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Lección 14 para el 31 de diciembre de 2022. “YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS”.

Nuestro planeta era un lugar perfecto para ser habitado por seres perfectos. Todo «era bueno en gran manera» (Génesis 1:31). Pero, con el pecado, entró el sufrimiento y la muerte, degradando así este mundo perfecto.

A través de Isaías, Dios nos dio la vislumbre de una renovación completa de lo que Él había creado. Pedro nos recuerda esa promesa (2P. 3:13). Finalmente, la Biblia termina con una visión esperanzadora de la Tierra Nueva, un lugar donde hay sitio para todos los que quieran estar allí.

  • Dios hará todo nuevo.

    • Isaías 65:17-25 y 66:22-23 nos muestra el plan divino para la erradicación progresiva del pecado, hasta que la humanidad llegase a ser nuevamente una sociedad de personas sin pecado, viviendo en un mundo sin pecado.
    • Este plan divino debía ser llevado a cabo a través del pueblo de Israel. Tras aceptar al Mesías (Jesús de Nazaret), Israel sería una luz que irradiaría el conocimiento de Dios a todo el mundo (Is. 11:6-12; 60:1-5). Paulatinamente, la naturaleza iría cambiando hasta ser finalmente transformada.
    • Pero Israel no cumplió su parte. Las promesas fueron transferidas a la Iglesia, y el plan fue adaptado a las nuevas circunstancias.
  • La adoración será perfecta.

    • Tanto en el pueblo de Israel como en la actualidad, los creyentes se reúnen en templos para adorar a Dios “en espíritu”, sin estar directamente en su presencia (1R. 8:27-30; Jn. 4:23-24).
    • Pero en la Tierra Nueva no será así. Los redimidos servirán a Dios en su templo, en la presencia misma del Cordero, Jesús (Ap. 7:15-17). Es más, serán «columnas» del templo, viviendo en la Nueva Jerusalén, junto al trono de Dios (Ap. 3:12; 22:3).
    • Sin embargo, en la Nueva Jerusalén… no hay templo (Ap. 21:22). La presencia de Dios hace de la ciudad un inmenso templo donde adoraremos a Dios en su misma presencia (Ap. 21:1-3), alabando por siempre a Jesús, nuestro Redentor (Ap. 7:9-10; 5:13).
  • Veremos a Dios.

    • Debido al pecado, nadie puede ver a Dios (1Jn. 4:12; Jn. 1:18). Pero tenemos la promesa de que un día, libres del pecado, podremos ver a Dios cara a cara (Ap. 22:4).
    • Tanto Jesús como el apóstol Juan nos indican que, ante la perspectiva de ver a Dios, debemos tener un corazón limpio, debemos purificarnos (Mt. 5:8; 1Jn. 3:2-3).
    • Debemos obedecer ahora la Palabra de Dios, dejándonos dirigir y moldear por el Espíritu Santo (Ro. 8:1, 14; 2Co. 3:18).
  • No habrá más lágrimas.

    • Dios tiene en cuenta nuestros sufrimientos y nuestras lágrimas, y está dispuesto a consolarnos (Sal. 56:8; 116:8). Pero hay lágrimas que no se enjugan en esta vida, sino en el futuro (Ap. 21:4).
    • Las lágrimas derramadas por nuestros seres queridos se enjugarán en la resurrección.
    • Las lágrimas derramadas por la injusticia, y por todo aquello que ahora no entendemos, se enjugarán mientras revisamos el justo juicio de Dios durante el milenio.
    • Finalmente, “no volverán a mencionarse las cosas pasadas, ni se traerán a la memoria” (Isaías 65:17 NVI).
  • ¡Estaremos allí!

    • La expresión “su nombre estará en sus frentes” (Ap. 22:4) significa que tendremos el carácter de Jesús. ¿Es éste un requisito para estar en la Tierra Nueva? ¿Podremos llegar a alcanzarlo?
    • Cuando Adán y Eva pecaron, Dios prometió una solución. A través del sistema de sacrificios, enseñó al pueblo de Israel que el pecado se quita con la muerte del Inocente: el Mesías, Jesús de Nazaret.
    • Él ha hecho todo lo necesario para perdonarnos y transformarnos. Solo debemos aceptarle por fe (Ro. 5:1-2). Si lo aceptamos, ¡estaremos allí!

Para meditar:

«La iglesia es ahora militante. Actualmente, arrostramos un mundo en tinieblas, casi enteramente entregado a la idolatría. Pero se acerca el día cuando habrá terminado la batalla y la victoria habrá sido ganada. La voluntad de Dios ha de cumplirse en la tierra como en el cielo. Las naciones de los salvados no conocerán otra ley que la del cielo. Todos constituirán una familia dichosa, unida, vestida con las prendas de alabanza y de acción de gracias: con el manto de la justicia de Cristo. Toda la naturaleza, en su incomparable belleza, ofrecerá a Dios tributo de alabanza y adoración». Elena G. White (El ministerio de curación, pg. 404).

«El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la creación. De Aquel que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas, declaran en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor». (Elena G. White, El conflicto de los siglos, pg. 657).

Autor: Sergio Fustero, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposa Eunice Laveda, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
Imagen: Librito oficial de Escuela Sabática

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