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Semana de oración Conecta 2019.  Reflexión para el 10 de mayo.

Disfruta de la revista completa de esta semana de oración AQUÍ.

Escena primera

Hoy corren tiempos revueltos, pero teníais que haberlo visto entonces. Bueno, algunos lo vivisteis y seréis memoria de mis palabras. 1992 fue el año de las Olimpiadas de Barcelona. La ciudad se puso guapa (“Barcelona posa’t guapa” era el lema municipal de aquel momento) y, como una adolescente en la fiesta de final de curso, se engalanó de luz y tolerancia, de color y diversidad, de esplendor y generosa hospitalidad. Fueron días inolvidables. Las ramblas se inundaron de deportistas: gigantescos baloncestistas con etiqueta de “Dream teams”; hipermusculados atletas de peso y pesas, diminutos gimnastas de pálida piel y ojos rasgados.

Turistas y residentes sentimos la narcotizante hipnosis de una ciudad que presumía de ser, por unos días, la capital del mundo. Se nos encogió el alma cuando el arquero Antonio Rebollo lanzó su flecha al pebetero olímpico. Recogimos nuestros corazones tras la llama y nos embargó el orgullo que produce dar en el blanco. Nos aunamos con los desfiles y, quién lo diría hoy, incluso con los abanderados monárquicos.

Fueron días únicos, auténticos que causaron impronta en todo el país.

Hubo un momento final que aún me llena de emoción. Josep Carreras y Sarah Brightman cantaron “Amigos para siempre” (“Amics per sempre”) y pensamos que era posible el respeto y afecto entre los pueblos. Creímos que podíamos, además de ir más rápido, llegar más alto y ser más fuertes («Citius, altius, fortius»), ser mejores personas (¿Optimum?). Nos sentimos en fraternidad con el universo y pensamos que duraría “para siempre”. No fue así.

Hoy corren tiempos revueltos y, en nuestra vuelta a los principios bíblicos que dan perspectiva, hemos de reflexionar acerca de la verdadera amistad y del compromiso con la benignidad.

Lo mejor de lo que pueden reflejar nuestras vidas ya se encuentra escrito en la Biblia. Mensajes sencillos para ser vividos y disfrutados. Uno de esos mensajes que, por cotidiano, parece irrelevante debe ser fortalecido en nuestras comunidades porque nos CONECTA con lo mejor del ser humano. Nos referimos a la AMISTAD. La Santa Escritura presenta algunas facetas de este afecto que se convierte en sentimiento, relación y, finalmente, en principio. Hablaremos de tres de estas facetas.

I. Fraternidad

Un ejemplo de amistad como el de Jonatán y David nos remite a tiempos de inocencia y adolescencia. El joven príncipe, Jonatán, a fuerza de relacionarse con el pastor de pelo cobrizo, David, comprendió que era un hombre de Dios y surgió la sintonía entre ambos. Los dos eran líderes, valientes, creyentes y tenían posibilidades de acceder al trono. La magnanimidad de Jonatán (generosidad escasa en las autoridades de nuestros días) y la pasión de David entretejió una amistad tan intensa que bien se podría haber pensado que eran hermanos. Y es que, la verdadera fraternidad, no necesita de vínculos de sangre sino de vínculos divinos.

La relación generó un compromiso: ser amigos para siempre (1 Sam. 18: 2-3). Y Jonatán juró que sería así. Tal acción nos hace pensar en lo relevante que es comprometerse, que las formas también generan estabilidad. Vivimos tiempos de miedo a muchas cosas y uno de ellos tiene que ver con el deber, la responsabilidad adquirida tras ser buscada. La tiranía del like, del somos amigos mientras me gustas o mientras me interesas, nos impregna de dopamina pero no de permanencia. Lo de Jonatán y David no era una foto de Instagram porque duró mucho más que un instante. David mantuvo ese compromiso de amistad incluso tras la muerte de Jonatán. Y cuidó de Mefi-bóset, hijo tullido del príncipe fallecido, como recuerdo de aquella sana e intensa relación.

Pedro (2 Ped. 1: 7) nos anima en la escalera de santificación de un cristiano a practicar el afecto fraternal. Creo que, sin dudarlo, podría haber dicho: “Fijaos en Jonatán y David, Esos sí que eran amigos. Amigos entre sí y amigos de Dios. Su relación les ayudó a ellos y a muchos”. El asunto es bien fácil, solo hay que mantener y alimentar esas amistades que nos acompañan desde la infancia o que se nos han incorporado a lo largo de los años y que nos hacen crecer en fe.

II. Sororidad

Es la palabra de moda tras los escándalos de abusos en diferentes lugares del mundo. Sororidad (soror en latín significa “hermana”) es símbolo de esfuerzo colectivo y vínculo. Y es bueno que correspondamos la amistad con los ideales porque ésta es mucho más que una relación autocomplaciente. Hemos de indicar, sin embargo, que éste no es un fenómeno reciente. En la Biblia hallamos diferentes historias de sororidad, una de ellas es la de Noemí y Rut.

Noemí era una viuda sin hijos. Rut era una viuda que abandona a su familia por acompañar a su suegra. Eran dos personas desasistidas socialmente. El término que se emplea para estos grupos en la Biblia es anawim (los pobres, los marginados, las viudas, los huérfanos, etc.). Pero se tenían la una a la otra. Aunque Noemí (que significa “Consolación”, Chelo para los amigos) pensó en cambiarse de nombre por Mara (que significa “Amargada”) tuvo a su lado a una amiga (que es lo que significa Rut) para superar aquel trance.

Cuando la joven moabita dice que el Dios de su suegra será su Dios y que su pueblo será el de ella, encontramos la sororidad en mayúsculas. Y juntas, con Dios, salieron adelante. Ambas se encuentran en el árbol genealógico del Mesías.

