«Y les daré otro corazón y pondré en ellos un nuevo espíritu; quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos, y los cumplan, y sean mi pueblo y yo sea su Dios» (Ezequiel 11: 19-20).
Era una noche de invierno fría y amarga aquí en Canadá. La voz del pastor en el teléfono sonaba muy cansada.
–¡Necesitamos desesperadamente que Dios traiga un reavivamiento aquí!
Ya era tarde. Oramos de rodillas en busca de dirección. El Espíritu Santo me impresionó a ser muy audaz.
–Reúnan a sus líderes mañana, viernes, por la noche, y acudamos a Dios en oración. Veamos si estarían dispuestos a tener un reavivamiento a partir del sábado por la noche –propuse.
–¡Se supone que mañana en la noche habrá una tormenta de nieve! –respondió el pastor, con preocupación–. No sé si puedo conseguir que alguien concurra avisando con tan poca antelación y con tan mal tiempo.
–Estoy dispuesto a cruzar la pradera en coche para orar contigo y tus líderes, si ustedes así lo desean –le ofrecí.
La noche siguiente, Abril y yo conducimos en medio de las nevadas que dejaban, en ocasiones, una visibilidad de casi cero. Un pequeño grupo de líderes estaba acurrucado en la iglesia, tratando de mantenerse en calor. Oramos y reclamamos las promesas de Dios de despertar a su pueblo, llamarlos y transformarlos. Dios impresionó nuestros corazones. ¡Acordamos iniciar un reavivamiento en el peor de los climas!
El Espíritu de Dios calentó nuestro corazón
El Espíritu de Dios calentó nuestro corazón y nos guio, con seguridad, en cada noche de nieve, incluso cuando fuimos cegados por camiones dobles que pasaron a nuestro lado. A menudo, nos preguntábamos: «¿Por qué Dios quiere hacer este reavivamiento ahora? ¿No podría haber esperado a la primavera?» Pero, vez tras vez, el Espíritu Santo hablaba a nuestros corazones y reafirmaba la urgencia.
Una disputa entre dos familias dividió a la iglesia. Algunos tomaron posición a favor de una familia y otros apoyaron a la otra familia en cuestión. Cada noche se percibía tensión en el aire, derivada de mucha amargura y dolor. Todos escucharon el llamado de Dios, en la Biblia, a regresar a él y perdonarse los unos a los otros. Las dos familias en cuestión esperaban que fuera la otra la que diera el primer paso para pedir perdón.
Una noche, allí en la iglesia, compartí un mensaje sobre el poder del Espíritu Santo para hacernos una cirugía de corazón tal que eliminara nuestra amargura, o cualquiera otra cosa que nos mantuviera alejados unos de otros y de Dios.
Hice un llamado a aquellos que necesitaban esta cirugía de corazón; los insté a humillarse ante Dios y pedir esa cirugía del corazón en ese momento. Esa noche, vi cómo las dos familias en desacuerdo tomaban caminos separados para salir de la iglesia, tal como lo venían haciendo las otras noches.
–¿Cuánto tiempo más, Señor? – suspiré.
Algunos platos en la cocina
¡Cuánto anhelaba ver a Dios sanar a ambas familias! Junto a Abril, caminé por la nieve hasta llegar a nuestra camioneta. Justo cuando abrí su puerta, ella recordó que había dejado algunos platos en la cocina de la iglesia.
–Iré a buscarlos –dije, y corrí de regreso a la iglesia.
Cuando doblé en la esquina, entré a la cocina y tuve el susto de mi vida. Allí, delante de mí, estaban las dos madres de las dos familias enfrentadas, manteniendo una conversación seria. Retrocedí, de puntillas, y salí de la cocina tan rápido como pude.
–¿Dónde están los platos? –preguntó Abril, mientras yo saltaba dentro de la camioneta.
–No pude traer los platos. Creo que Dios está trabajando en la cocina, ahora mismo –respondí.
Luego, le conté que las dos mujeres, que habían procurado mantener distancia la una de la otra, estaban hablando. Oramos y oramos de camino a casa, a través de la nieve. Oramos para que el Espíritu Santo hiciera lo que ninguna mujer tenía el poder de hacer por sí misma.
