El apóstol Pablo con la asertividad que lo caracterizaba le dice a los cristianos que vivían en Tesalónica: “Que el Señor los lleve a amar como Dios ama” (2 Tesalonisenses 3:5). Es un texto que nos desafía a amar de una manera diferente. A cambiar los paradigmas que a menudo utilizamos para referirnos al amor. Conceptos, que aunque no lo entendamos con claridad, están culturalmente condicionados.
Amar es una tarea de tiempo completo. No es posible amar de 8 a 5 y el resto del tiempo no hacerlo. No hay amores de medio tiempo. O se ama o no se ama. No se puede amar sin aspirar a la permanencia y la constancia. Quien ama sin soñar con la eternidad, no está amando, sólo se ha dejado engañar por una ilusión pasional.
Amar es elegir consciente y con persistencia dejar que tu preocupación por ti mismo pase a un lugar secundario. El que ama respira en función de aquel que ama. De hecho, el amor contradice el egoísmo es la cara opuesta. No se puede amar y ser narcisista a la vez. El amor exige entrega hacia el amado. No hay otra forma de amar.
Amar no es tarea que suelen emprender las personas que luchan con la fobia al compromiso. Al contrario, el amor se sustenta y crece al alero de la responsabilidad. Amor sin compromiso es sólo charada de hospicio.
Amar es un fruto maduro de la acción milagrosa de un Dios que nos va mostrando a cada momento que hay diferentes formas de enfrentar la realidad. Dios no se contenta con decirnos que nos ama sólo de una forma. Cada mañana nos trae señales de su amor en el canto de las aves, en la luz del sol y en todo lo que hace a diario para mostrarnos que su amor es incondicional.
Amar es un regalo que se entrega sin esperar nada a cambio. El ejemplo máximo se tiene en aquel que extendió sus brazos para rodear al mundo y dejó que su sangre fluyera sin siquiera esperar que alguien diera las gracias. Quien ama con condiciones, no ama, hace un negocio y espera retribución.
Amar no se exige. Es una ofrenda a la vida. Se otorga y entrega como una dádiva nacida en la alegría de ver al amado recibir la gracia del amor como agua que fluye al desierto.
Amar es la mejor forma de vivir. Todo lo que no sea motivado por el amor carece de raíz, fuerza y lozanía. El amor es como el agua para las plantas, algo que fluye y sin lo cual la hierba no crece. Sin amor la vida carece de sentido.
Amar es el mejor invento de Dios. La preclara luz que nos indica el camino por el cual no se puede errar. La forma más segura de existir sin tener que cargar con la nostalgia del sin sentido o la amargura.
Amar es el camino de la divinidad. El sendero que han caminado las personas que entendieron que la vida sólo se vive con amor o simplemente, no se vive. Es el amor el que da luz a las vidas oscurecidas, y es la capacidad de amar cada día que permite el milagro de la pareja humana.
Por eso no anda errado Pablo cuando nos invita a amar “como Dios ama”, porque no hay otra forma mejor de amar. Dios es el ejemplo máximo de cómo debemos amar de una manera desinteresada y plena. Dios, con Cristo en la cruz, nos muestra su máxima expresión de amor.
Las parejas que miran constantemente a Dios y lo toman como ejemplo de amor constante y verdadero, no pueden errar. Tendrán una lección de vida permanente que le permitirá sortear aquellos pasajes oscuros por los cuales es difícil caminar, pero que el amor hace tolerables.