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Pablo dice cosas muy importantes en estos versículos. Una de las cosas que nos recuerda es que el ser creyentes o incluso servir a Dios fielmente, no nos exonera de tener que enfrentar problemas, pruebas y hasta tragedias sin sentido. De alguna manera, ver a un hombre como Pablo hablar de momentos en que pensó que no saldría de ellos, nos recuerda que no estamos solos cuando se trata de enfrentar el día malo, o de llegar a ese punto en que se pierde hasta la esperanza.

Debemos agradecer a Pablo que,  después de haber pasado la situación que lo llevó a sentirse sin fuerzas, sin esperanza y condenado, reflexionó sobre lo ocurrido y nos regaló bajo la inspiración divina algunas verdades fundamentales para poder vivir con éxito la vida cristiana.

Pon tu enfoque en Dios, no en las circunstancias

Pablo habla desde la perspectiva de la experiencia y la fe cuando nos dice que lo que le pasó sirvió para aprender a no confiar en él mismo, sino en Dios. Y la razón que da para poner nuestro enfoque en Dios en lugar de ponerlo en las circunstancias, es que Dios tiene poder para resolver incluso la circunstancia más extrema que podemos enfrentar en este mundo, a saber, la muerte. Si eso pasara, Dios tiene poder para resucitarnos.

Pero tal vez lo más poderoso que Pablo nos dice en estos textos es que nuestro Dios ejerce su poder y muestra su misericordia en nuestro favor, en una forma que cubre nuestras necesidades pasadas, presentes y futuras. De esta manera, la obra de Dios en nosotros es completa y perfecta.

¡Dios nos libró, nos está librando y nos librará! ¡Gloria a Dios! No podemos pedir más, no hay un programa de vida que supere lo que Dios nos da por su gracia y poder.

Lo que Pablo nos está tratando de decir es que Dios le enseñó, por medio de esas pruebas, que cuando llegue el día en que pensemos que es el final, será bueno recordar que nuestro Dios nos ha mostrado su amor y su poder en el pasado. Dios nos ha librado de situaciones que en su momento fueron estresantes o traumáticas. En este sentido, al cristiano le hace bien recordar la forma como Dios lo ha tratado en el pasado para poder enfrentar con fe y esperanza el presente y el futuro.

Cuánto sentido tienen estas conocidas palabras de Elena G. White: Al ver lo que el Señor ha hecho, me lleno de admiración y de confianza en Cristo como director. No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada.”—Notas Biográficas de Elena G. White, 216 (1902).

Liberados del pecado

La mayor liberación que hemos recibido de Dios en el pasado, fue la liberación de la odiosa condenación por nuestros pecados, como lo afirma el propio Pablo en Romanos 8:1.

Pero Dios también nos está librando ahora mismo y cada día de nuestra vida. Su relación con nosotros es constante; y siendo que somos parte de su creación, él nunca nos abandona ni nos deja solos. Por el contrario, nos sustenta y a través de su providencia tiene nuestra vida y nuestra historia en sus manos y cada día nos ayuda para que el pecado no pueda enseñorearse de nosotros, como podemos ver en Romanos 6;14.

Enfrenta la vida con optimismo

Finalmente, el apóstol Pablo nos anima a mirar hacia delante con optimismo y esperanza, no basados en algún plan que hayamos desarrollado, o alguna ayuda que cualquier otra persona nos haya prometido, sino porque nuestro Dios nos librará. Es decir, somos personas en quienes Dios sigue trabajando hasta completar su obra. En Filipenses 1:6, el mismo Pablo aseguró que Dios terminará la obra que comenzó en nosotros. Debido a esta promesa, e independientemente de las circunstancias que nos rodeen,  nuestro futuro es brillante y nuestro triunfo está asegurado en Cristo Jesús.

Ciertamente, en todas las épocas Dios ha demostrado tener la capacidad de librar a sus hijos de las más difíciles pruebas. Los libró del horno de fuego más ardiente y de las amenazas o ataques de aquellos que se creen poderosos (Dan. 3:17). Y nosotros hoy no tenemos ninguna razón ni motivo para dejar nuestra fe en el Señor. Él nos ha librado, nos libra y nos librará siempre.

Nota de la editorial de Revista.adventista.es

Y si en la prueba, Dios no nos libra… sigamos confiando en que un día entenderemos los motivos. En ocasiones Dios decide no salvar a sus hijos de una enfermedad o un accidente, y eso no significa que sean menos hijos o que carecieran de fe. Quiere decir que Dios sabe, en su infinita sabiduría, y que nosotros debemos confiar en Él aún cuando no entendamos por qué permite ciertas cosas. Seamos fieles como Daniel en Daniel 3:17-18. Un día, el Señor nos revelará todo. Hasta entonces debemos confiar en su amor y sabiduría, como un niño se fía de su padre. Lee el capítulo 30 del libro Promesas para los que sufren, de Elena G. White. Allí los fideicomisos recogieron un texto que se encuentra también en el Deseado de Todas las Gentes:

Dios no conduce nunca a sus hijos de otra manera que la que ellos elegirían si pudiesen ver el fin desde el principio, y discernir la gloria del propósito que están cumpliendo como colaboradores suyos. Ni Enoc, que fue trasladado al cielo, ni Elias, que ascendió en un carro de fuego, fueron mayores o más honrados que Juan el Bautista, que pereció solo en la mazmorra… Y de todos los dones que el cielo puede conceder a los hombres, la comunión con Cristo en sus sufrimientos es el más grave cometido y el más alto honor” (DTG 197).

Autor: Roberto Herrera, director de Mayordomía de la iglesia en la División Interamericana. La nota de la editorial de Revista.adventista.es es de Esther Azón, teóloga y co-editora de éste medio.  

CONTENIDO ORIGINAL: Aprendiendo de las pruebas

Revista Adventista de España