otros judíos, habían sido forzados a salir de Roma por el edicto de Claudio, probablemente como resultado de un conflicto por predicar sobre Jesucristo.[1] Parece que el matrimonio ya era cristiano antes de que Pablo llegara, y lo recibieron con alegría en su hogar y lugar de trabajo.

Tanto Aquila como Priscilla eran fabricantes de tiendas, y el trío trabajó de cerca en su oficio, probablemente en un taller en la planta baja de su residencia.[2] Tal vez usaron ese espacio para hablar con los clientes acerca del evangelio, y quizá allí se reunieron grupos pequeños de creyentes.

Silas y Timoteo se sumaron a Pablo en Corinto y, después de un conflicto con los judíos, la obra misionera se expandió a los gentiles. Es probable que Priscila y Aquila hayan estado activos en ese ministerio. Más tarde, Pablo viajó con ellos hasta Éfeso, y los dejó allí para evangelizar y formar una compañía de creyentes (Hechos 18:18, 19). De esta manera, funcionaron en forma similar a Bernabé, Silas y Timoteo, porque trabajaron con Pablo como «socios misioneros».[3]

Una iglesia en el hogar

En Éfeso, el matrimonio trabajó con los creyentes y, finalmente, estableció una iglesia en su propio hogar (1 Corintios 16:19).

Asistieron a la sinagoga y escucharon a Apolos, un judío de Alejandría, que habló de Jesús (Hechos 18:24-26). Priscila y Aquila tenían una comprensión más exacta y plena del evangelio que Apolos; posiblemente porque habían sido cristianos por más tiempo, o porque su comprensión teológica se había visto ampliada y fortalecida por estar cerca de Pablo. Reconocieron los talentos con los que Dios había bendecido a Apolos. Por ello, en lugar de corregirlo públicamente, lo llevaron aparte y «le explicaron con mayor precisión el camino de Dios» (vers. 26).[4] La hospitalidad, el tacto y la enseñanza teológica fueron bien recibidos, y Apolos fue a Acaya, la región de donde provenían Aquila y Priscila, para continuar su ministerio. En algún momento el matrimonio regresó a Roma, y Pablo les envía saludos en Romanos 16:3 y 4, felicitándolos como sus «compañeros de trabajo en Cristo Jesús», que le salvaron la vida, arriesgando la suya.

«Tanto yo como todas las iglesias de los gentiles les estamos agradecidos». También envía saludos a la iglesia en su casa, demostrando que continuaban con la práctica de operar una iglesia filial, doquiera iban (versículo 5).

Ministrando a judíos y gentiles

Ese breve, pero poderoso saludo indica que el matrimonio judío no había enfocado su atención simplemente en ministrar a los judíos, sino que había ayudado a Pablo a evangelizar también a los gentiles, hasta el punto de que «todas las iglesias de los gentiles» daban gracias por ellos.

La última referencia a Priscila y Aquila se halla en 2 Timoteo 4:19, donde Pablo pide a Timoteo que salude a la pareja. Habían regresado a Éfeso, donde probablemente trabajaron con Timoteo para fortalecer y hacer crecer la iglesia.[5] Esta pareja migrante, equipada con las herramientas de su oficio y amor por el evangelio, abrió su hogar en tres ciudades diferentes a Pablo y otros creyentes, y ayudó al progreso del evangelio doquiera fueron. No eran ministros pagos; por el contrario, trabajaron en su oficio y usaron los recursos, tiempo y conocimiento que tenían para educar y evangelizar a los residentes de sus comunidades.

El testimonio del hogar

Vivimos en una era de globalización. Hoy día, viajar es mucho más fácil que las largas travesías emprendidas por Pablo, Aquila y Priscila.

Nos podemos comunicar velozmente por texto, correo electrónico o llamadas telefónicas. No obstante, más allá de toda nuestra conectividad, muchos de nosotros anhelamos la conexión relacional evidente en la iglesia cristiana primitiva. El poder del testimonio de Aquila y Priscila no residía en sus conocimientos teológicos o equilibrio entre oficio y ministerio, sino en la relación que forjaron con Pablo, Apolos y otros creyentes. El hogar de ellos brindó alojamiento a Pablo y un medio para que se ganara la vida mientras continuaba con su ministerio y también brindó el marco para ofrecer mayor educación teológica a Apolos. En cada lugar donde vivieron, su casa se transformó en una iglesia, un lugar de culto y refugio para los creyentes.

Marido y mujer, que trabajaron juntos para compartir el evangelio y abrieron su hogar a los que buscaban una relación y conexión, ofrecen al mundo una vislumbre de la imagen de Dios. En un mundo de relaciones quebrantadas y hogares sin seguridad, el refugio de un hogar cristiano saludable ofrece sanación espiritual y emocional.

Es importante destacar que el ministerio en equipo no se limita a los matrimonios. Dios puede usar cualquier tipo de asociación, ya sea un equipo de amigos, como el de Pablo, Silas y Timoteo (Hechos 18:5), o de otros familiares. Cada uno ofrece beneficios singulares para el progreso del evangelio.

Obrando la voluntad de Dios

Elena White escribió: «La tarea a la cual se nos llama no requiere riquezas, posición social ni gran capacidad. Lo que sí requiere es un espíritu bondadoso, abnegado y firmeza de propósito […]. Nuestra esfera de influencia, nuestras capacidades, oportunidades y adquisiciones podrán parecer limitadas; y, sin embargo, tenemos posibilidades maravillosas si aprovechamos fielmente las oportunidades que nos brindan nuestros hogares. Si tan solo queremos abrir nuestros corazones y nuestras casas a los divinos principios de vida, llegaremos a ser canales por los que fluyan corrientes de fuerza vivificante. De nuestros hogares saldrán ríos de sanidad, que llevarán vida, belleza y fecundidad, donde hoy por hoy todo es aridez y desolación».[6]

No tenemos que ser ministros pagos para ser testigos efectivos. No necesitamos ser acaudalados. Solo tenemos que estar dispuestos a hacer la obra de Dios, seguir su llamado, doquiera nos guíe, y unirnos con otros creyentes para proclamar el evangelio al mundo. 🖋

Autora: Sarah Gane Burton, investigadora y escritora adventista. Estudia Religión, Enfoques Literarios de los Estudios Bíblicos y Literatura Bíblica y Hermenéutica (especialmente el Antiguo Testamento).
Imagen: Shutterstock

II Semana de Oración Integrada 2023 de la UAE. Artículos extraídos de la Revista ADVENTIST WORDL – septiembre 2023. Este número es una revista que edita la Unión Adventista Española.

Referencias

[1] David W. Pao, «Acts», en The Baker Illus- trated Bible Commentary, ed. Gary M. Burge and Andrew E. Hill (Grand Rapids: Baker, 2012), p. 1201.
[2] Marie Noël Keller, Priscilla and Aquila: Paul’s Coworkers in Christ Jesus (Collegeville, Minn.: Liturgical Press, 2010), pp. 17-20.
[3] Ibíd., p. 23.
[4] Las citas bíblicas pertenecen a la Santa Biblia, Nueva Versión Interna-cional® NVI®© 1999, 2015 por Biblica, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.
[5] Nguyen vanThanh, «Migrants as Missio- naries: The Case of Priscilla and Aquila», Mission Studies 30 (2013): 204.
[6] Elena White, El hogar cristiano (Buenos Aires: Asoc. Casa Editora Sudamericana, 2007), p. 26.

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