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¿Qué piensa usted de esa mujer que afirma ser profetisa, cuyos mensajes están en YouTube? –me espetó un feligrés aprensivo al finalizar el culto un sábado por la mañana.

—Jamás escuché hablar de ella –repliqué–. Déjeme ver primero sus videos, y entonces le podré dar una respuesta más fundamentada.

Después de mirar los videos, me di cuenta de que claramente, la mujer no era una verdadera profetisa. (YouTube ha dado una visibilidad mucho mayor a estos autoproclamados profetas). ¿Qué lleva a una persona a afirmar que ha recibido mensajes proféticos de Dios? Y lo que es más importante, ¿cómo puede la iglesia evaluar si alguien ha recibido realmente mensajes proféticos de parte de Dios? Y si una persona recibe esos mensajes, ¿la transforma inmediatamente en profeta?

Por otro lado, deberíamos recordar que Dios aún quiere comunicarse con nosotros mediante los profetas. El apóstol Pablo recomienda: «No apaguen el Espíritu, no desprecien las profecías, sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno» (1 Tes. 5:19-21). Cometemos un serio error si ignoramos el verdadero mensaje profético, ya sea el que Dios nos ha dado por medio de los profetas de la antigüedad o el que quiere comunicar a su pueblo del tiempo del fin.

Por otro lado, Cristo advirtió sobre el surgimiento de falsos profetas: «Cuídense de los falsos profetas. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces» (Mat. 7:15), y buscan incluso engañar a los elegidos antes de la segunda venida (Mat. 24:24). Es por eso que el consejo de Juan es sumamente claro: «Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas» (1 Juan 4:1).

Pruebas para conocer a los profetas

¿Cuáles, entonces, son las marcas de un verdadero profeta de Dios? La Biblia muestra que el fenómeno de los falsos profetas no es exclusivo del cristianismo contemporáneo. Ya se había manifestado entre el pueblo de Israel en los días de Jeremías (Jer. 14:14). A los contemporáneos de Jeremías se les dijo que usaran el filtro de las profecías cumplidas como prueba de un profeta auténtico. «Pero a un profeta que anuncia paz se le reconoce como profeta verdaderamente enviado por el Señor solo si se cumplen sus palabras» (Jer. 28:9; véase Deut. 18:21, 22).

Tenga en cuenta que el ministerio de un profeta abarca mucho más que predecir el futuro, y que el principio de la profecía condicional establece que un cambio en las condiciones o las relaciones puede también implicar un cambio en el futuro predicho (véase Jer. 18:7-10), como sucedió con la predicción de Jonás sobre la destrucción de Nínive.

Otro elemento de prueba se relaciona con la coherencia interna del mensaje profético. Un sistema de verdades reveladas está compuesto por una cadena de mensajes relacionados. El mismo Espíritu reveló todos los mensajes proféticos del canon de las Escrituras (2 Tim 3:16). Por lo tanto, cada nuevo mensaje tiene que estar en armonía con las verdades ya reveladas: «¡Aténganse a la ley y al testimonio! Para quienes no se atengan a esto, no habrá un amanecer» (Isa. 8:20). Cristo mismo apeló a «lo que se refería a él en todas las Escrituras» (Luc. 24:27) del pasado para mostrar que su mensaje como profeta y su sacrificio como Mesías eran verdaderos, y que las profecías se habían cumplido correctamente.

Por cierto, la verdad es progresiva (con el tiempo se van revelando nuevas verdades) y, más tarde, los profetas añaden ideas y detalles a las verdades ya reveladas por profetas anteriores. No obstante, los nuevos mensajes jamás pueden contradecir los mensajes dados en el pasado.

Aunque es verdad que lo importante es el mensaje y que, con todas sus debilidades y limitaciones, los profetas no son sino seres humanos, Cristo nos llama a ver el fruto en la vida de un supuesto profeta al juzgar su autenticidad: «Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los cardos? Del mismo modo, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto bueno […]. Así que por sus frutos los conocerán» (Mat. 7:16-20).

Aunque a veces lleva tiempo, tarde o temprano, un lobo hambriento mostrará sus fauces por más que se disfrace de oveja.

