Foto: (cc) Public Health Image Library, #10816 . Esquina: Pedro Torres, editor.
El ébola está en boca de todos, con una tasa de mortalidad del 65% hasta el 90%. Con algunos retrovirales experimentales y el suero de pacientes que han sobrevivido, la supervivencia dependerá de la fortaleza de cada individuo.
En el caso de Teresa Romero, la auxiliar de clínica española contagiada accidentalmente, parece que la suministración de suero de la misionera Paciencia Melgar combinado con otros medicamentos, ha logrado su supervivencia. Tras este patrón, 60 voluntarios se han inyectado parte del virus del ébola para buscar una vacuna. La supervivencia a la enfermedad hace que la sangre del superviviente pueda ser la cura para otros. Para ello, hay que contagiarse primero del virus, luchar contra él y vencerlo.
Esto me llevó a pensar en otra enfermedad cuya tasa de mortalidad es del 100%. En la Biblia se le llama pecado. Lo más triste es que todo ser humano en este planeta, salvo Adán y Eva, nace contagiado (Romanos 5:12) y condenado a morir (Romanos 6:23).
Sólo Uno capaz de contagiarse voluntariamente del virus del pecado para vencerlo podría dar esperanza a la humanidad. Jesús se presentó voluntario para, más que contagiarse del virus, hacerse virus (2 Corintios 5:21), algo que la mente humana no puede llegar a entender plenamente.
Esta figura ya se dio en el desierto, cuando Moisés hizo una serpiente de bronce para que aquellos que fueran mordidos por una, mirando a esa serpiente fuesen sanados (Números 21:9). Esa serpiente simbolizaba a Cristo, hecho serpiente (pecado o virus), cargando sobre sí mismo el mal.
Sólo tras estar bajo “aislamiento” en la cruz y en la “cuarentena” de la tumba, Jesús logró vencer al ébola del pecado (Romanos 5:10). ¿El resultado? Cristo desarrolló por su lucha contra el virus del pecado, los anticuerpos que pueden sanar al resto de enfermos, tú y yo (Colosenses 1:20). Jesús puede cumplir sus promesas y sanar (salvar) al pueblo por su sangre, con “anticuerpos” por haber vencido al pecado (Hebreos 13:12).
El ébola del pecado ya no tiene una tasa de mortalidad del 100%. Podría tener una tasa de curación del 100%, pues la sangre de Cristo nos limpia de todo vestigio de la enfermedad (Efesios 1:7; Colosenses 1:14). El único impedimento es que el paciente quiera esa transfusión de “sangre sanadora” voluntariamente, querer “contagiarse del anticuerpo”. La invitación es clara: “acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).
El caso está perdido, sólo se puede ganar, ¿probarás a contagiarte de Jesús?
Gracias a Dios tenemos una puerta de escape.