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Querido amigo hoy se habla, más que nunca, de la importancia que tienen los valores para cualquier ámbito de la vida. La familia, la iglesia, la escuela, el trabajo, la sociedad, la política, la sanidad… sólo podrán cumplir su cometido si van acompañados de los valores adecuados, pero si los estos no están, todo se vendrá abajo y en lugar de éxito y satisfacción, habrá fracaso y decepción. Nadie lo discute. La mayoría afirma que los valores son el fundamento de la vida humana. A pesar de ello surgen las mismas preguntas: ¿qué está pasando con nuestras instituciones? ¿Por qué hay tanta decepción? ¿Por qué parece que las cosas no funcionan? Preguntas que requieren una profunda reflexión.

¿QUÉ ES UN VALOR?

Comencemos definiendo que es “valor”. Un valor es una importante cualidad atribuida a personas y cosas. A la hora de hablar de valores deberíamos diferenciar entre valores intrínsecos y extrínsecos. ¿Qué es un valor intrínseco? Se trata de un valor absoluto, es decir, algo o alguien tiene valor independientemente de las opiniones de los demás. Algunos ejemplos: la bondad, la paciencia, la comprensión, el respeto, la ayuda en momentos de necesidad, etc. ¿Qué es un valor extrínseco? Es el valor que le damos a algo o a alguien pero que en realidad no lo tiene. Su valor viene de fuera. Por ejemplo, ¿qué valor tiene un cuadro? Un cuadro es un lienzo pintado al que se le ha colocado un marco. Su valor intrínseco es mínimo. Pero su valor final va a depender de factores externos como el momento y, sobre todo, de la persona que haga la valoración.

¿Qué ocurre cuando confundimos los valores? ¿Qué ocurre cuando se relativiza el valor intrínseco y polariza el valor extrínseco? Sucede algo curioso. Aparentemente todo va bien, pero, en el fondo, todo deja de funcionar. Tú puedes desear construir un castillo para estar seguro y ser feliz, pero ¿sabes lo que va a ocurrir? Que cuando te dispongas a entrar en él, descubrirás que no existe, que el castillo era más fruto de la imaginación que de la realidad. Y esto pasa porque con frecuencia olvidamos que los castillos sólo se construyen con los valores reales.

VALORES DEL MUNDO

Hablemos de los valores que usa nuestro mundo. Los valores que usa el mundo no sirven más que para crear tensiones, rivalidades y frustración. Fijemos nuestra atención en tres “valores” que nuestro mundo nos ofrece y que sin darnos cuenta pueden afectarnos a todos, incluidos los creyentes: “ser el más rápido”, “ser el primero” y “ser el mejor”. Es increíble cuántas cosas hacemos a lo largo de la vida motivadas por lo que acabamos de mencionar. Consideremos estos tres “valores”:

Ser el más rápido: Una de las cosas que más se valora hoy es la rapidez. Piensa en Internet, el trabajo, el deporte, el aprendizaje y así podríamos seguir con un largo etc. La rapidez es algo que el mundo valora mucho, demasiado diría yo. No es suficiente con ser rápido o muy rápido, no, lo que nuestro mundo propone es ser el más rápido. Permíteme un ejemplo: la prueba reina que evalúa la rapidez en el deporte es la carrera de los 100 metros lisos. Si yo te pregunto ¿quien es el más rápido del mundo?, tú me dirías “Usain Bolt”, y si te pregunto ¿quién es el que ocupa el lugar 14 en rapidez? ¿qué pasaría? Ni Google recoge este dato. Esto nos indica que nuestro mundo no valora ni siquiera a los que son rápidos. Esto supone un problema que causa muchos dolores y frustraciones. Se valora a “uno” y se desprecia a los demás. Apliquemos esto a otros ámbitos de la vida y verás que muchas frustraciones vienen por sentir el desprecio de los demás, por no ser lo suficientemente rápido a la hora de hacer las cosas.

