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Jesús deja de interceder en el Santuario celestial
“Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está por los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente hasta entonces: mas en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren escritos en el libro” (Dn.12:1). Este versículo marca el día en el que Jesús deje de interceder en el Santuario celestial y anuncie con tono solemne: “¡El que es injusto, sea injusto aún; y el que es sucio, sea sucio aún; el que es justo, sea justo aún; y el que es santo, sea aún santo!” (Apc.22:11).
Cada caso habrá sido fallado para vida o para muerte. Cristo ha hecho propiciación por su pueblo y borrado sus pecados. A la vez que Jesús sale del santuario, las tinieblas envuelven a los habitantes de la tierra en lo que será un tiempo terrible al que el versículo llama “tiempo de angustia”. Ya no hay más intercesión por parte de Jesús puesto que la paciencia de Dios ha concluido ya que el mundo ha rechazado su misericordia, despreciado su amor y pisoteado su ley. El tiempo de gracia se ha acabado para ellos.
Los que obedecen la ley de Dios son perseguidos
Los que honran la ley de Dios han sido acusados y se los mira como si fueran la causa de las terribles convulsiones de la naturaleza y de lo que está pasando en la tierra. La decisión irrevocable del santuario ha sido ya pronunciada y el destino del mundo ha sido determinado para siempre, pero los habitantes de la tierra no lo saben. Una vez que el sábado llegue a ser el punto especial de controversia en toda la cristiandad, la pequeña minoría que se niega a someterse a la institución de la iglesia y a la ley del estado, será perseguida. El pensamiento de los perseguidores será el siguiente: “vale más que esos pocos sufran y no que naciones enteras sean precipitadas a la confusión y anarquía”.
La lucha de Jacob en el tiempo del fin
“La noche de la aflicción de Jacob, cuando luchó en oración para ser librado de manos de Esaú (Gn.32:24-30), representa la prueba por la que pasará el pueblo de Dios en el tiempo de angustia”. Jacob tenía como única esperanza la misericordia de Dios; su único amparo era la oración. Confesión, reconocimiento y humillación acompañaron a Jacob en su encuentro con el ángel con quien luchó confiando totalmente en la misericordia de un Dios que cumple su pacto.
“Se aferró tembloroso a las promesas de Dios, y el Amor infinito no pudo rechazar la súplica del pecador”. Como señal de su triunfo y como estímulo para que otros imitasen su ejemplo, se le cambió el nombre; en lugar del que recordaba su pecado, recibió otro que conmemoraba su victoria. Satanás lo había acusado y había intentado mantenerlo en un sentimiento de culpabilidad que casi lo llevó a la desesperación, pero confió en Dios y se aferró por fe a la promesa.
Confianza máxima en Dios
En el tiempo final los fieles son el objeto de la rabia satánica. El enemigo exige que sean suyos porque sabe que cometieron pecados y declara “que en justicia el Señor no puede perdonar los pecados de ellos y destruirle al mismo tiempo a él y a sus ángeles. Los reclama como presa suya y pide que le sean entregados para destruirlos”. Los fieles temen no haberse arrepentido de cada pecado y anhelan tener la seguridad del perdón. A pesar de la situación, “su fe no decae si sus oraciones no reciben inmediata contestación. Aunque sufren la ansiedad, el terror y la angustia más desesperantes, no dejan de orar. Echan mano del poder de Dios como Jacob se aferró al ángel; y de sus almas se exhala el grito: “No te soltaré hasta que me hayas bendecido”.
Cuidado con los pecados inconfesos
“Si Jacob no se hubiese arrepentido previamente del pecado que cometió al adueñarse fraudulentamente del derecho de primogenitura, Dios no habría escuchado su oración ni le hubiese salvado la vida misericordiosamente. Así, en el tiempo de angustia, si el pueblo de Dios conservase pecados aún inconfesos cuando lo atormenten el temor y la angustia, sería aniquilado… Pero por muy profundo que sea el sentimiento que tiene de su indignidad, no tiene culpas escondidas que revelar. Sus pecados han sido examinados y borrados en el juicio; y no puede recordarlos”.