Por supuesto, cada profeta tiene que centrarse en Jesús, confesar la naturaleza divino-humana de Cristo y exaltar su sacrificio por la humanidad: «En esto pueden discernir quién tiene el Espíritu de Dios: todo profeta que reconoce que Jesucristo ha venido en cuerpo humano es de Dios; todo profeta que no reconoce a Jesús no es de Dios» (1 Juan 4:2, 3).

Otras señales de un verdadero profeta pueden incluir lo oportuno de sus mensajes (2 Rey. 6:10-12); la naturaleza práctica de sus mensajes (a diferencia de abstracciones y generalizaciones); el fruto en la vida de los que siguen sus mensajes; y la recepción de revelaciones por medio de sueños y visiones (Núm. 12:6). Sin embargo, hacemos bien en recordar que pasar la prueba en alguno o varios de estos requisitos no convierte a alguien en profeta verdadero, así como la visión divina que recibió el rey Nabucodonosor no lo convirtió en profeta en toda la dimensión de ese ministerio.

El precio de ser un verdadero profeta

Durante los años que trabajo en la Asociación Casa Editora Sudamericana, hemos recibido más de una decena de manuscritos con supuestos mensajes proféticos para la Iglesia Adventista. Algunos nos fueron enviados para que evaluemos su contenido. Otros llegaron con la supuesta orden divina de publicarlos inmediatamente. Al negarles esa posibilidad, algunos nos condenaron a la maldición eterna por no cumplir con esa directiva.

Hemos hallado que la mayoría de esos supuestos profetas tienen algo en común: un deseo casi desesperado de ser reconocidos como profetas. A pesar de ello, cuando examinamos la experiencia de los profetas bíblicos, vemos que las cosas son distintas: muchos se resistieron a aceptar el llamado (Jer. 1:6; Isa. 6:5; Éxo. 4:10-15), o solicitaron incontables pruebas de que debían aceptarlo (Jue. 6). La razón principal es que, por lo general, un profeta no es bienvenido (Jer. 20:2; 1 Rey. 18). El «más grande» de todos los profetas terminó con la cabeza en una bandeja de plata (Mat. 11:11; 14:1-12). Estas experiencias nos han enseñado a «probar los espíritus» (1 Juan 4:1), en especial cuando los supuestos profetas insisten en ser reconocidos como mensajeros de Dios.

Cada falsificación implica la existencia de algo auténtico. En efecto, cuanto más sofisticada la falsificación, más evidencias tenemos del valor de la versión auténtica que esa falsificación quiere remplazar. Es por ello que Satanás procura suplantar a los verdaderos profetas: él conoce el valor de los mensajes divinos verdaderos. Probemos los espíritus, pero no ahoguemos la voz del Espíritu.

Sugerencias de oración

  1. Al escuchar los mensajes que provienen de diversas personas que afirman hablar en nombre de Dios, clame a Dios para que le ayude a discernir lo que dicen.
  2. Ore por la conducción y la sabiduría del Espíritu Santo antes de alinearse con algún ser humano que dé mensajes bíblicos.
  3. Eleve una oración cuando se entere de alguna «nueva verdad», y examínela mientras ruega que el Espíritu Santo le muestre cuál es la verdad. Esté dispuesto a aceptar la posibilidad de que el Espíritu contradiga lo que usted piensa.

Autores: Marcos y Claudia Blanco. Han trabajado en el ministerio de las publicaciones adventistas durante casi veinte años. Marcos es pastor y gerente de redacción de la Asociación Casa Editora Sudamericana (ACES), mientras que Claudia es traductora independiente y ama de casa. Ambos son ávidos lectores de los escritos de Elena White, y han traducido y editado varios de sus libros al español. Los Blanco tiene dos hijos: Gabriel, de 15 años, y Julieta, de 13. Viven en Buenos Aires, Argentina.

ESPECIAL NIÑOS: ¿Reales o falsos?

Gema para memorizar: «Por sus frutos los conoceréis» (Mat. 7:16).

La guerra que no fue

Michel era profeta. Al menos, eso era lo que mucha gente pensaba.

