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Foto: (cc) Flickr / Miguel Pires da Rosa. Esquina: Linden Chuang.

“¿Te has enterado de lo de Isaí*?”
“No, ¿qué ha pasado?”

“Se rumorea que es gay.”
“¿Qué? ¡Venga ya!”
“No bromeo. Nicolás me lo contó ayer.”
“Vaya. Nunca imaginé que Isaí podría ser gay.”
“Sí, lo sé. Con él ya son dos de nuestro grupo de jóvenes.”
“¿Qué?”
“Se corre la voz de que Tomás también lo es.”
“Calla, calla.”

Está ocurriendo en todas partes, tristemente incluso entre los adventistas. Para ser francos, es algo desagradable, de hecho, una abominación.

Chismes y cotilleos

No es lo primero que te viene a la mente cuando hablamos de “abominaciones”. Tendemos a pensar en atrocidades más obvias, como “inmoralidad sexual” y alimentos inmundos. En cierto modo, es justo, la Biblia es clara condenando tales cosas (Efesios 5:3; 1 Corintios 6:9; Levítico 11:9-23, 41-43).

Aún así, centrándonos demasiado en lo obvio, nos arriesgamos a cegarnos respecto de otras abominaciones que son igualmente ofensivas para Dios.

En Proverbios 6:16-19, Salomón identifica siete cosas que son abominaciones para el Señor. Entre ellas está “la lengua mentirosa“, “el testigo falso que habla mentiras” y “el que siembra discordia entre hermanos“, es decir, chismes. La Biblia también describe los “ojos altivos” (Proverbios 6:17) y “el corazón altivo” (Proverbios 16:5) como abominaciones, así como injusticia (Deuteronomio 25:13-16; Proverbios 20:10, 23), “usura” (Ezequiel 18:13), otros objetos de adoración (Deuteronomio 27:15) y “labios mentirosos” (Proverbios 12:22).

Si usted piensa que yo estoy sugiriendo que mentir es tan malo como ser sexualmente inmoral, no se confunda, es la Biblia quien lo hace.

Cuando se trata del pecado, la Escritura nos desafía a mirar al espejo que es la Biblia en vez de mirar a los demás.

“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos” (2 Corintios 13:5).

¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7:3-5).

El llamado es claro: dejemos de señalar con el dedo, comencemos a quitar las vigas. Ojalá todos podamos dejar de mirar las faltas de los demás y fijar nuestros ojos en “Aquel  que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría” (Judas 1:24).

*Nombres ficticios.

 

Revista Adventista de España