Mientras Satanás trata de acabar con esta clase de personas, Dios enviará sus ángeles para consolarlas y protegerlas en el tiempo de peligro. Los asaltos de Satanás son feroces y resueltos, sus engaños terribles, pero el ojo de Dios descansa sobre su pueblo y su oído escucha su súplica.
Hoy es el día de preparación
La advertencia que se nos da es terrible: los que tardan en prepararse para el día del Señor, no podrán hacerlo en el tiempo de la angustia ni en ningún momento subsiguiente. No deberíamos vivir tratando de excusar u ocultar nuestros pecados dejándolos sin confesar y, por lo tanto, sin que hayan sido perdonados en los registros del cielo. El tiempo de gracia nos es concedido a todos a fin de que nos preparemos para aquel momento. Hoy es el día para aprender a vivir en confianza y en relación intima con Dios. Se nos recomienda que “sería mejor sacrificar nuestros propios gustos antes que descuidar la comunión con Dios”.
Elena White afirma: “El ‘tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente’ se iniciará pronto; y para entonces necesitaremos tener una experiencia que hoy por hoy no poseemos y que muchos no pueden lograr debido a su indolencia”. Se requiere de nosotros que, mientras dure la intercesión de Cristo en nuestro favor, lleguemos a la perfección en Cristo. Jesús pudo decir: “Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí” (Jn.14:30). Esta condición de no culpabilidad es en la que deben encontrarse los que han de poder subsistir en el tiempo de angustia.
El Espíritu Santo está a nuestra disposición para ayudarnos
Nadie puede descuidar o aplazar esta obra sin grave peligro para su alma. A nuestra disposición está el poder del Espíritu para separarnos del pecado aceptando la amorosa invitación de nuestro Salvador de unirnos por la fe con él.
La crisis final será terrible y con manifestaciones sobrenaturales
Espantosas son las escenas que hicieron que Juan escribiera: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Apoc.12:12). Elena White comenta al respecto: “Sucede muchas veces que los peligros que se esperan no resultan tan grandes como uno se los había imaginado; pero este no es el caso respecto de la crisis que nos espera. La imaginación más fecunda no alcanza a darse cuenta de la magnitud de tan dolorosa prueba”.
Satanás se hará pasar por Cristo
Pronto el mundo espiritual comenzará a manifestarse de forma sobrenatural. En las iglesias cristianas se realizarán milagros innegables por parte de personas que “asegurarán haber recibido del cielo revelaciones contrarias al testimonio de las Sagradas Escrituras”. La iglesia hace mucho que espera la venida del Salvador como consumación de sus esperanzas y Satanás, en el acto capital que coronará su engaño, se hará pasar por Cristo. Se anunciará que Cristo ha venido porque en “varias partes de la tierra, Satanás se manifestará a los hombres como ser majestuoso, de un brillo deslumbrador, parecido a la descripción que del Hijo de Dios da San Juan en el Apocalipsis”.
La gente no podrá negar lo que sus ojos ven y lo aceptarán como el Cristo prometido. Satanás bendice a los que le rodean y lo hace con una voz suave y acompasada llena de melodía. “En tono amable y compasivo, enuncia algunas de las verdades celestiales y llenas de gracia que pronunciaba el Salvador; cura las dolencias del pueblo, y luego, en su fementido carácter de Cristo, asegura haber mudado el día de reposo del sábado al domingo y manda a todos que santifiquen el día bendecido por él. Declara que aquellos que persisten en santificar el séptimo día blasfeman su nombre porque se niegan a oír a sus ángeles, que les fueron enviados con la luz de la verdad. Es el engaño más poderoso y resulta casi irresistible”
El pueblo de Dios resistirá el engaño porque es fiel a la Biblia
A pesar de la potencia del engaño, el pueblo de Dios no se va a perder. Conocen la Escritura y saben que lo que se está diciendo es contrario a las enseñanzas de la Palabra. Recuerdan la advertencia de Jesús y la descripción que se hace en la Biblia de su Segunda Venida: “Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y darán señales grandes y prodigios; de tal manera que engañarán, si es posible, aun a los escogidos […]. Así que, si os dijeren: He aquí en el desierto está; no salgáis: He aquí en las cámaras; no creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del hombre” (Mt.24:24-27, 31; 25:31; Apc.1:7).