Ser el primero: Sin duda que ganar nos da a todos mucha satisfacción. Hay dos verdades a tener en cuenta: a) Uno no puede ser el primero en todo y b) uno no puede ser siempre el primero en algo. Esto debería estar bien metido en la mente de todos porque, aunque a nivel teórico todos lo aceptamos, en la vida práctica no. ¿Qué ocurre cuando uno no es el primero en nada? Si ser el primero supone “éxito”, no ser el primero puede ser considerado como “fracaso”. Aquí está otro de los problemas del ser humano, la sensación de fracaso, el no valer, no contar. ¿Por qué ocurre? Por tener como referente algo tan equivocado como no ser el primero en algo. La situación se agrava cuando a la sensación de fracaso se añade otro inconveniente: la rivalidad. Mal asunto este, por generar un mundo difícil en el que lo que importa no es la superación personal sino el ganar a los demás.

Ser el mejor: Hace algún tiempo alguien me dijo: “Recuerda bien esto: no hay alguien que sea el mejor o el peor en algo. Siempre habrá alguien que sea mejor que tú y alguien que sea peor”. Me gustó este planteamiento porque con él, uno tiene motivos para estar animado. Ayuda a aceptar la realidad de cada uno. Indica que pretender ser el mejor es un imposible. Aquellos que no tengan en cuenta esto entrarán en el callejón sin salida de “la envidia”. Quién pretende ser el mejor se convierte en un envidioso compulsivo. Este es uno de los peores males de nuestro mundo porque el envidioso, jamás disfruta, sufre, hace sufrir y termina como un lobo solitario.

VALORES DE DIOS

El plan que Dios nos propone es muy diferente al plan del mundo. Dios no quiere un mundo de rivalidades, peleas y desacuerdos. Dios busca un mundo de armonía, entendimiento y felicidad. Cuando uno se acerca a la Biblia, encuentra sabios consejos que transformarán el mundo. Cada consejo es un valor en si mismo. Hablemos de los tres valores que sustentan a todos los demás: “La fe”, “la esperanza” y “el amor” ( 1ª Corintios 13:13). Algo a destacar es que ninguno de estos valores precisan ser ni el más rápido, ni el primero, ni el mejor. Dios dio a cada uno según quiso y Dios pedirá a cada uno según su capacidad. ¡Qué buen planteamiento! Estos valores sirven para todos, porque hacen posible que cada uno pueda ser el más rápido, el primero y el mejor pero consigo mismo. No requiere la competición ni la comparación con los demás. ¿Cómo se avanza y se gana en esta carrera? Ayudando al otro y haciendo que el otro sea el primero Y curiosamente ¿sabes qué ocurrirá? Que ayudando a los demás te ayudas a ti mismo y haciendo que gane el otro, ganarás tú. ¡Admirable!

Fíjate bien en el trasfondo de los valores que Dios nos propone:

La fe. Nos permite estar donde todavía no estamos: la eternidad.

La esperanza. Nos permite tener siempre el ánimo adecuado. No importa si te cansas, desanimas, o te paras en la carrera, eso no es causa de descalificación. Dios trabaja con la esperanza para todos, especialmente con los que están peor situados.

El amor. El amor trabaja sobre nuestras intenciones. Cuando uno ama y su deseo es bueno se convierte en un triunfador. No importan los errores o los desaciertos.

CONCLUSIÓN

Dos mecanismos se te ofrecen para hacer que todo funcione en tu vida, familia e iglesia: los pseudo-valores del mundo y los valores de Dios. ¿Con qué te quedarás tú? Dios te invita a analizar tus valores y ver si están bien escogidos. Desear ser el más rápido, querer ser el primero o buscar ser el mejor, no son valores que te ayuden a construir verdaderos castillos. Por el contrario, trabajar en la fe, la esperanza y el amor, te harán fuerte, seguro y, sin duda, te ayudarán a ser una persona que triunfes en la difícil carrera de la vida.

En el cielo todo funciona bien. ¿Sabes por qué? Tienen lo que vale de verdad. Ojalá que tú hagas lo mismo.

Que Dios te bendiga. AMEN.

Hay un comentario

  • Jorge Eliecer Diaz L dice:

    ¡Excelente! Los valores como la fe, la esperanza y el amor son para la eternidad. La vida no es una competición, es ayuda mutua.

Revista Adventista de España