Skip to main content

“… ¿Qué quieres que yo haga.” (Hechos 9: 6)

El capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles nos presenta un tema de suma importancia: la conversión. Este es un término muy usado en los ámbitos de la iglesia lo que nos permitirá ahondar sobre ello.

LO QUE SOY
¿Crees que creer y ser creyente es la misma cosa? Quizás visto de una forma superficial parezca lo mismo, pero considerado con detenimiento, no lo es. La palabra “creer” sólo afecta al ámbito intelectual. Yo creo aquello que veo, entiendo o acepto. Por ejemplo, yo puedo decir: creo en la materia, creo en la educación o creo que Cristóbal Colón descubrió las américas. Por el contrario la palabra “ser creyente” hace referencia a mi esencia, a lo que yo soy. Fíjate en el primer versículo: “ Y Sáulo respiraba amenazas y muerte contra los discípulos..” (Hechos 9: 1) Curiosa descripción. ¿Qué podemos decir? Que Pablo creía, pero no era un creyente. Porque dime ¿desde cuándo un creyente respira amenazas contra los demás, desde cuando un creyente busca la muerte de alguien? Este espíritu contrasta con las palabras de Jesús: “Oísteis que fue dicho…. Pero yo os digo: Amad a vuestro enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” (Mat. 5: 44, 45)

LA CONVERSIÓN
Sin duda si tuvieras que definir la conversión lo harías acertadamente. Pero hay dos cosas que me gustaría traer a tu consideración. La primera es ¿cuántas conversiones hay? La segunda ¿cuál es el propósito de la conversión? Comencemos por la primera. Cuando se habla de la conversión, uno piensa en ese momento en que decidió entregar su vida a Cristo y que culminó finalmente con el bautismo. Entregar nuestra vida a Dios es el paso más importante que como creyentes podemos dar. Pero no nos equivoquemos, la cosa no termina aquí, una vez que hemos tomado la decisión de bautizarnos, se inicia otro proceso que se conoce como la segunda conversión. Si la primera conversión consiste en un cambio de planteamientos, de objetivos, de miras…, es decir, un cambio de creencias, la segunda consiste en un cambio de lo que somos. Por eso este cambio también se le conoce como la “transformación”.

En cuanto a la segunda pregunta diremos que, además de bueno, es necesario tener una imagen más o menos ajustada del objetivo que queremos alcanzar. Es otras palabras, debemos saber cómo tenemos que llegar a ser. Sólo así la transformación irá en la buena dirección, reconoceremos cuánto nos falta y además podremos saber si lo que hago es correcto o incorrecto. Para fijar ese objetivo el mejor referente es Jesús. Jesús nos dio ejemplo cuando dijo: “Ejemplo os he dado para que como yo he hecho vosotros también hagáis” (Juan 12: 15). Jesús es el mejor referente para saber a dónde tenemos que llegar.

PELIGROS
Hay dos peligros que me gustaría considerar. El primero es que solemos olvidarnos de la segunda conversión (la transformación) y ¿por qué sucede esto? Porque entregar la vida a Jesús puede llenar todas mis expectativas creyendo que, en realidad, ya se ha hecho lo que había que hacer. El segundo es justificar mis defectos, por las circunstancias adversas que tengo que vivir. Ahondemos un poco más en esto, el bautismo es una decisión que nos pone en el camino correcto para iniciar todo un proceso de cambio. Cuando uno se bautiza, se siente feliz y en paz porque se encuentra en las manos de Dios. Ahora el Señor desea realizar su obra en nosotros: convertirnos en esas nuevas criaturas de acuerdo a su plan original. Esta es una empresa difícil en la que debemos luchar contra nosotros mismos, con nuestras tendencias, gustos y deseos naturales. Cambiar la forma de pensar es difícil, pero cambiar la forma de sentir es más difícil todavía. Pero ese es el desafío. Si conseguimos cambiar nuestra forma de sentir, cambiaremos nuestra forma de pensar y por supuesto, cambiaremos también nuestra forma de actuar, incluso en las situaciones adversas.

LAS CIRCUNSTANCIAS
¿Qué es una circunstancia? Es un contexto en el que nos vemos inmersos en un momento dado. Este contexto nos influye y afecta mucho más de lo que nos imaginamos hasta el punto de que, en general, los seres humanos solemos ser movidos por éstas sin que nos percatemos de ello. El comportamiento natural de cualquiera es el de la reacción, es decir, actuar de acuerdo al estímulo que tenemos delante. Es deber del creyente no depender de las circunstancias, sino de lo que somos y creemos. Jesús mostró esto a lo largo de su ministerio. Su comportamiento siempre dependió de lo que Él era y no de las circunstancias en las que vivió. ¡Cuánto desea el Señor que le imitemos en esto! Sé que actuar de esta manera no es fácil, por eso la necesidad de la segunda conversión.

CÓMO CAMINAR POR ESTA VIDA
El capítulo 9 de Hechos nos da dos imágenes muy interesantes de cómo caminar mientras vivimos: 1) “Mas yendo por el camino…, repentinamente (a Pablo) le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayó a tierra.” (Hechos 9: 3) ¿Ves la primera imagen? Mientras Pablo va por el camino, el Señor se le aparece y Pablo cae. Esta imagen nos muestra cómo se debe caminar por la vida. Hay quien piensa que la mejor forma de hacerlo es, cuanto más alto mejor y olvidamos que la altura produce inestabilidad. El consejo divino es que la mejor forma de caminar por la vida es con humildad y sencillez, sin grandes pretensiones pero deseosos de servir. Cuando uno camina humildemente, se vuelve seguro y estable. De esta manera difícilmente caerá, con lo que el dolor, el sufrimiento u otras cosas como la frustración, el desencanto… etc. raramente se producirá.
En el versículo 8 se nos da la segunda imagen, digna también de mencionar: “Entonces Pablo se levantó de la tierra y abriendo los ojos no veía.” ¡Interesante! Esta imagen me indica que cuando uno se eleva y se vuelve orgulloso, se convierte en un ciego cumpliéndose las palabras de Jesús: “Hay quien teniendo ojos no ve…”.

CONCLUSIÓN
Nuestro mayor desafío no es creer, sino convertirnos en creyentes. Para ello necesitamos dos conversiones. La primera consiste en ponernos en el camino adecuado, la segunda es matar al viejo hombre para que salga la nueva criatura; labor ardua y difícil, pero hermosa, que trae siempre grandes satisfacciones.
Pablo dijo cosas muy importantes y necesarias, de las cuales yo destacaría la frase lapidaria que todos conocemos: “Señor qué quieres que yo haga” (Hechos 9: 6). Ojalá que en tu caminar por este mundo permitas que el Señor haga contigo su obra: la maravilla de convertirte en una nueva criatura. Que Dios te bendiga. Amén.

Revista Adventista de España