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Hace unos días leía en un foro económico un comentario que llamó mucho mi atención: “esto va a ser un cambio en el orden mundial. Es mucho más que un cisne negro[1], son varios a la vez y la situación se va a poner peor en los próximos meses”. Lo decía una persona descreída, poco dada al pensamiento conspiranoico…, y sin embargo era capaz de intuir, de ver algo que está pasando delante de nuestras narices y de lo que nosotros como adventistas llevamos desde nuestros orígenes hablando, y quizás, sólo quizás, desde hace tiempo un poco olvidado.

Cisnes negros

Un cisne negro es una metáfora que se emplea para describir acontecimientos sorpresivos que tienen un gran impacto socioeconómico, afectan de forma importante a la economía o a la política mundial, y se caracterizan por tener predictibilidad retrospectiva. Es decir, una vez que han sucedido, y solo entonces, se dan evidencias de que dicho hecho se podía haber evitado o prevenido y se crean teorías que explican por qué se llegó a producir.

Conforme el mundo se ha hecho más complejo y global es más común la aparición y presencia de estos “cisnes”. En la historia reciente encontramos eventos aparentemente inevitables y súbitos –cisnes negros-, que han cambiado el rumbo de la misma. La Primera Guerra Mundial, el Crack de 1929, la Segunda Guerra Mundial, el 11S, la caída de Lehman Brothers, el Brexit…, son ejemplos de este tipo de terremotos no predecibles y que tuvieron importantes consecuencias, no solo en lo económico sino también en aspectos sociales considerados fundamentales, pudiendo alterar políticas nacionales e internacionales de modo significativo.

En dicho sentido, esta misma semana podíamos escuchar al gobernador del Banco de España advertir de que nos “enfrentamos a una perturbación de la economía sin precedentes”. Asimismo, la presidenta A. Merkel, en su primer discurso solemne a la nación alemana en catorce años, decía: “desde la segunda guerra mundial no ha habido un desafío para nuestro país que dependa tanto de nuestra acción conjunta y solidaria. […] El coronavirus está cambiando la vida de nuestro país de forma dramática. Nuestra idea de normalidad, vida pública e interacción social están siendo puestas a prueba como nunca antes”.

Aceleración alarmante

Los cambios son más rápidos de lo que ni tan siquiera podíamos imaginar.

Los que ya peinamos alguna cana o se nos ha caído el pelo (no hace tanto) recordamos nuestra entrada en el mercado europeo, en el espacio Schenghen, el poder circular libremente entre países y con ello la sensación de pertenencia a algo nuevo: Europa. Recordamos los bloques y la guerra fría, y sobre todo la caída del muro de Berlín. Hemos visto cómo se derribaban regímenes en diferentes partes del mundo como en la primera guerra de Irak, y cómo tras el 11S todo cambiaba en torno a la seguridad mundial. El mundo no volvió a ser igual.

El enemigo en muchas de estas ocasiones era físicamente reconocible; tras el 11S se convirtió en algo más difícil de identificar y algunas piezas del tablero internacional y el orden mundial cambiaron. Hoy el enemigo no parece físico, aunque lo sea; no es identificable con ese o aquel país, con un grupo u otro. Sin embargo, aquí está batallando con todo el mundo en aras de conseguir un mundo nuevo, un orden diferente. Pronto veremos quizás, según se anuncian, relocalizaciones de empresas, nuevas normas para movernos, para estar incluso en nuestros países. Es una lucha de todos contra algo imperceptible, que requiere de responsabilidad, respeto y solidaridad, además de mucha empatía con el prójimo, reconocimiento de los valores del resto y capacidad de superación.

Sin embargo sabemos que nuestro enemigo va mas allá, y no luchamos contra carne y sangre. Este enemigo se las arreglará para ir moviendo piezas en el tablero, como ha hecho a lo largo de la historia, pasando por diferentes sistemas políticos de toda índole.

Estamos viviendo tiempos proféticos, siempre los hemos vivido, pero la magnitud y la rapidez de los movimientos actuales es inusitada. La aceleración es alarmante.

No obstante, sabemos que Dios está al control, no lo olvides: Dios ya anunció que el tiempo se acortaría por el bien de su pueblo. No sé si estamos en ese tiempo, no sé si es el fin del mundo, pero sí sé que nos acercamos a ese momento y que tenemos un Dios que nos protege y nos advierte.

