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Habiendo ascendido al trono como nuevo emperador, Carlos V convocó a los estados alemanes a una asamblea en Worms. A pesar que los emisarios de Roma insistían en la necesidad de silenciar a Lutero, éste fue convocado para defender su posición. Acudió a la cita con una mentalidad que resume perfectamente esta frase: “Huir no puedo; y retractarme, mucho menos”.
Aquellos días los mismos argumentos que han sido usados contra la verdad en todas las épocas se volvieron a oír: “Los que abogan por una religión popular exclaman: ‘¿Quiénes son estos predicadores de nuevas doctrinas? Son indoctos, escasos en número y de las clases más pobres. Y, con todo, pretenden tener la verdad y ser el pueblo elegido de Dios. Son ignorantes y engañados. ¡Cuán superior en número e influencia es nuestra iglesia! ¡Cuántos hombres grandes y eruditos hay entre nosotros! ¡Cuánto mayor es el poder que está de nuestro lado! Estos son los argumentos que tienen una influencia eficaz sobre el mundo; pero no son de más peso hoy que en los días del reformador”.
En su camino hacia el concilio, Lutero tuvo la oportunidad de predicar. Elena White describe su predicación con estas palabras: “En la contemplación de Cristo se perdía de vista a sí mismo. Se ocultaba detrás del Hombre del Calvario y sólo procuraba presentar a Jesús como Redentor de los pecadores”.
Nada ni nadie podía detener al reformador. Su determinación era admirable. Los que lo seguían estaban conmocionados y sus enemigos, asustados. Uno mayor que Lutero dirigía los pasos del hombre que haría temblar los cimientos del mal. Su misma comparecencia ante el concilio era una derrota del papa puesto que éste ya lo había condenado y ahora iba a ser escuchado por los más ilustres personajes del imperio.
Lutero comparece en Worms
Expuso con claridad, serenidad y sabiduría las verdades que lo habían llevado hasta allí. Sus enemigos, cegados por el odio, no querían más que oírlo retractarse, pero él contestó: “Si no se me convence con testimonios de las Escrituras, o con razones evidentes, y si no se me persuade por medio de los mismos textos que yo he citado, y si no sujetan mi conciencia por medio de la Palabra de Dios, no puedo retractarme ni me retractaré, por no ser digno de un cristiano hablar contra su conciencia. Heme aquí, no puedo hacerlo de otro modo, ¡que Dios me ayude! Amén”.
La actitud del fraile tuvo un impacto positivo en el emperador, pero, sin embargo, para no enfrentarse al poderoso aliado que tenía en Roma, condenó al reformador y sus doctrinas. Se aferró a la mayoría y siguió “las costumbres y tradiciones de sus padres”. Pronto un edicto de muerte fue publicado contra Lutero pero Federico de Sajonia lo ocultó del mundo llevándolo al castillo de Wartburg, una fortaleza montañosa aislada desde donde Lutero pudo ofrecer una traducción del Nuevo Testamento al alemán y desde donde siguió denunciando los pecados de Babilonia y alentando al pueblo con las preciosas verdades de la Palabra de Dios.
“La Reforma no terminó, como muchos creen, al morir Lutero. Tiene que continuar hasta el fin de la historia del mundo. Lutero tuvo una gran obra que hacer: reflejar a otros la luz que Dios hiciera brillar en su corazón; pero él no recibió toda la luz que debía ser dada al mundo. Desde aquel tiempo hasta hoy nueva luz ha estado brillando ininterrumpidamente sobre las Escrituras, y nuevas verdades han sido reveladas constantemente”
Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.