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Cuando llegue el momento de la ira de Dios, Babilonia recibirá el castigo conforme a su rebelión. Se ha llenado la medida de su maldad y Dios, que es Juez, la juzgará. El texto nos dice que, aunque ella diga en su corazón: “Yo estoy sentada reina, y no soy viuda, y no veré llanto.
En un día vendrán sus plagas, muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque el Señor Dios es fuerte, que la juzgará. Y llorarán y se lamentarán sobre ella los reyes de la tierra, los cuales han fornicado con ella […] diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad de Babilonia, aquella fuerte ciudad; porque en una hora ha venido su juicio!” (Apc.18:5-10).
Terrible será el despertar de los que hayan rechazado a Cristo
Cuando Dios ponga fin a la maldad de este mundo y libere del cautiverio a su pueblo, terrible será el despertar de los que lo hayan perdido todo en la gran lucha de la vida. Cegados por los engaños de Satanás, los hombres no supieron aprovechar el tiempo de gracia y vivieron ignorando las cosas de Dios hasta que fue demasiado tarde.
En aquel día llorarán los ricos que se enorgullecieron de sus riquezas pero que “habían dejado de dar de comer a los hambrientos, de vestir a los desnudos, de obrar con justicia, y de amar la misericordia”. “Los impíos están llenos de pesar, no por su indiferencia pecaminosa para con Dios y sus semejantes, sino porque Dios haya vencido. Lamentan el resultado obtenido; pero no se arrepienten de su maldad”.
Los pastores corruptos serán especialmente responsables
Allí está también el “ministro que sacrificó la verdad para ganar el favor de los hombres. Discierne ahora el carácter e influencia de sus enseñanzas”. Con tristeza recuerda el lamento divino en el libro de Ezequiel: “Habéis entristecido el corazón del justo con vuestras mentiras… habéis robustecido las manos del inicuo, para que no se vuelva de su mal camino, a fin de que tenga vida” (Ez.13:22).
En su desesperación, escucha la sentencia que se había pronunciado contra ellos: “¡Aullad, oh pastores, y clamad; y revolcaos en ceniza, ¡oh mayorales del rebaño! porque cumplidos son los días determinados para vuestro degüello; y os dispersaré, […] y los pastores no tendrán adonde huir, ni adonde escapar” (Jer.25:34-25).
Los pastores y el pueblo ven que no sostuvieron la debida relación con Dios, que se rebelaron contra el Autor de toda ley justa y recta. “Ningún lenguaje – dice Elena White – puede expresar la vehemencia con que los desobedientes y desleales desean lo que perdieron para siempre: la vida eterna”. Los hombres se acusan unos a otros, pero todos concuerdan en señalar a los pastores con la más amarga condenación.
Los impíos se unen a Satanás contra Dios
El gran conflicto ha seguido su curso durante seis mil años. Jesús y los ángeles hicieron todo lo posible por luchar contra el poder del maligno y para salvar a los hombres. “Ahora todos han tomado su resolución; los impíos se han unido enteramente a Satanás en su guerra contra Dios. Ha llegado el momento en que Dios ha de vindicar la autoridad de su ley pisoteada. Ahora el conflicto no se desarrolla tan solo contra Satanás, sino también contra los hombres”.
El profeta Isaías señala este tiempo cuando escribe: “Jehová sale de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus homicidios, y no encubrirá más sus muertos” (Is.26:21). La desolación es enorme. Tal y como anuncia el texto bíblico, la ira de Dios cae sobre la tierra sin mezcla de misericordia y los “sacerdotes, gobernantes y el pueblo en general, ricos y pobres, grandes y pequeños” son borrados de la superficie de la tierra. El profeta Jeremías describe esta escena con las siguientes palabras: “Y los muertos por Jehová en aquel día estarán tendidos por toda la tierra; no serán llorados, ni recogidos, ni enterrados” (Jer.25:33).
Los impíos son exterminados. La tierra queda vacía durante 100o años
Cristo viene y ante el resplandor de su gloria, los impíos son consumidos. Los textos anuncian que la tierra quedará absolutamente vacía. Así lo declara Isaías: “He aquí que Jehová vaciará la tierra, y la dejará desierta, y cual vaso, la volverá boca abajo, y dispersará sus habitantes” (Is.24:1). Y este otro pasaje: “La tierra será enteramente vaciada y completamente saqueada; porque Jehová ha hablado esta palabra” (Is.24:3).
