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El 2 de julio es un nuevo aniversario para mí.

Ese día, hace 53 años, decidí aceptar la invitación de Jesús de pertenecerle y así lo hice por medio del bautismo.

Mi madre lo hizo también ese mismo día. Nuestro texto para ese día fue: “Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida”. Y cada 2 de julio de cada año desde entonces, lo hemos celebrado juntas o al menos nos hemos hecho una llamadita cómplice: era “nuestro día”.

Este año, es el primero en que lo cumplo sola: ella ya no está. Pero en mi recuerdo está y estará porque ella me dijo: “Tú, Elvira, siéntate a esta mesa. Y escucha.” Era el primer estudio bíblico que ella recibía… y yo, sin saberlo, también. Entre semana, ella se cuestionaba cosas que no veía claras y yo, con 10 años, se las explicaba con textos de la Biblia que habían quedado en mi memoria. Ella siempre fue mi “guía espiritual” en esta tierra. Gracias, mamá, por lo que fuiste y porque me enseñaste a confiar en él y no me dejaste “huérfana”.

Fue la decisión más importante que he podido tomar en mi vida y de la que nunca me he arrepentido. Soy feliz de saberme amada y protegida por él. Ha sido y es mi Amigo, mi Salvador, mi Dios. El ha buscado siempre una relación más cercana a pesar de mi poca fe. He conseguido “interpretar” sus “guiños de ojo” en mis momentos felices y también he sentido su consuelo en mis momentos tristes; en la angustia, mi refugio, mi bálsamo, mi guía. ¡Cuántas gracias tengo que darte Señor por ello!

En este día también tengo que dar las gracias a todos aquellos que con su testimonio, sus palabras, sus mensajes, sus predicaciones, su conocimiento profundo de las Escrituras, a aquellos en quienes descubrí que llevaban la impronta de Dios en ellos, todos éstos, me fueron guiando paso a paso, bajo la dirección de Dios, al conocimiento y la experiencia que hoy tengo de Él. Son muchos, muchísimos; quizá algún día me pondré a escribir nombres…

Me queda decir, en este día, que el camino del cristiano no siempre es fácil. Satanás está al acecho para desanimarnos, para que desconfiemos de Dios y tratará de hacernos daño de todas las formas posibles. No, no son enemigos que vienen de frente, esos tiempos pasaron. Ahora es más sutil: pueden ser de nuestra familia, de nuestros amigos, de entre los que más respetamos por su “talla ética”, su “nivel” o su “espiritualidad”.

Cuidado, no nos dejemos engañar: “Mi confianza está puesta en Dios”, nunca debemos depositarla en nadie más. Los hombres pueden fallarnos, pero Él nunca.

Termino con un texto que me sostuvo en momentos muy difíciles: “Aunque ande en valle de muerte, no temeré, porque tú estarás conmigo.”

NO TENGO NINGUN TEMOR; DIOS ESTÁ CONMIGO.

Deseo que tú también lo sientas así y tengas paz, aún en medio de “tus tormentas”.

Un abrazo, Elvira.

Revista Adventista de España