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La Biblia es la Palabra de Dios y tiene una función vital en la vida cristiana. Por eso es necesario pensar en su naturaleza y características.

Parece que la mayoría de los cristianos lee la Biblia con una perspectiva devocional, buscando bendiciones y alimento espiritual; en verdad, se espera que la Biblia cumpla esa función. Como afirma el teólogo Bernard Ramm, el énfasis devocional y la práctica de enseñanza de la Biblia son absolutamente necesarios; después de todo, el propósito de la predicación es más que la comunicación doctrinaria o exposición del significado de las Escrituras; «debe alcanzar la vida y la experiencia, y esa es la función de la enseñanza devocional de las Escrituras. Lo vital, personal y espiritual debe estar presente en todo ministerio de la Palabra». [1]

Si la Biblia tiene una función vital en la vida del cristiano, es necesario pensar en su naturaleza o características. Siguen algunas aclaraciones esenciales al respecto. [2]

1. La Biblia es una revelación inspirada

No hay dudas de que «la Biblia es un libro sobrenatural, la revelación escrita de Dios a su pueblo dada por medio de portavoces preparados y seleccionados por el proceso de la inspiración».[3] De hecho, esta ha sido la comprensión de la iglesia cristiana a lo largo de su historia.[4] La argumentación bíblica con respecto a esto está clara en textos como 2ª de Timoteo. 3:16 y 1 Pedro 1:20-21.

Sin embargo, es evidente que la Biblia es un libro escrito por seres humanos, que la compusieron «en medio de sus propias culturas y circunstancias, escribiendo de sus propias experiencias y con sus propias motivaciones para sus lectores». Pero, «Dios supervisó su escritura, de modo que lo que ellos escribieron formó su mensaje con precisión. La Biblia es la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo habla a través de ella».[5]

2. La Biblia es autoritativa y verdadera

Si aceptamos que la Biblia es la revelación inspirada proveniente de Dios, entonces, en consecuencia, es autoritativa y verdadera, constituyendo un modelo para la creencia y el comportamiento humanos. De modo que rechazarla equivale a rechazar la voluntad de Dios.[6] Los aspectos autoritativo y verdadero de la Biblia nos hablan de su confiabilidad: lo que comunica es confiable y, por lo tanto, adecuado para la vida humana. En este sentido, entendemos que la felicidad humana es de pleno interés de Dios; por eso, él no revelaría como autoritativo y verdadero algo que estuviera en conflicto con la seguridad y la plena realización humanas. Al final, como dice el profeta Jeremías, «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis» (Jeremías 29:11).

3. La Biblia es un documento espiritual

A diferencia de cualquier otro libro, la Biblia es la Palabra de Dios, por lo tanto, es un documento espiritual, que puede usarse para varios propósitos: devoción, nutrición, adoración corporativa, predicación, enseñanza, guía ética, etc. Debido a su autoridad y alcance, su papel no se limita solo a orientar en el sentido humano, sino a servir de guía trascendental, pues el Espíritu Santo puede explicar y aplicar su contenido a la vida del lector. Esto significa que la Biblia tiene un poder único y especial que influencia espiritualmente al lector, [7] poder este que no se encuentra en ningún otro libro.[8]

4. La Biblia se caracteriza por la unidad y la diversidad

El tema de la unidad y diversidad en la Escritura ha sido ampliamente abordado en la literatura especializada.[9] Efectivamente, sus libros presentan una secuencia cronológica coherente, cada uno construyendo sobre lo que lo precede en una forma aparentemente consciente y directa. Los cuatro grandes períodos de la narración general de la Biblia retratan la creación, la caída, la redención y la consumación de todos los propósitos de Dios. En consonancia con esto, las porciones de la Biblia, que no son narraciones, la Ley, los profetas, la sabiduría y la literatura epistolar, describen cómo debe conducirse el pueblo de Dios.[10]

Equilibrio

Es necesario enfatizar que «la religión bíblica no es meramente experiencia religiosa; ni sus enseñanzas son especulaciones religiosas. La religión bíblica tiene su fundamento en el conocimiento objetivo de Dios».[11] O sea, la religión bíblica no es puramente relacional, tampoco es puro intelectualismo. De manera que, si es verdad que debemos huir de la frialdad que transforma la Escritura en pura literatura y teoría, debemos evitar también la irresponsabilidad de un cristianismo superficial, puramente emotivo, que transforma la Biblia en un manual de autoayuda. Si vivimos como auténticos discípulos, nuestra lectura bíblica deberá ser interpretativa, con efectos transformadores.

Autor: Adolfo Suárez, teólogo y educador, es el actual decano del Seminario Teológico Adventista Latinoamericano (SALT) y Director del Espíritu de Profecía de la DSA. Máster y Doctor en Ciencias Religiosas, con posdoctorado en Teología, es autor de varios libros y miembro de la Sociedad Teológica Adventista y de la Sociedad de Literatura Bíblica.

Publicación original: Características esenciales de la Biblia

Referencias:

[1] Bernard Ramm, Protestant Biblical Interpretation: A Textbook of Hermeneutics. p. 62.
[2] Esta sección es una síntesis de la sólida explicación presentada en Klein, William W., Craig Blomberg, Robert L. Hubbard yKermit Allen Ecklebarger. Introduction to Biblical Interpretation. Nashville, TN: Thomas Nelson, 2004, pp.143-150.
[3] Ibid., p. 143.
[4] La defensa de la Biblia como revelación inspirada puede cotejarse en obras como: J. D. Woodbridge, Biblical Authority (Grand Rapids, MI:Zondervan, 1982).; Millard J. Erickson, Christian Theology, 2a ed. (Grand Rapids, MI: Baker, 1998)., especialmente en las págs. 196–259; David S. Dockery, Christian Scripture: An Evangelical Perspective on Inspiration, Authority and Interpretation (Nashville: Broadman & Holman, 1995).; C.F.H Henry, “The Authority of the Bible,” in The Origin of the Bible, ed. P.W. Comfort (Wheaton: Tyndale House, 1992)., específicamente en las págs. 13–27; y C.F.H. Henry, God, Revelation, and Authority, 6 vols. (Waco: Word, 1976-1983).
[5] Klein et al., Introduction to Biblical Interpretation. 145.
[6] Ibid. 145.
[7] Ibid. 147.
[8] Textos como los de Isaías 55 y Hebreos 4:12-13 aluden a este poder.
[9] C. L. Blomberg, “Unity and Diversity of Scripture” in New Dictionary of Biblical Theology, ed. T. D. Alexander yBrian S. Rosner (Downers Grove: InterVarsity, 2000), 64–72; H. H. Rowley, The Unity of the Bible (Philadelphia: Westminster, 1953); J. Goldingay, “Diversity and Unity in Old Testament Theology,” VT 34 (1984): 153–168; and J. D. G. Dunn, Unity and Diversity in the New Testament (London: SCM; Philadelphia: Fortress, 1977.
[10] Klein et al., Introduction to Biblical Interpretation. 148.
[11] Bernard Ramm, Protestant Biblical Interpretation: A Textbook of Hermeneutics.163.
Revista Adventista de España