En estos tiempos de inseguridad no nos queda otra que aferrarnos a Él; tampoco se ve pero esta ahí, mucho más fuerte que un virus y mucho más poderoso que todos nuestros enemigos, pues incluso en el fatal desenlace de la muerte, en Él encontramos salvación.

Olvido, normalidad y esperanza

El pueblo de Israel muchas veces olvidó todo lo que Dios había hecho por él, olvidó su salida de Egipto y la forma milagrosa en la que se produjo con múltiples hechos extraordinarios para no olvidar jamás. No lo hizo inmediatamente y constituyó fechas y ritos para recordarlo, pero se olvidó pasado un tiempo. Pensemos en episodios como el cruce del mar rojo, la fabricación del becerro de oro, el no entrar en Canaán hasta pasar una generación entera por su falta de fe y amnesia colectiva… y sobre todo al no reconocer al Mesías, tantas veces anunciado, y finalmente al clavar a Jesús en la cruz.

El ser humano es así: olvida. ¿Te vas a olvidar de este tiempo tan especial?

Te sugiero que hagas tu altar particular, tu recordatorio, tu cuaderno de bitácora o diario para que cuando esto pase, que pasará más pronto que tarde, no sigas con tu vida normalmente como si nada hubiera pasado; esa también será una estrategia para hacernos errar en el blanco. El ser humano tiene una resiliencia enorme y es capaz de normalizar situaciones que no lo son, de acostumbrase a ellas y superarlas, de habituarse por mucho que a veces creamos que no.

Sin embargo, no olvides que esto no es normal y Dios quiere que te aferres a Él con todas tus fuerzas porque el tiempo se acaba y pronta está su venida. Usa el tiempo de gracia, el tiempo de confinamiento, para acercarte más a Dios, entender su plan y saber que, aún en las dificultades, aún cuando gigantes cananeos e imperceptibles virus como el actual, si Dios está al frente podemos confiar en que nuestra es la victoria.

En estos momentos, no pienses en lo malo que está por venir, no te dejes llevar por el abatimiento general y las malas noticias, no seas catastrofista, sé esperanza. Dios está al frente. No olvides que hasta aquí Él nos ha conducido y lo seguirá haciendo hasta la tierra prometida. Como dijo Josué: “Yo y mi casa serviremos al Señor” (1:9). No olvides su cuidado pues eres su escogido y aprovecha esta situación porque al que cree todas las cosas le ayudan a bien. Él no se ha olvidado de ti y te sostendrá.

Un abrazo sincero en esta crisis y espero que nos veamos pronto allá dónde no habrá mas muerte, ni llanto, ni dolor. Maranatha.

Autor: Josué Gil Soldevilla, doctor en Filosofía y profesor, miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Calahorra.
Imagen: Photo by Paul Fiedler on Unsplash
Notas:
[1] La expresión “Cisne negro” fue acuñada por el filósofo e investigador libanés Nassim Taleb.

 

2 comentarios

  • Marcelo Finuchi dice:

    Excelente artículo que nos lleva a reflexionar, y en un buen momento ya que todos estamos en casa, en relación a los eventos de los últimos días.
    Yo sí creo que ya hemos comenzado a transitar el final y habrá que acostumbrarse a este tipo de privaciones, angustia, escasez o dificultad para conseguir alimento o lo que sea. Es como si Dios no haya dado este tiempo para que nos preparemos, tranquilos en casa, para lo que sigue. Un mimo antes de la tormenta, y en medio de una tormenta.
    El Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró que la economía mundial entró en recesión; el papa hace unos días absolvió a todo el Mundo de sus pecados y recomendó observar el sábado, al igual que los judíos, como un día de descanso para la familia…
    Para algunos que todavía tenemos pelo, pero nos hicimos reflejos para que no se noten las canas, si la economía mundial va camino al colapso y eso ocurre, de allí a que la figura de “Pancho” como le decimos los argentinos a Francisco, sea aglutinante y ecuménica, y al abrazo extendido desde el Vaticano hasta la Casa Blanca, hay un paso.
    Creo que la idea del autor de este artículo ha dado en el blanco: aprovechar estos días en que el mundo entero está paralizado, para pensar y prepararnos.

Revista Adventista de España