No son tiempos fáciles para las mujeres porque detrás de los discursos de igualdad y oportunidades se viven muchas irregularidades. La sana amistad, con el objetivo de mejorar a las personas, debiera ser un punto relevante en las agendas de nuestras iglesias. Además de fortalecer las relaciones entre “noemíes” y “rutes” debemos potenciar la participación honesta y cooperativa de “boozes” (y no tanto yendo de rescatadores de débiles damiselas como de colaboradores con los hijos e hijas de Dios).

III. “Amorosidad”

Juan 15 supera cualquier expectativa. Lo hace porque no era necesario que Jesús quisiera ser nuestro amigo, ya teníamos suficiente con ser salvos por su sacrificio. Pero a Jesús le gusta ir más allá, vivir al verdadero límite. Y nos propone que, tras conocerlo, seamos amigos. Es una amistad que surge y fluye del amor divino, del principio que ordena y relaciona todas las cosas. Él, Dios, se agacha hasta nosotros, nos mira a los ojos y nos dice: “¿Quieres que seamos amigos?” Lo hace de forma tan normal que nadie diría que es el Rey de reyes, el Altísimo, el Todopoderoso pero es que a él le gusta ser el Generoso, el Cercanísimo, el Amigo de amigos.

Paulo Freire, hablando de las cualidades de un educador de verdad, dice que tiene que poseer “amorosidad”. O sea, que no solo debe manifestar afecto fraternal (fraternidad), objetivo de mejora (sororidad) sino, además, transformación y esperanza. En Juan 15, Jesús CONECTA con nosotros por medio de su “amorosidad”. Genera una relación de afecto que nos proporciona apego. Propone un vínculo de crecimiento que nos oferta horizonte. Y practica el amor de verdad que nos salva, nos cambia, nos hace sabedores de soluciones y nos embarga de esperanza.

Esa “amorosidad” de Jesús la necesitan hoy día nuestra iglesia y nuestro planeta. Estamos cansados de mujeres y hombres que viven como lobos y necesitamos de hombres y mujeres que vivan como personas, como buenas personas. Debiéramos tratarnos como si nos quisiéramos (es una ironía pero también es un desafío) porque el camino de la actitud a la actuación es mucho más corto de lo que pensamos. Además, no sabéis lo bien que sienta. En palabras del mismo Jesús: «Os he dicho esto para que tengáis mi alegría y vuestra alegría sea completa» (Juan 15: 11 ). Y él sabe de lo que habla.

Escena última

Hoy corren tiempos revueltos pero tenéis que verlo cuando llegue. Bueno, algunos lo vivieron en visión y los tenemos en la memoria por la Palabra. No sabemos el momento pero tenemos la certeza de que será el año de la Fiesta del Universo. La tierra se pondrá guapa (“La terra és maca” será el lema a partir de aquel momento) y, como una novia en su boda, se engalanará de luz y respeto, de color y armonía, de esplendor y generosa redención. Serán días inolvidables.

Las calles se inundarán de salvos: gigantescos idealistas con etiqueta de soñadores; hiperemocionados creyentes con poso y sin poses, diminutos niños de rosada piel y ojos “googleados”. Los celestes y los terrestres sentiremos el vibrante gozo de un planeta que presumirá de ser, por siempre, la capital del universo. Se nos encogerá el alma cuando el jinete, Jesús, abra los cielos. Recogeremos nuestros corazones tras el silencio y nos inundará la plenitud que produce ser salvos. Nos aunaremos con los desfiles y, quién lo diría hoy, incluso con el Rey de reyes que nos abanderará.

Serán días únicos, auténticos que causarán impronta en todo el cosmos.

Habrá un momento final que aún me embarga de emoción con solo pensarlo. Todos juntos porque, por efecto de la transfiguración, todos seremos divos, cantaremos el canto del Cordero y constataremos que seremos “Amigos para siempre” (“Amics per sempre”). Sabremos que es real el respeto y el afecto entre los pueblos. Sabremos que no solo podremos, además de ir más rápido, llegar más alto y ser más fuertes (“Citius, altius, fortius”), ser mejores personas (¡Excelsior!). Nos sentiremos en amorosidad con el universo y constataremos que durará “para siempre”. Y será así.

Hoy corren tiempos revueltos y, en nuestra vuelta a los principios bíblicos que dan perspectiva, hemos decidido fortalecer la verdadera amistad y el compromiso con la benignidad. ¡Amigos para siempre!

DINÁMICA DE GRUPO

Reunirse en grupos de tres o cuatro.

Imaginad que en la iglesia nos tratáramos como si nos quisiéramos. Sin lugar a dudas, afectaría nuestras relaciones. Bajo esa suposición:

  1. ¿Cómo hablaría de los otros?
  2. ¿Cómo me comportaría con los demás?
  3. ¿Qué haría por mis hermanos?
  4. ¿A qué me comprometería por mis amigos? Jesús nos pide que vayamos más allá de la relación con los amigos o los hermanos en la fe, nos insta a llegar hasta los demás y los otros.
  5. ¿Qué aporta la “amorosidad” en este proceso?

MOMENTOS DE ORACIÓN

AGRADECIMIENTO

  1. Por la fidelidad de los miembros de nuestra iglesia.
  2. Por las capacidades recibidas (dones y talentos) que vivifican nuestras congregaciones.

PETICIÓN

  1. Por el incremento de la fraternidad, la sororidad y la “amorosidad” en nuestra iglesia.
  2. or el compromiso con la misión y el anhelo de hacer diaria la relación con Dios.

Autor: Víctor Armenteros. Responsable de Educación / Gestión de vida cristiana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España. 
Imagen: Revista Semana de Oración Conecta 2019

 

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