El pueblo de Dios huirá de las ciudades
Cuando los decretos políticos dejen sin protección al pueblo de Dios, será el momento de huir de las ciudades y, unidos en grupos, los fieles accederán a lugares más desiertos y solitarios. Otros, según se nos describe, serán arrojados en cárceles sin que ninguna mano humana se disponga a socorrerlos. Los fieles saben que Dios no se olvida de ellos. Ya lo había prometido: “¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella te olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te tengo en las palmas de mis manos” (Is.49:15-16). Aunque estén abandonados a los ojos de los hombres, los fieles en esta hora de prueba saben que Dios dijo: “Aquel que os toca a, toca a la niña de mis ojos” (Zac.2:8).
Las plagas caerán sobre los habitantes que adoren a la bestia y a su imagen
Finalmente, después de mucha paciencia, Dios ejecutará sus juicios sin mezcla de misericordia. Se ha abusado de sus hijos y la paciencia de Dios ha llegado a su final. Dios es paciente y misericordioso, pero de ninguna manera tendrá por inocente al culpable. Apocalipsis describe las plagas que caerán sobre los habitantes de la tierra que adoran a la bestia y a su imagen y reciben su marca. Se nos dice que “estas plagas no serán universales, pues de lo contrario los habitantes de la tierra serían enteramente destruidos. Sin embargo, serán los azotes más terribles que hayan sufrido jamás los hombres”.
Muchos invocarán una protección divina que hasta ese momento habían rechazado. Para los fieles, la Biblia promete: “Él te librará del lazo del cazador: de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro: escudo y adarga es su verdad. No tendrás temor de espanto nocturno, ni de saeta que vuele de día; ni de pestilencia que ande en oscuridad, ni de mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra: mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás, y verás la recompensa de los impíos. Porque tú has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada” (Slm.91:3-10).
El tiempo de angustia será acortado
Este tiempo angustioso será acortado por amor a los escogidos. Se nos dice que “el fin vendrá más pronto de lo que los hombres esperan”. Pronto su gloria se revelará, saldrá el Sol de Justicia. “Cristo, el vencedor todopoderoso, ofrece a sus cansados soldados una corona de gloria inmortal; y su voz se deja oír por las puertas entornadas: “He aquí que estoy con vosotros. No temáis. Conozco todas vuestras penas; he cargado con vuestros dolores. No estáis lidiando contra enemigos desconocidos. He peleado en favor vuestro, y en mi nombre sois más que vencedores”.
Aunque el tiempo de angustia es una prueba terrible para el pueblo de Dios, es el momento en que todo verdadero creyente debe mirar hacia arriba a fin de que por la fe pueda ver el arco de la promesa que le envuelve. Dios los libertará ya que “si la sangre de los fieles siervos de Cristo fuese entonces derramada, no sería ya, como la sangre de los mártires, semilla destinada a dar una cosecha para Dios. Su fidelidad no sería ya un testimonio para convencer a otros de la verdad, pues los corazones endurecidos han rechazado los llamamientos de la misericordia hasta que estos ya no se dejan oír.
Cristo ha dicho: “¡Ven, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tus puertas sobre ti; escóndete por un corto momento, hasta que pase la indignación! Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad” (Is.26:20-21). Gloriosa será la liberación de los que lo han esperado pacientemente y cuyos nombres están escritos en el libro de la vida”.
Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.