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Foto: C3PO/Wikimedia Commons

Es muy triste tener que despedir a alguien en el descanso de la muerte. Adolfo Suárez falleció ayer domingo a las 15:03 horas, tras 10 largos años de lucha contra la enfermedad y la propia ley de vida, pero sobre todo, tras una vida entera de lucha por las libertades de los españoles.

Quien escribe estas líneas, actual secretario general de la Asociación para la Defensa de la Libertad Religiosa, apenas tenía 3 años de vida cuando acabó la dictadura, y 5 años cuando Suárez fue elegido presidente por primera vez, y apenas pocos más cuando fue reelegido presidente, pero en esta ocasión, el primero de la democracia constitucional actual.

No obstante sigo teniendo recuerdos en blanco y negro, de un Suárez que hablaba con dignidad y muy respetado por la gran mayoría. Desde la cuna de un hogar protestante, recuerdo la ilusión disimulada en prudencia ante una nueva era, bajo el prisma del fantasma de la represión.

Adolfo Suárez González, uno de los padres de la transición española hacia la restauración de la democracia, luchador feroz y caballero, con dos intentos de golpe de estado (23-F y operación Galaxia) superados, y dos dimisiones a tiempo, entendiendo su deber cumplido.

Desde el mundo evangélico y protestante se reconoce su labor política, si bien los acuerdos del Estado con las confesiones religiosas no llegaron hasta 1992. A pesar de que la transición fue política pero todavía no religiosa, la palabra clave del período impregnado del apellido Suárez es “consenso”.

No sería justo dejar el reconocimiento a medias, pues para que hubiese una tolerancia hacia las minorías de cualquier índole, debía iniciarse un período de aceptación como participantes hacia las minorías políticas, como el Partido Comunista, con el que Adolfo Suárez manifestó no estar de acuerdo, pero que entendió su inclusión en el tablero de la democracia como parte del proceso pluralista e integrador.

Sin esos inicios, no habría sido posible el escenario que más tarde, dio lugar al lento y largo proceso de reconocimiento, respeto y tolerancia hacia las minorías religiosas en España. Es fácil criticar y exigir mayor celeridad en un proceso que muchos entienden y entendemos aún inconcluso, en constante desarrollo. No obstante, hoy corresponde hacer un alto en el camino, y sin perder de vista lo mucho que aún queda por caminar en la defensa de la libertad religiosa y su pluralidad en España, hacer un reconocimiento por el camino ya recorrido, qué duda cabe, que en gran parte gracias al Duque de Suárez.

Apocalipsis 14:13 rinde en la versión La Palabra: “Dichosos desde ahora los muertos que mueren en el Señor. El Espíritu mismo les asegura el descanso de sus fatigas, por cuanto sus buenas obras los acompañan.” Las obras que todo ser humano emprende, trascienden más allá de su propia existencia, no es menos el caso de D. Adolfo Suárez González, referente para generaciones, y de quien esperamos recoger el testigo del consenso, la integración y el entendimiento de forma digna para seguir impulsando la convivencia plural multirreligiosa desde nuestro ámbito.

Revista Adventista de España