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El asunto del santuario fue la clave que aclaró el misterio del desengaño de 1844. La luz del santuario iluminaba lo pasado, lo presente y lo porvenir. Aunque, como los primeros discípulos, ellos mismos no habían comprendido el mensaje que daban, éste había sido correcto en todo sentido. Al proclamarlo habían cumplido los designios de Dios, y su labor no había sido en vano. El anuncio del ángel en el libro de Daniel acerca de la purificación del Santuario y el anuncio del ángel en Apocalipsis acerca de la hora del juicio señalaban el mismo evento, a saber, la obra final de Cristo en el Santuario Celestial.
El profeta Daniel había escrito lo siguiente: “Estaba mirando en visiones de la noche, y he aquí que sobre las nubes del cielo venía Uno parecido a un hijo de hombre; y vino al Anciano de días, y le trajeron delante de él” (Dn.7:13). No señala el texto que el final de la profecía marcara la fecha para el retorno de Jesús a la tierra sino “al Anciano de días”. En el tiempo señalado, vino el Esposo, pero no a la tierra, como el pueblo lo esperaba, sino hasta donde estaba el Anciano de días en el cielo.
La parábola de las 10 vírgenes: el juicio y la 2º Venida
En el verano y otoño de 1844 fue hecha esta proclamación: “¡He aquí que viene el Esposo!”. Este mensaje indujo a miles de personas a esperar el advenimiento inmediato del Señor, pero la parábola de las diez vírgenes dice que “las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y fue cerrada la puerta”. En Lucas 12:36 leemos que los discípulos de Cristo han de esperar “a su Señor, cuando haya de volver de las bodas”. Entrar con él a las bodas y esperar a que vuelva de las bodas son dos momentos claramente diferenciados. Uno indica el Juicio Investigador (entrar con él a las bodas) y el otro marca la Segunda Venida (volver de las bodas).
La obra previa (o juicio investigador) de la que estamos hablando se efectúa a favor del pecador mientras dura la gracia. Para explicarlo, el texto usará el símbolo de las vestiduras para hablar del carácter del creyente. Estas vestiduras han de ser lavadas en la sangre del Cordero que quita el pecado del mundo y esto se ha de realizar antes que Cristo venga. Jesús lo explicó así en la parábola del rey que preparó un banquete de bodas. Al entrar para ver a los invitados se encontró a uno que no llevaba el traje apropiado y entonces le preguntó: “Amigo, ¿cómo entraste aquí sin estar vestido con traje de boda?” (Mt.22:11).
La puerta de la gracia se cerrará
No se llega al cielo de cualquier manera. El vestido, símbolo de un carácter lavado y emblanquecido, revela la obra de Cristo en la vida del creyente. La tarea de examinar los caracteres y determinar los que están preparados para el reino de Dios es la del juicio investigador, la obra final que se lleva a cabo en el santuario celestial. Cuando esta obra concluya, se habrá acabado el tiempo de gracia y la puerta de la misericordia se cerrará. Así lo expresa la parábola cuando dice que “las que estaban preparadas entraron con él a las bodas, y fue cerrada la puerta”. Habrá concluido entonces la gran obra de la salvación del hombre y Cristo podrá venir a reclamar a los santos.
Hablando del final de esta obra de intercesión, Elena White afirma que “los que vivan en la tierra cuando cese la intercesión de Cristo en el santuario celestial deberán estar en pie en la presencia del Dios santo sin mediador… [pero también escribe que] Mientras se prosigue el juicio investigador en el cielo, mientras que los pecados de los creyentes arrepentidos son quitados del santuario, debe llevarse a cabo una obra especial de purificación, de liberación del pecado, entre el pueblo de Dios en la tierra”.
Dios quiere perdonarte y transformarte
Permíteme, querido oyente, unas palabras: no dejes para mañana lo que Dios quiere hacer por ti hoy. En Jesús hay poder para transformar vidas, para dar victorias, para liberar de cualquier yugo de esclavitud que el pecado haya puesto sobre nosotros. No temas al futuro. No tengas miedo de su venida. Busca al Señor hoy y permite que Él haga en ti la obra que quiere hacer. Tu futuro depende de la decisión que tomes hoy. El Señor vive siempre para interceder por ti. Si te equivocas, ve a Él y reclama la promesa de victoria sobre el pecado. Confía en Él y Él hará. Dios puede y quiere perdonarte. Y lo hace porque te ama. Pero también puede y quiere transformarte. Él no se conforma con perdonarte, sino que quiere liberarte. Cree… porque al que cree todo le es posible.
El proceso que pasaron aquellos que vivieron el chasco de esperar la venida de Jesús, pero no verlo volver había sido anunciado en la Palabra de Dios. En aquella noche de amarga prueba los fieles que esperaron con paciencia y acudieron a la Biblia para obtener mayor luz, fueron los que pudieron entender la verdad referente al santuario celestial y el cambio de ministerio del Salvador y por fe, le siguieron en su obra a favor de la humanidad.
Todavía puedes encontrar a Jesús
Los adventistas no entendieron bien el tema de la intercesión de Cristo a favor de los pecadores puesto que estaban convencidos que Cristo estaba a punto de volver y, por lo tanto, ya no había tiempo para el arrepentimiento por lo que creyeron que “la puerta de la misericordia estaba cerrada”. Seguir estudiando la Escritura les hizo descubrir un mensaje que tuvo todo el sentido para ellos: “Estas cosas dice el que es santo, el que es veraz, el que tiene la llave de David, el que abre, y ninguno cierra, y cierra, y ninguno abre: Yo conozco tus obras: he aquí he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie podrá cerrar” (Apc. 3:7-8).
Cristo intercede aún por el hombre, y luz recibirán aquellos que la busquen. Aunque esto no lo comprendieron al principio los adventistas, les resultó claro después, a medida que los pasajes bíblicos iban haciéndose cada vez más comprensibles. Cuando pasó la fecha fijada para 1844, hubo un tiempo de gran prueba para los que conservaban aún la fe adventista. Su único alivio vino al ver por fe la obra de Cristo en el santuario celestial. “Mientras esperaban, velaban y oraban para conocer la voluntad de Dios, llegaron a comprender que su gran Sumo Sacerdote había empezado a desempeñar otro ministerio y, siguiéndole con fe, fueron inducidos a ver además la obra final de la iglesia”.
Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.