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Revelación

“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?… ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra!” Salmos 8:3-4, 9. 

¿Has tenido la oportunidad de contemplar el cielo estrellado en una noche despejada? Una de esas noches en las que el cielo parece estar sembrado de estrellas que llenan cada rincón del firmamento. Sin duda es un espectáculo impresionante, casi podríamos decir que sobrecogedor. Sobre todo si pensamos en la inmensidad de nuestro universo en comparación con nuestra pequeñez.

Blas Pascal lo plasmaba con las siguientes palabras: “¿Qué es el hombre? ¡Qué criatura tan contradictoria es el hombre! ¡Oh la infinitud de la grandeza y la finitud de la pequeñez.”[1]

Grandeza y omnipotencia del Creador en contraste con la pequeñez y  dependencia de la criatura. Y al mismo tiempo la paradoja de una humanidad empoderada que se siente omnipotente debido a sus logros, pese a su evidente fragilidad.

Es la paradoja de un ser humano, necesitado, que prescinde y se olvida de su Creador.

Quizás por esta razón Dios quiso llamar la atención del ser humano. Una forma de mostrarle su amor a través de la impresionante grandeza e inmensidad de su Creación.[2]

Desconexión

Vivimos en un mundo tan estresante y rápido, que nuestra realidad se vuelve tan exigente que relegamos nuestra relación con Dios a algunos momentos secundarios.

En una época en la que hasta los súper héroes de ficción muestran sin pudor sus más profundas debilidades, intentamos aparentar, en una realidad virtual que se mide por el postureo,  ser cuasi semidioses capaces de afrontar cualquier situación con el poder escondido en nuestro interior. El engaño es antiguo “seréis como Dios” (Génesis 3:5).

Y paradójicamente dejamos de conectarnos a la verdadera fuente del poder creativo y absoluto del universo, nuestro Creador.

Como quien conoce a la perfección su propia creación, Dios nos llama: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

¿Cómo es posible que salgamos cada mañana corriendo de nuestras casas sin tan solo parar a conversar con nuestro Dios y poner en sus manos las ilusiones, proyectos que nos motivan y las cargas y fatigas que nos consumen?

Todo comenzó cuando el ser humano decidió desconectarse del Creador. “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, …y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:8-9).

Parece que la pregunta sigue resonando todavía hoy: ¿dónde estás tú?

Dios a la búsqueda del ser humano que le ha olvidado, que se esconde. Pero ese no era el Plan Original.

 “En su estado de inocencia, el hombre gozaba de completa comunión con” su creador  “Pero después de la caída no pudo encontrar gozo en la santidad y procuró ocultarse de la presencia de Dios. Tal es aún la condición del corazón que no ha sido regenerado. No está en armonía con Dios ni encuentra gozo en la comunión con El.”[3]

Es por esta razón el Creador trazó un plan para restablecer la conexión.

Conexión: Biblia y oración

Para restablecer la conexión era necesario restablecer también la comunicación y darse a conocer al ser humano. Y Dios, como buen Creador, lo hizo de forma creativa,  y de formas diversas y variadas. “Son muchas las maneras en que Dios procura dársenos a conocer y ponernos en comunión con El.”[4]

“Nuestro Salvador entrelazó sus preciosas lecciones con las cosas de la naturaleza. Los árboles, los pájaros, las flores de los valles, las colinas, los lagos y los hermosos cielos, así como los incidentes y las circunstancias de la vida diaria, fueron todos ligados a las palabras de verdad, para que así sus lecciones fuesen traídas a menudo a la memoria, aun en medio de los cuidados de la vida de trabajo del hombre”[5]

Una de ellas sería especial y acompañaría en diferentes etapas a la humanidad. Lo hizo a través de su Palabra escrita y en cierto momento de la historia, encarnada en Jesucristo.

Jesucristo, caminando con dos de sus discípulos por el camino de Emaús les indicó: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” Juan 5:39

¿Por qué es importante que dediquemos tiempo especial cada día a leer las Escrituras?

  1. Dios nos habla a través de su Palabra.

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” Hebreos 1:1-2

  1. En ella encontramos la revelación del carácter de Dios.

“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” 1 Juan 4:8

  1. Aprendemos sobre la redención.

“Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” 1Corintios 1:30

  1. Aprendemos de la historia de otras personas que caminaron con Dios.

“Vemos cómo lucharon entre descorazonamientos como los nuestros, cómo cayeron bajo tentaciones como hemos caído nosotros y sin embargo cobraron nuevo valor y vencieron por la gracia de Dios, y recordándolos, nos animamos en nuestra lucha por la justicia. Al leer el relato de los preciosos sucesos que se les permitió experimentar, la luz, el amor y la bendición que les tocó gozar y la obra que hicieron por la gracia a ellos dada, el espíritu que los inspiró enciende en nosotros un fuego de santo celo, un deseo de ser como ellos en carácter y de andar con Dios como ellos.”[6]

  1. Es el alimento que necesitamos para crecer espiritualmente.

“Nuestros cuerpos viven de lo que comemos y bebemos; y lo que sucede en la vida natural sucede en la espiritual: lo que meditamos es lo que da tono y vigor a nuestra naturaleza espiritual.”[7]

  1. La Biblia entera nos habla de Cristo, nuestro Salvador.

“Si deseáis conocer al Salvador, estudiad las Santas Escrituras”[8]

Pero queda un elemento importantísimo en este proceso de reconexión. Se trata de la oración.

El mismo Jesús pasaba largas horas en oración. Enseñó a sus discípulos a orar y nos insta a través de su palabra, diciendo “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 4:7).

“Dios nos habla por la naturaleza y por la revelación, por su providencia y por la influencia de su Espíritu. Pero esto no basta; necesitamos abrirle nuestro corazón… Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirle. La oración no baja a Dios hacia nosotros, antes bien nos eleva a El” [9]

¿No te parece increíble que el Creador del universo esté dispuesto a ser nuestro amigo y que esté deseando que le abramos nuestro corazón? Sin duda es una propuesta que no debemos postergar.

La próxima vez que tengas la oportunidad de contemplar el cielo estrellado en una noche despejada. Una de esas noches en las que el cielo parece estar sembrado de estrellas que llenan cada rincón del firmamento, recuerda cuan grande es tu Dios.

Autor: Jonatán Bosqued Ortiz. Director Nacional Juventud Adventista de España

NOTAS

[1] Blas Pascal. “Pensées sur la religión et autres sujets”, 1969
[2] “La Naturaleza y la revelación a una dan testimonio del amor de Dios” p. 10.
[3] El Camino a Cristo p.19
[4] El Camino a Cristo p.86
[5] El Camino a Cristo p.86
[6] El Camino a Cristo. pp. 88, 89
[7] El Camino a Cristo. p. 88
[8] El Camino a Cristo. p. 89
[9] El Camino a Cristo. p.94

Revista Adventista de España