Un día, escribió en detalle la siguiente profecía misteriosa:

«Marte y el cetro se combinarán,

Una guerra calamitosa bajo Cáncer.

Poco después un nuevo Rey será ungido,

Que traerá paz a la tierra por largo tiempo».

¿Qué podía significar esa extraña profecía? ¿«Marte» y un «cetro»? ¿Será que una guerra haría que todos terminarían enfermándose de cáncer? ¿Quién era ese «nuevo rey»?

Esa no era la primera profecía que compartió este hombre, a quien se conoce como Michel Nostradamus, o simplemente Nostradamus. Este hombre fue un médico francés que vivió de 1503 a 1566.

Nostradamus escribió un libro con 942 profecías en forma de versos poéticos denominados «cuartetos». Muchos siguen usando (y creyendo) en el libro que publicó, titulado simplemente Las profecías. Todas esas supuestas «profecías» son sumamente raras, tal como la que compartimos aquí.

¿Y qué pasó entonces con esa profecía? ¿Qué evento está prediciendo? A lo largo de los siglos, algunos han hecho varias sugerencias. Una de las más recientes llevó a algunos a decir que «Marte» era el planeta Marte, y el «cetro» se refería al planeta Júpiter. Esos dos planetas estarían supuestamente «en conjunción» o «alineados» en el espacio, el 21 de junio de 2002. ¡Entonces comenzaría una terrible guerra! Pero esto nunca sucedió.

En realidad, muchos concuerdan en el significado de las profecías de Nostradamus: ¡Pueden significar cualquier cosa… que uno quiere que signifiquen!

Es importante recordar que predecir el futuro no es siempre la tarea principal de un profeta. También pueden escribir, predicar o dar mensajes de parte de Dios de alguna otra manera.

Pero, ¿cómo saber si un profeta es en realidad mensajero de Dios? Aquí compartimos cuatro maneras de ayudarte a saber si el mensaje de un profeta proviene del cielo o no.

LA BIBLIA. El profeta Isaías escribió: «¡A la ley y al testimonio! Si no dicen conforme a esto,
es porque no les ha amanecido» (Isa. 8:20). En otras palabras, la profecía de una persona tiene que concordar con lo que la Biblia dice sobre el tema.

SUS ACCIONES. «Por sus frutos los conoceréis» (Mat. 7:16). ¿Cómo vivía una persona que afirmaba ser profeta? ¿Hacía trampa? ¿Decía malas palabras? La vida de un verdadero profeta mostrará las características del fruto del Espíritu mencionadas en Gálatas 5:22, 23 tales como el amor, la benignidad y el domino propio. En otras palabras, ¡serán imitadores de Jesús!

RESULTADOS. «Cuando se cumpla la palabra del profeta que profetiza paz, entonces él será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió» (Jer. 28:9). En otras palabras, ¿qué es lo que pasa después de que el profeta da su mensaje? ¿Se hace realidad lo que ha profetizado?

JESÚS. «En esto conoced el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios» (1 Juan 4:2). ¿Qué dice el profeta de Jesús? Si dice algo así como: «Bueno, Jesús fue un buen maestro, pero no fue el Hijo de Dios», aléjate, porque inmediatamente lo sabes: ¡no es un profeta!

¿Lo sabías?

En los Estados Unidos, un hombre llamado Harold Camping afirmó conocer la fecha del regreso de Jesús. Tuvo muchos seguidores, aun después de que Jesús no regresó en las fechas que él iba anunciando que regresaría: 6 de septiembre de 1994, 21 de mayo de 2011 y 21 de octubre de 2011.

En la Biblia se mencionan varios falsos profetas, incluido uno llamado Ananías. Puedes leer su historia en Jeremías 28:15-17.

Para pensar

  • ¿Por qué alguien que no es profeta de verdad querría afirmar que lo es?
  • ¿Piensas que Satanás puede estar detrás de algunas profecías falsas? ¿Por qué o por qué no?
  • ¿Cómo crees que reaccionarías si alguien viniera y te dijera que es un profeta enviado por Dios?

Autor de las Lecturas de niños: Randy Fishell. Fue editor de la revista Guide.

Revista Adventista de España