Estamos en pleno s.XXI y la verdad es que si la historia ha de alargarse mucho más, los estudiantes del futuro observarán este 2020 como un año, como poco, singular.
Esta es una era donde el papel cede con rapidez su espacio a la pantalla LCD y la tecnología digital amenaza con explosionar todo espacio de reflexión, meditación e individualidad. Es el reinado de la imagen, de lo superficial y lo inmediato. El planeta, convertido en un gran vertedero donde el plástico acampa a sus anchas como símbolo de la revolución y abuso de la raza humana. El que llegó último a la cita con el Creador, pareciera que lucha desesperadamente por ser el único en habitar sobre este maltrecho planeta.
No me entiendas mal; todo no es malo en este mundo. No escribo para generar un sentimiento funesto en el que pueda ser lo suficientemente amable como para leer lo que escribo. Partiendo de lo que ven mis ojos, me proyecto a un futuro prometido y un pasado distante, pero indispensable.
No sabemos cuánto o qué es lo que nos queda por delante, pero sabemos lo mucho que ya queda atrás. Es cierto que el sabio Salomón cuando era viejo y estaba ciertamente hastiado de su propio pasado, escribió: “Nunca digas: «¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos?», porque nunca hay sabiduría en esta pregunta” (Ecl.7:10), pero también es cierto que Elena White nos anima a echar una mirada confiada hacia el pasado para cobrar ánimo hacia el futuro que está frente a nosotros:
“No podemos sino prever nuevas perplejidades en el conflicto venidero, pero podemos mirar hacia lo pasado tanto como hacia lo futuro, y decir: “¡Hasta aquí nos ha ayudado Jehová!” “Según tus días, serán tus fuerzas.” La prueba no excederá a la fuerza que se nos dé para soportarla. Sigamos, por lo tanto, con nuestro trabajo dondequiera que lo hallemos, sabiendo que para cualquier cosa que venga, El nos dará fuerza proporcional a la prueba” (CC, pág. 125).
Mirar hacia atrás para seguir hacia adelante
Mirar hacia atrás para cobrar ánimo. A esos tiempos pasados cuando “los profetas que fueron antes de mí y antes de ti en tiempos pasados, profetizaron guerra, aflicción y peste contra muchas tierras y contra grandes reinos” (Jer.28:8); a esos tiempos en los que Jesús dijo: “Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que, cuando suceda, creáis” (Jn. 14:29).
Porque algo sabíamos. Quizás nos sorprenda vivir ciertos episodios, pero como diría el apóstol Pablo: “vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón” (1ª Ts.5:4). Estamos preparados, por la gracia de Dios, para seguir adelante sabiendo que “aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Slm. 23:4).
Y este es precisamente el objeto de mi escrito: conviene hoy más que nunca que imitemos a los que, en el pasado, “… estaban atentos al libro de la Ley” (Neh. 8:3). Es bueno, a la luz de todo lo que está pasando, que hagamos caso a la voz del Señor cuando dice: “Estad atentos y oíd mi voz; atended y oíd mi dicho… Estad atentos a mí, pueblo mío, y oídme, nación mía” (Is.28:23; 51:4). Desde ese pasado lejano, pero indispensable, nos llega la voz del apóstol:
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día amanezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2ª Ped.1:19).
Atentos a la palabra de Dios. Hoy más que nunca. Al final, imagino la sonrisa del Señor cuando nos diga: “Ya os lo había dicho”. Y la sonrisa de los redimidos cuando digamos: “Menos mal que nos lo habías dicho”.
Dios te bendiga en este verano 2020 en el que recordamos que “no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt.4:4).
Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España