El resto de la historia
Antes de llegar a casa, recibimos la llamada telefónica de una de las madres y pudimos escuchar el resto de la historia. La madre más joven había estado trabajando en la cocina, después del reavivamiento, y quedó muy sorprendida al ver a la otra madre caminar directamente hacia ella, con la intención de hablar. Por un momento, sintió un calor especial en el corazón. «¡Seguro que viene a disculparse!», pensó para sí misma.
«¡Guau! ¡Dios está haciendo lo imposible!»
La madre mayor se acercó a la menor y le dio una gran sorpresa, ya que procedió a marcarle todos sus errores. La madre joven no podía creerlo. «¿Ninguna disculpa? ¿Ningún “lo siento”?» La ira brotó en su interior. La amargura de los años la abrumaron y huyó de la cocina, llorando.
Pero el Espíritu de Dios estaba obrando. «¿Acaso no pediste una cirugía de corazón?», le preguntó el Espíritu Santo. Dios la desafió a hacer lo que no quería hacer, y el Espíritu de Dios le dio poder para hacer lo imposible. En silencio, mientras las lágrimas caían por su rostro, miró hacia arriba y hacia abajo, buscando lo que necesitaba: una toalla y una palangana. Llenó la palangana con agua tibia, agarró la toalla limpia y entró tímidamente en la cocina con el corazón acelerado.
La madre joven se arrodilló ante la mayor para lavarle los pies
La madre mayor todavía estaba allí. Se dio vuelta y quedó con la boca abierta mientras la joven mamá se arrodillaba a sus pies. Suavemente, quitó las botas de la madre mayor, lavó con ternura cada pie y los secó con la toalla. Nadie dijo una palabra. Dios estaba allí, acercándose a sus dos preciosas hijas.
–¡Lamento mucho cómo te he lastimado! ¿Podrías perdonarme, por favor? –preguntó la madre joven.
El Espíritu de Dios derritió ambos corazones. Se abrazaron, se perdonaron y oraron. El Espíritu Santo cortó la amargura que se interponía entre ellas y sanó, en un momento, lo que podría haber separado a las madres por el resto de la vida.
El marido de la madre joven se enteró de esto, más tarde, esa noche, y el Espíritu de Dios ablandó su corazón. Al día siguiente, ofreció el mismo regalo al marido de la madre mayor. ¡Lavó los pies del hombre, los secó con una toalla y pidió perdón con sinceridad! Dos hombres voluntariosos se hicieron hermanos ese día.
El Espíritu del Señor está preparado para hacer en ti lo que nunca podrás hacer solo: transformar tu corazón, sanar tus amarguras y librarte a fin de que seas quien Dios te ha llamado a ser. En ocasiones, el Espíritu Santo te sorprenderá llevándote a lugares donde no irías solo, o haciéndote decir lo que nunca te atreverías a decir. Y a veces… ¡Te ayudará a dejar el carruaje atrás!
Depende del poder del Espíritu Santo en cada momento.
Medita
«La única salvaguardia contra el mal consiste en que mediante la fe en su justicia Cristo more en el corazón. La tentación tiene poder sobre nosotros porque existe egoísmo en nuestros corazones. Pero cuando contemplamos el gran amor de Dios, vemos el egoísmo en su carácter horrible y repugnante, y deseamos que sea expulsado del alma. A medida que el Espíritu Santo glorifica a Cristo, nuestro corazón se ablanda y se somete, la tentación pierde su poder y la gracia de Cristo transforma el carácter» (Elena de White, El discurso maestro de Jesucristo, página 100).
En la práctica
1. Dios quiere transformar tu corazón. Ora hoy pidiéndole un cambio profundo.
2. ¿Hay rencor en tu corazón? ¿Estás enfrentado a otra persona? Dios puede transformar hasta la relación más difícil. Anímate a orar hoy para que transforme la relación más difícil que tengas.
Participa en las reuniones por Zoom
Cada miércoles de estos 40 días, tendremos un encuentro por Zoom (6:30 AM).
Tema: Vive como Elías – 40 Días de Oración 2025
Cada semana, el miércoles.
Únete a la reunión de Zoom:
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