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“Y volvieron de reconocer la tierra al fin de cuarenta días. Vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros a nuestra parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos. Y dieron la información a ellos y a toda la congregación, y les mostraron el fruto de la tierra.” (Núm.13:25, 33, 26).

SITUACIÓN DE ISRAEL

El pueblo de Israel ha llegado a las puertas de la tierra de Canaán. Delante de ellos se extiende una tierra que va a cambiar las expectativas de un pueblo que lleva siglos de penuria y de desencanto. Pero antes de que se haga realidad su sueño, hay algo que deben hacer: inspeccionar la tierra. Esa inspección debía ser larga: 40 días. Debían hacer una inspección de lo más significativa: las ciudades, las tierras, las personas… y el texto de arriba recoge el resumen de los 40 días de observación.

¿Cuál fue el resultado de ese informe? Lo encontramos en el siguiente capítulo donde leemos: “Y los varones que Moisés envió a reconocer la tierra murieron de plaga delante de Jehová, pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone quedaron con vida” (Núm. 14:36-38). ¿Cuál fue el pecado que cometieron aquellos espías al dar su informe? Y ¿ese pecado fue tan grave como para que Dios tomase una decisión tan drástica?

EL PECADO

Si analizamos el informe nos damos cuenta de una realidad, todas las cosas que allí se cuentan son ciertas. La tierra fluye leche y miel, cierto; el pueblo de aquella tierra es fuerte, cierto; las ciudades son grandes y fortificadas, cierto; allí había gigantes, cierto. ¿Dónde estuvo su error? En el libro de Josué 14:8, habla Caleb y dice: “Y mis hermanos, los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón del pueblo…” ¡Interesante declaración! El error cometido no estuvo en las verdades que dijeron, sino en el efecto que produjeron esas verdades en el pueblo de Dios. Aquel informe desanimó al pueblo. ¿Qué ocurrió en realidad? El informe hizo que la mirada de aquel pueblo cambiase de dirección. En lugar de mirar a Dios se fijó en el hombre y como resultado el plan de Dios tuvo que cambiarse. ¡Qué gran lección se extrae de esto! Cuando un creyente deja de mirar hacia arriba, lo que está haciendo es cerrar las ventanas de la fe y abrir las puertas de la humanidad. El efecto se deja entrever claramente en el texto: en lugar de ser fuerte, se torna débil; en lugar de ver su presente con optimismo, lo ve oscuro y tenebroso.

EL ÁNIMO

Te has preguntado alguna vez ¿cuál es una de las funciones más importantes de un creyente? Es una buena pregunta que requiere una buena respuesta. Si te fijas bien la misión de Jesús, mientras estuvo en esta tierra, fue la de animar. Analiza sus mensajes, sus juicios, sus promesas y verás que todo tenía un propósito claro: levantar su ánimo. Sus palabras siempre estaban impregnadas de aliento, de oportunidad, de confianza…

Es de suma importancia que cada uno de nosotros recoja este mensaje y se convierta en un mensajero de esperanza y de ánimo. Nuestra labor debe centrarse en cerrar las puertas de la humanidad y abrir las ventanas de la fe. Recordemos que nuestra misión no consiste simplemente en decir las verdades, sino evaluar el efecto que esas verdades producen en aquellos que nos escuchan. Por el texto de hoy vemos que a Dios le importa mucho este tema. Es en este sentido que debemos interpretar el texto de Pablo cuando escribe: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” 1ª Cor. 10:23, 24.

ALGUNAS PREGUNTAS INTERESANTES

Después de todo lo dicho me gustaría plantear dos preguntas:

  1. Si la experiencia de explorar la tierra fue tan mala, ¿por qué Dios mandó que fuesen a hacer la exploración? La experiencia vivida por Israel en las fronteras de la tierra de Canaán representa la situación que viviremos todos, justo antes de la venida de Cristo, es decir, antes de que entremos en la tierra prometida una de las cosas que Dios hará será mostrarnos a cada uno su realidad. ¿Qué quiere decir esto? Con frecuencia cada uno tiene una idea de sí mismo que no coincide con su realidad. Piensa por un momento en el apóstol Pedro, él tenia la idea de que era el mejor de los discípulos. Recuerda sus palabras a Jesús: “Señor aunque todos te negaren… yo no.” Poco más tarde se vio no sólo negando sino maldiciendo a su Maestro. Una pregunta para pensar ¿quién eres tú? Lo has descubierto ya o todavía sigues pensando que tu puedes dirigir tu vida y que tan sólo necesitas cambiar alguna cosa. Esto es lo que pasó con Israel, pensaba que todo estaba bien y que no había nada que cambiar. De pronto Dios les confrontó con su realidad y vieron que no era posible hacer realidad su sueño.
  2. ¿Qué le faltó en realidad a aquel pueblo para poder entrar en la tierra de promisión? Algo tan sencillo y a la vez tan complejo como es la fe. La fe es una virtud sencilla, tan solo tienes que decir sí a Dios. Pero a la vez es compleja, porque podemos convertir la fe en presunción: y eso ya no es fe. El Señor intentaba decir a aquel pueblo que para poseer la tierra que fluye leche y miel tan solo necesitaban una cosa confiar en Él. Pero eso fue lo que no tenían y por ese motivo no pudieron cumplir su sueño.

CONCLUSIÓN

¿Recordáis el texto que Pablo escribió en Romanos 15:4? “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.” Dicho de otra manera:

  1. Necesitamos saber quiénes somos en realidad. Con frecuencia nos vemos mejores de lo que somos y esto hace que no aprendamos a depender totalmente de Dios.
  2. Con frecuencia asociamos pecado con mentira y olvidamos que también se puede pecar con la verdad cuando el uso de ésta desanima a que el pueblo de Dios avance.
  3. Dos formas de mirar la vida: visión humana y visión divina. Con la primera nos vemos pequeños y nos llenamos de miedos, con la segunda seremos grandes y valientes.
  4. La fe es el único medio que Dios ha provisto para entrar en la eternidad. Sin fe no será posible llegar al hogar porque todo lo que veremos al final se convertirá en murallas infranqueables, ciudades fortificadas y gigantes que nos devorarán.

Termino diciendo que el propósito que Dios quiere para ti no es que entres en el desánimo sino que tu vida esté llena de esperanza, al igual que sucedió con Caleb y Josué. Recuerda que Dios nos ha entregado la tierra que fluye leche y miel, tan solo necesitamos tener los ojos de la fe. Ellos nos ayudarán a ver que todo es posible.

Que Dios te bendiga. AMÉN

Revista Adventista de España