Cristo ha cumplido su promesa y ha arrebatado a los justos por lo que toda la tierra tiene un aspecto desolado. Elena White afirma: “Las ruinas de las ciudades y aldeas destruidas por el terremoto, los árboles desarraigados, las rocas escabrosas arrojadas por el mar o arrancadas de la misma tierra, están esparcidas por la superficie de esta, al paso que grandes cuevas señalan el sitio donde las montañas fueron rasgadas desde sus cimientos”.
En el capítulo 20 de Apocalipsis podemos leer el estado caótico y desolado en el que quedará la tierra durante mil años. El estado posterior de la tierra nos recuerda su estado original descrito en “la narración bíblica como que “estaba desordenada y vacía; y las tinieblas estaban sobre del abismo” (Gn.1:2).
Satanás queda “atado”, y desterrado, durante el milenio
El dragón, la serpiente antigua, quedará atado y aislado en el abismo sin tener capacidad de engañar a nadie más. Limitado a la tierra, no podrá ir a otros mundos para tentar e incomodar a los que nunca cayeron. En este sentido es cómo está atado: no queda nadie en quien pueda ejercer su poder. Le es del todo imposible seguir en la obra de engaño y ruina que por tantos siglos fue su único deleite.
Llega el momento de realizarse “el acontecimiento predicho por el último solemne servicio del día de las expiaciones. Una vez terminado el servicio que se cumplía en el lugar santísimo, y cuando los pecados de Israel habían sido quitados del santuario por virtud de la sangre del sacrificio por el pecado, entonces el macho cabrío emisario era ofrecido vivo ante el Señor; y en presencia de la congregación el sumo sacerdote confesaba sobre él ‘todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus transgresiones, a causa de todos sus pecados, cargándolos así sobre la cabeza del macho cabrío’ (Lev.16:21).
Los pecados de la humanidad serán puestos sobre Satanás
Asimismo, cuando el servicio de propiciación haya terminado en el santuario celestial, entonces, en presencia de Dios y de los santos ángeles y de la hueste de los redimidos, los pecados del pueblo de Dios serán puestos sobre Satanás; se le declarará culpable de todo el mal que les ha hecho cometer. Y así como el macho cabrío emisario era despachado a un lugar desierto, así también Satanás será desterrado en la tierra desolada, sin habitantes y convertida en un desierto horroroso”.
Hasta los malos se encuentran ahora fuera del poder de Satanás; y queda solo con sus perversos ángeles para darse cuenta de los efectos de la maldición originada por el pecado. Este es el lenguaje que encontramos en este capítulo: “Durante mil años, Satanás andará errante de un lado para otro en la tierra desolada, considerando los resultados de su rebelión contra la ley de Dios. Todo este tiempo, padece intensamente.
Desde su caída, su vida de actividad continua sofocó en él la reflexión; pero ahora, despojado de su poder, no puede menos que contemplar el papel que desempeñó desde que se rebeló por primera vez contra el gobierno del cielo, mientras que, tembloroso y aterrorizado, espera el terrible porvenir en que habrá de expiar todo el mal que ha hecho y ser castigado por los pecados que ha hecho cometer”.
Los redimidos juzgarán incluso a los ángeles
Para los redimidos, el cautiverio en que se verá Satanás será motivo de contento y alegría. A ellos se les ha dado el juicio de los impíos. Así lo describe Pablo cuando escribe: “No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor; el cual sacará a luz las obras encubiertas de las tinieblas, y pondrá de manifiesto los propósitos de los corazones” (1ª Cor.4:5). Daniel declaró que “se dio el juicio a los santos del Altísimo” (Dn.7:22).
Juan, por su parte, escribió: “Vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dado juicio… Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apc.20:4, 6). Durante los mil años que transcurrirán entre la primera resurrección y la segunda, los justos verificarán el juicio de los impíos. También Satanás y los ángeles malos son juzgados por Cristo y su pueblo. San Pablo dice: “¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?” (1ª Cor.6:3).
“Al fin de los mil años vendrá la segunda resurrección. Entonces los impíos serán resucitados, y comparecerán ante Dios para la ejecución del ‘juicio decretado’. Así el escritor del Apocalipsis, después de haber descrito la resurrección de los justos, dice: “Los otros muertos no volvieron a vivir hasta que sean cumplidos mil años” (Apc.20:5). E Isaías declara, con respecto a los impíos: ‘Serán juntados como se juntan los presos en el calabozo, y estarán encerrados en la cárcel; y después de muchos días serán sacados al suplicio” (Is.24:22).
Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.