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La educación comienza con el lactante

La palabra “educación” significa más que un curso de estudios. La educación comienza cuando el niño está en los brazos de su madre. Mientras la madre moldea y forma el carácter de sus hijos, los está educando.—Good Health, julio de 1880. CN 26.1

Los padres envían a sus hijos a la escuela; y cuando han hecho esto, piensan que ya los han educado. Pero la educación es una cuestión más amplia de lo que muchos comprenden: abarca todo el proceso mediante el cual el niño es instruido desde el nacimiento a la segunda infancia, de la segunda infancia a la juventud, y de la juventud a la adultez. Tan pronto como un niño es capaz de formar una idea, debería comenzar su educación.—The Review and Herald, 27 de junio de 1899. CN 26.2

Comenzad cuando la mente es más impresionable

La obra de educación y formación debería comenzar en la primera infancia del niño, porque entonces la mente es más impresionable, y las lecciones impartidas se recuerdan mejor.—Carta 1, 1877. CN 26.3

Los niños deberían ser educados en la escuela del hogar desde la cuna hasta la madurez. Y, como en el caso de cualquier escuela bien llevada, los maestros mismos obtienen importante conocimiento; especialmente la madre, que es la maestra principal en el hogar, debería allí aprender las lecciones más valiosas para su vida.—Pacific Health Journal, mayo de 1890. CN 26.4

Los padres tienen el deber de pronunciar las palabras debidas. . . . Día a día deberían aprender en la escuela de Cristo lecciones de Aquel que los ama. Luego la historia del amor eterno de Dios será repetida a los tiernos niños en la escuela del hogar. Así, antes de que la razón se desarrolle plenamente, los hijos pueden aprender de sus padres la actitud debida.—Manuscrito 84, 1897. CN 26.5

Considerad la preparación precoz

La preparación precoz de los niños es un tema que debería estudiarse cuidadosamente. Necesitamos convertir el tema de la educación de nuestros hijos en una preocupación, porque su salvación depende mayormente de la educación que se les imparte en la niñez. Los padres y guardianes deben mantener pureza en el corazón y en la vida, si desean que sus hijos sean puros. Como padres y madres, deberíamos educarnos y disciplinarnos. Luego como maestros del hogar, podremos formar a nuestros hijos, preparándolos para la herencia inmortal.—The Review and Herald, 8 de septiembre de 1904. CN 27.1

Realizad un buen comienzo

Vuestros hijos son la propiedad de Dios, comprada por precio. Tened mucho cuidado, padres y madres, en tratarlos en forma cristiana.Manuscrito 126, 1897. CN 27.2

Los jóvenes deberían ser educados cuidadosa y juiciosamente, porque los malos hábitos formados en la infancia y la juventud a menudo perduran durante toda la vida. Que Dios nos ayude a ver la necesidad de realizar un comienzo correcto.—The Gospel Herald, 24 de diciembre de 1902. CN 27.3

La importancia de educar al primer hijo

El primer hijo debería ser educado especialmente con mucho cuidado, porque él educará al resto. Los niños crecen de acuerdo con la influencia de los que los rodean. Si son manejados por aquellos que son ruidosos y turbulentos, ellos también se convierten en ruidosos y casi insoportables.—Manuscrito 64, 1899. CN 27.4

La planta como lección objetiva de la educación de los niños

El desarrollo gradual de la planta a partir de la semilla, es una lección objetiva para la educación del niño. “Primero hierba, luego espiga, luego grano lleno en la espiga”. Marcos 4:28. El que dio esta parábola, creó la semillita, le dio sus propiedades vitales, y dictó las leyes que rigen su crecimiento. Y las verdades enseñadas por la parábola fueron hechas una realidad en su propia vida. El, la Majestad del cielo, el Rey de gloria, se hizo criatura en Belén, y representó por un tiempo a la infancia impotente que depende del cuidado materno. En su niñez habló y se condujo como niño, honró a sus padres, y realizó sus deseos en forma útil. Pero a partir del primer destello de inteligencia, fue creciendo constantemente en gracia y en conocimiento de la verdad.—La Educación, 102, 103.

Ellen G. White. Todos los textos pertenecen a su libro: La Conducción del niño. Capítulo 3. 

Foto: Nikita Tikhomirov en Unsplash

 

Revista Adventista de España