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Queridos padres:

¿Recordáis esa primera mueca de vuestro bebé en la que se dibujaba su primera sonrisa?

Vuestra imaginación comenzó a volar. Soñasteis con un futuro de risas y juegos, de carreras por el campo y de caras manchadas con el pastel de cumpleaños.

Os propusisteis que haríais todo lo que estuviera en vuestra mano para que vuestro bebé fuera feliz.

Pero la vida, incluso la vida de niños tan pequeños, puede ser difícil. Esa enfermedad que no puedes evitar, esa separación de un ser querido que nunca hubieras deseado, el no poder dedicarle tanto tiempo como el que te habías propuesto…

Pero no os preocupéis. Hasta en los momentos más difíciles podéis enseñarle a ser feliz. Porque la felicidad no solo es un don, la felicidad también se aprende. Y el aprendizaje empieza por vosotros mismos.

No le deis todo hecho. No va a ser más feliz porque tenga más juguetes, coma solo lo que le gusta o vea en televisión todo lo que le apetezca. Estableced los límites que consideréis necesarios y, dentro de ellos, permitid que desarrolle sus propios gustos, su forma de hacer las cosas. Él no es un clon de vosotros mismos. Lo que a vosotros os parece bueno y deseable puede que a él le haga profundamente infeliz.

Enseñadle a perseguir sus propios sueños, a hacer sus propios proyectos. Y dadle las herramientas para que pueda hacerlo. Enseñadle constancia, esperanza, fidelidad, honestidad y paciencia. Enseñadle dominio propio, a tener criterio y responsabilidad para que pueda volar en solitario cuando vosotros no estéis. Enseñadle a amar, a confiar y a respetar.

¿Cómo? Mediante el ejemplo. Cuando vea que vosotros vivís de acuerdo a ese sistema de valores, y que vosotros sois felices, él querrá imitaros. Si vosotros sois constantes, fieles, honestos y pacientes, él aprenderá a serlo. Si vosotros lucháis por un ideal, él aprenderá a mantenerse firme a pesar de las dificultades. Si vosotros disfrutáis de esta vida que yo os he regalado, él aprenderá a disfrutar. Si vosotros reís, él aprenderá a  reír. Si vosotros sois felices, él aprenderá a ser feliz.

Cuando yo os creé, lo hice para que fuerais felices. Y, a pesar de las dificultades, nunca os he abandonado y siempre os he tendido mi mano para mostraros el camino hacia la felicidad. ¿Creéis esto? ¿Sentís que conmigo vuestra vida es mejor, más plena, más feliz? Enseñadle eso a vuestro hijo.

En vuestras manos he dejado mi tesoro más querido porque confío en vosotros. Y cuando crezca, ya hablaré yo con él.

 

Autora: Esther Villanueva. Maestra de educación infantil y primaria. Coordinadora de la sección infantil de Aula7activa y del proyecto Mi Biblia, mi tesoro.

Foto: Megan Lewis en Unsplash

Revista Adventista de España