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Comprendiendo el cielo en la tierra: reflexiones sobre educación global en el marco de los principios adventistas.

En estos tiempos de crisis es esencial adaptarse y aprender nuevas formas de organización. Necesitamos reconsiderar, como sociedad, hacia dónde queremos ir.

La pandemia mundial del COVID-19 nos pilló de imprevisto, con materia que impartir, notas que poner, informes que rellenar, etc. Se ordenó la interrupción de las clases y con ello empezó el famoso “teletrabajo”. Pero como maestra de Educación Física no conseguía entender el aprendizaje de la actividad física y el deporte a distancia. Fueron jornadas laborales intensas, sin horarios y trabajando desde una perspectiva más amplia, con la finalidad de que la ilusión de nuestros estudiantes perseverase desde sus casas.

Una de las cosas más importantes para mí es el contacto físico y visual con mis alumnos. A lo largo de mi corta experiencia como docente, muchas veces me he preguntado si en algún momento el mundo digital llegaría a reemplazarnos. Claro que las videollamadas y las clases online han sido la solución, pero eso no ha sustituido el contacto humano, una mirada o un abrazo.

¿Educación Física a distancia?

A lo largo del confinamiento he podido reflexionar sobre cómo afrontaría la enseñanza de la Educación Física. Deportistas, estudiantes, licenciados en Educación Física, entre otros, han ido compartiendo contenidos relacionados con la importancia de mantenerse activos en casa, debido al aislamiento social para así mantener un estado de salud físico y mental adecuado. Hemos observado cómo las clases presenciales han sido sustituidas por las virtuales, gracias al progreso de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación). Los patios, las pistas de fútbol, los polideportivos, etc, han quedado vacíos pero gracias a las orientaciones virtuales de los maestros, han sido trasladados a los distintos hogares.

Así hemos podido comprobar cómo, esas asignaturas que considerábamos “secundarias” o menos importantes, se han convertido en esenciales. No solo la mía, Educación Física, sino también el arte y la música.

Durante la cuarentena los docentes sabíamos que, más importante que cuidar del rendimiento académico de nuestros alumnos, era cuidar de su salud emocional, de su corazón. Muchos de ellos estaban asustados, tenían miedo del virus, tenían familiares enfermos, echaban de menos a sus amigos, sentían estrés por el encierro… Y en esas circunstancias, la Educación Física y las artes se revelaron como herramientas muy poderosas para luchar contra el miedo y temor que amenazaba la salud emocional de los niños.

Atendiendo sus emociones

Tuvimos, más que nunca, que cuidar de todas las facetas de nuestros alumnos: su desarrollo intelectual, pero también y sobre todo, su salud física, mental y espiritual. Y pudimos comprobar cómo realizar una sencilla rutina de ejercicios en familia, escuchar una música tranquila o elevadora, o hacer una manualidad podía ayudarles a combatir ese estrés y darles la paz que tanto necesitaban. Y precisamente aquí, es donde se muestra el lado humano, ese que ningún ordenador podrá reemplazar. Nuestro objetivo no es solo transmitir conocimiento; también nos interesa transmitir calor humano, ese contacto individual y personalizado con los alumnos y las familias de forma constante.

Si analizamos la forma en que Jesús se acercaba a las personas, era exactamente así. Jesús veía la complejidad de las personas y leía su corazón. Cuidaba de forma muy especial sus emociones y atendía sus necesidades más profundas antes de enseñarles. No tenía miedo de tocar a los enfermos o a los pobres porque sabía que, por encima de su necesidad de sanidad o recursos económicos, tenían una profunda necesidad de cariño, de aceptación, de contacto humano.

“Tocando” sus corazones

Ese contacto que tanto necesita el ser humano es lo que más les ha faltado a nuestros alumnos. Y ante la posibilidad de que esta situación se vuelva a repetir, es probablemente el mayor reto al que nos enfrentamos como docentes. Seguiremos enseñando, sí. Seguiremos ideando métodos para poder transmitirles a distancia los conocimientos que necesitan. Pero sobre todo seguiremos encontrando nuevas formas de “tocar” sus corazones. De que nos sientan cerca a pesar de la distancia. De que sepan que su maestra, su colegio, están ahí para ellos aunque no nos podamos tocar. Y de que, a través de nuestro amor, recuerden que hay un Dios en el cielo que los ama con locura y que también quiere “abrazarlos” en la distancia.

Pero tenemos un reto más, tal vez más difícil. Si podemos volver a las aulas de manera “normal”, ojalá recordemos el papel fundamental que durante esta crisis jugaron las asignaturas “olvidadas” y les demos la importancia que realmente tienen. Y sobre todo, ojalá sigamos cuidando de la salud emocional de nuestros alumnos de la misma manera y con el mismo cariño. Como lo haría Jesús.

Autora: Anna Judith Ferrer, profesora de primaria en el Colegio Adventista de Sagunto (CAS).
Imagen: Photo by Channey on Unsplash

Revista Adventista de España