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Habiendo cesado la persecución, “la iglesia dejó a un lado la humilde sencillez de Cristo y de sus apóstoles por la pompa y el orgullo de los sacerdotes y gobernantes paganos, y sustituyó los requerimientos de Dios por las teorías y las tradiciones de los hombres”. Las profecías que durante siglos habían anunciado un poder que se haría pasar por Dios para intentar cambiar los tiempos y la ley, encontraron su cumplimiento en la iglesia romana. La “conversión” de Constantino al cristianismo provocó que la iglesia dejara la pureza del evangelio por la corrupción del mundo.
Elena White afirma: “Ese gigantesco sistema de falsa religión es obra maestra del poder de Satanás, un monumento de sus esfuerzos para sentarse él en el trono y reinar sobre la tierra según su voluntad”. Identificando al papado como base de todo el sistema que sostiene a la iglesia de Roma, la escritora explica el cómo a lo largo de los siglos este sistema religioso fue adquiriendo de forma fraudulenta “títulos propios [y exclusivos] de la Deidad”.
“Solo por medio de la usurpación puede el Papa ejercer autoridad sobre la iglesia de Cristo” ya que tal pretensión no tiene base bíblica alguna puesto que la única Cabeza y autoridad de la iglesia es Cristo. Solo Cristo. La Palabra es clara al respecto y por ello era necesario silenciar la Escritura para que nadie pudiera desenmascarar el engaño. La iglesia mandó “esconder y suprimir sus verdades sagradas” dejando a los hombres en una terrible era de oscuridad espiritual.
La ley de Dios no puede ser modificada
Siendo la base del gobierno de Dios y un reflejo de su carácter eterno, la Ley de Dios no puede ser cambiada. Jesús afirmó que “ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mt.5:18); sin embargo, el profeta anunció que en la historia se levantaría un poder que “intentaría cambiar los tiempos y la ley”.
El poder papal suprimió el segundo mandamiento alusivo a las imágenes “introduciendo en el cristianismo la adoración de imágenes y reliquias”. Una vez hecho esto, para que siguieran siendo diez los mandamientos, dividió el décimo en dos mandatos distintos. No contento con esto, con el fin de cambiar los tiempos, el papado cambió el cuarto mandamiento acerca de la santidad del sábado, séptimo día de la semana y señal del Dios Creador, introduciendo en su lugar “el venerable día del sol” o domingo, que ya era observado como día festivo-religioso por el mundo pagano. El cambio fue sutil y progresivo hasta que finalmente Constantino “expidió un decreto que hacía del domingo un día de fiesta pública en todo el Imperio Romano”.
Hoy el domingo es una señal o marca de autoridad eclesiástica por parte de la iglesia romana. Lamentablemente, el mundo protestante y la gran mayoría de iglesias evangélicas se han sometido a esta señal de autoridad. Han aceptado algo que no tiene justificación alguna en las Sagradas Escrituras. El sábado bíblico ha sido sustituido por el domingo.
El Imperio Romano cede su poder a la iglesia papal
Poco a poco el Imperio Romano pagano fue cediendo su poder a la iglesia papal. Se cumplió la profecía que señalaba que el dragón (paganismo) entregaría a la bestia (papado) “su poder, su trono y gran autoridad”. La era de supremacía papal había comenzado y duraría, según la profecía bíblica, 1260 años. Durante este largo periodo se desató una persecución horrible contra los fieles que permanecían fieles a la verdad bíblica. Miles fueron perseguidos, torturados y asesinados por un sistema que pretendía ser “Dios en la tierra”. Elena White afirma: “A medida que [la iglesia] incrementaba su poder, las tinieblas se hacían más densas”.
El error y la superstición sustituyeron a la verdad. Las formas de religión anularon al Evangelio. “Las tinieblas parecían hacerse cada vez más densas… llegaron a prevalecer las costumbres más absurdas y supersticiosas”. Los errores y las falsas enseñanzas fueron haciéndose cada vez más fuertes dentro del sistema de error de la iglesia. Se enseñaba como verdad la inmortalidad natural del hombre que supuso “el fundamento sobre el cual Roma estableció la invocación de los santos y la virgen María”. Más terrible fue el efecto que la enseñanza del “tormento eterno” tuvo sobre los creyentes: Dios era representado con los atributos del diablo, a saber, vengativo, sangriento y cruel. Además, la Santa Cena bíblica fue sustituida por la misteriosa Misa donde el sacrificio de Cristo se repite literalmente una y otra vez.
No hay mejor forma de resumir este capítulo que con las palabras que encontramos casi al final del mismo: “El mediodía del papado fue la medianoche del mundo”.
Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.