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Al finalizar el año os invito a reflexionar sobre la venida de Jesús en gloria y majestad”. Este tema es tan crucial que nuestra fe va a depender de cómo veamos su venida y cómo gestionemos la espera.

A la hora de considerar este evento singular es necesario hacer un análisis comparativo con lo que ocurrió en la iglesia primitiva. Al hacerlo, encontraremos cosas muy curiosas. Vamos a adentrarnos en este tema.

EL INICIO…
Todo comenzó con una declaración de Jesús a sus discípulos y que Juan recoge en su evangelio:“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mi. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; …voy pues a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mi mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3).

Esta declaración suponía dos realidades para los que la escucharon: su partida y su venida. Es cierto que cuando Jesús las pronunció nadie las entendió. Sin embargo, cuando Jesús ascendió al cielo, tomaron relevancia y todos se hacían dos preguntas: a) ¿Por qué Jesús se tiene que ir?, y b) ¿Cuánto tiempo tardará en preparar las moradas? La primera cuestión pronto se esfumó centrándose toda la atención en la segunda: ¿Cuánto tiempo tardaría Jesús en volver? Desconociendo la labor, y la rapidez con la que debía hacerse, pensaron en meses o quizás en algún año, pero no más. Ante este planteamiento todos los creyentes se pusieron a esperar. Lo que a nosotros hoy nos interesa es saber, cómo esperaron. Por las Escrituras sabemos que su espera pasó por tres estadios:

PRIMER ESTADIO: LA ESPERA ACTIVA. Consistía en esperar creyendo que el evento se produciría en breve. Es lo que en la teología se conoce como el “ya”. La venida del Maestro estaba presente en la mente de sus seguidores a lo largo de todo el día. En sus encuentros, la palabra favorita era: “Maranatha” (el Señor viene). Esta exclamación era el centro de la experiencia del creyente, pero los meses pasaban y el Señor no aparecía. Algunos empezaron a preguntar qué explicación se podía dar a una espera tan larga. Nadie tenía respuesta, así que esta nueva situación dio paso a una espera distinta.

SEGUNDO ESTADIO: LA ESPERA INDECISA. Consistía en seguir esperando aunque nadie sabía por cuánto tiempo. En la teología se conoce como el “ya, pero todavía no”. Cuando en las conversaciones se hablaba del Maestro, siempre aparecía un interrogante, ¿qué está haciendo?, ¿por qué no viene? El tiempo fue pasando y nació otra generación de creyentes dando lugar a otro tipo de espera.

TERCER ESTADIO: LA ESPERA PASIVA. ¿Cómo definir este tipo de espera? Diría que se trata de algo extraño, consiste en esperar sin esperarlo. Consiste en decir: “Jesús viene… pero no sabemos cuándo”. “Jesús viene, pero que venga cuando quiera”.

Esta situación afectó la fe de la iglesia en aquel momento. Sin saber ni cómo ni por qué empezaron a surgir en su seno situaciones desconcertantes, personas que cuestionaban la teología que había dejado Jesús, criticaban la confianza de muchos que todavía seguían creyendo en el “yo vengo pronto”. Empezaron a surgir divisiones y con las divisiones aparecieron los problemas. La iglesia se fue transformando y de ser una iglesia hospitalaria, bondadosa y comprensiva, pasó a ser una iglesia fría y distante donde era normal que surgiesen tensiones entre los miembros. El mayor desafío en ese momento era revertir la situación para que la iglesia volviese a ser como antes.

NUESTRA SITUACIÓN FRENTE A LA SEGUNDA VENIDA

La experiencia de la iglesia primitiva es la misma que ha vivido y vive la Iglesia Adventista. Hemos pasado de una fe viva a una fe que deja mucho que desear. Nuestro estado actual, al igual que la iglesia primitiva, tiene mucho que ver con la forma en la que vivimos “la espera”. Es cierto que la Segunda Venida de Cristo sigue siendo para nosotros la esperanza bienaventurada, aunque hoy no vivimos la pronta venida de Jesús como la vivieron nuestros pioneros. Esto hace que nuestro cristianismo haya perdido fuerza y viveza.

Vivir la vida cristiana sin el hálito de que Cristo viene pronto, es adentrarnos en un lugar delicado donde las verdades se mueven sobre todo a nivel teórico, pero no práctico. Esto hace que la iglesia hoy se crea “rica”, pero le falte el poder de lo alto. ¿Cómo salir de este autoengaño?

¿DÓNDE ESTÁ LA PROMESA DE SU ADVENIMIENTO?

El retraso de la venida de Jesús fue un tema que preocupó mucho a los líderes de la iglesia apostólica. La preocupación creció cuando, no sólo fuera sino dentro de la iglesia, empezaron a surgir personas que se burlaban de aquellos que todavía esperaban a Jesús. La crítica era clara: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.” (2ª Pedro 3:4).

Ante el desconcierto de los creyentes fieles, Pedro decide encarar la situación y hace un planteamiento muy interesante. En su segunda epístola y en el capitulo 3, Pedro presenta tres planteamientos a tener en cuenta. El primero tiene que ver con el “tiempo”; el segundo con “Dios” y el tercero con el “hombre”. Consideremos estos tres argumentos:

“El tiempo”. Pedro matiza una gran verdad: el tiempo para el hombre y el tiempo para Dios no son iguales. Y él lo presentará de forma muy original: No ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.” Para el hombre mil años es una enormidad, pero para Dios que vive en la eternidad mil años no es nada. ¡Interesante planteamiento!

“Dios”. Cuando Pedro habla se refiere a su forma de ser, a su carácter. ¿Cómo trata Dios al pecador? El propósito de Dios es que éste sea salvo. Su obra de salvación implica tener paciencia y la paciencia supone tiempo. Pedro elimina la connotación del retraso. No se trata de que a Dios se le ha escapado algo y por eso no ha venido, ¡no! Pedro hace énfasis en que la obra de salvar es compleja y requiere tiempo, ya que el hombre no responde ni a la primera ni de la forma adecuada.

“El hombre”. La situación del hombre es contradictoria. Cree que lo sabe todo, que puede hacerlo todo y que tiene derechos que sólo le competen a Dios, cuando en realidad esto no es así. Pedro introduce una expresión que sorprendió a los lectores: “Jesús vendrá como ladrón en la noche”. ¿Qué quiso decir en realidad? Es un tema en el que debemos reflexionar.

Curiosamente el enfoque presentado por Pedro aclaró las cosas en la mayoría de los creyentes quienes, poniendo su mirada en Dios, dejaron de contar el tiempo. De esta manera salieron de esa espera extraña reavivando de nuevo su fe.

CONCLUSIÓN

¿Cuál es nuestra mayor necesidad hoy? Sin duda es reavivar nuestra fe. Pero para que nuestra fe se reavive debemos salir de esa forma extraña de esperar que todos tenemos. Ciertamente todos los adventistas esperamos que Jesús venga, pero también decimos que venga cuando él quiera, es decir, esperamos y no esperamos. ¡Forma muy peculiar de esperar!

Creo que sería bueno que cada uno pudiese meditar el planteamiento que Pedro hizo en su segunda carta. Nuestra necesidad hoy es ver la espera, no como un retraso, sino como una oportunidad.

La expresión de Jesús vendrá como ladrón en la noche” intenta clarificar algo importante. Nadie se pregunta cuándo vendrá un ladrón a su casa. Pedro intentaba transmitir a los creyentes que lo que importa no es saber cuándo viene Jesús, sino que cuando él venga yo esté preparado. Nuestra atención no debería centrarse en tiempos o en fechas sino en cómo me encuentro yo, cómo se encuentra mi hermano y cómo se encuentra mi iglesia.

Que Dios nos ayude a ocuparnos en aquello que nos permitirá un día estar en la eternidad. AMÉN.

Hay un comentario

  • Sergio Avilés dice:

    Sigamos aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Excelente Reflexión.

Revista Adventista de España