Cristo, el servidor de todos
¿Te has preguntado cuáles son los lugares de la Biblia dónde Jesús usa la palabra diácono?
Tenemos varios sitios donde Cristo habla del servicio, y uno que subraya mejor el concepto del servidor, es donde Cristo mismo se llama servidor.
Aquí está uno de los textos más claros que ofrece orientación, no solo a los diáconos sino al sentido propio de la misma iglesia en este mundo.
“Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es, acaso, el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.” (Lucas 22:27)
El ministerio de diaconía no debería verse como algo secundario y solo nombrado por dar mayor participación a los miembros que tienen menos dones públicos. Debemos hacer esfuerzos para educarnos en ver la diaconía como una expresión tangible de la atención personalizada de Jesús hacia las personas heridas que transitan el lugar de nuestras comunidades.
¿Dónde vemos la combinación de la teoría con la práctica en el Señor, refiriéndose al servicio?
Cuando Jesús lava los pies de los discípulos toma una toalla indicando la labor compleja de los diáconos y de todos los que son llamados a servir. La toalla era necesaria para secar los pies cansados. La tolla es el contacto que ofrecemos en uno de los cultos más significativos donde nos recordamos al Cristo que descendió por nosotros. De los diáconos, por excelencia, se espera ofrecer un servicio en la primera línea dando ejemplo de humildad y disposición, porque ellos deber representar a Cristo.
“Jesús esperó un rato para ver lo que harían. Entonces se levantó de la mesa, se ciñó con la toalla, echó agua en la palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos. La contienda de éstos le abrumaba, mas no los reprendió con palabras ásperas. Demostró su amor haciéndose siervo de sus propios discípulos. “Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque os he dado ejemplo, para que vosotros también hagáis como yo he hecho con vosotros.” Juan 13:14, 15. (Cristo Nuestro Salvador, pág. 86).
En la iglesia tenemos muchas oportunidades de servir, pero son bastante especializadas en función de la concreción de los ministerios. Alguien que tiene don para cantar, será nombrado director de coro. Otro que tiene dones para la redacción será nombrado para llevar tareas de secretaria. Y la lista se puede concretar en función de los dones que brillan en varias direcciones: administración, predicación, servidor, docencia, etc.
¿Cuál sería el don del diaconado?
Seguramente que cualquier diacono debe tener el don del servicio y la buena disposición para hacer frente a los imprevistos. ¡Listos para actuar en lo que haga falta!, sería el lema de cualquier diácono dispuesto a entrar en este ministerio.
“Dios no es Dios de disensión, sino de paz; como en todas las iglesias de los santos” (1 Corintios 14:33), y quiere que hoy día se observe orden y sistema en la conducta de la iglesia, lo mismo que en tiempos antiguos. Desea que su obra se lleve adelante con perfección y exactitud, a fin de sellarla con su aprobación. Los cristianos han de estar unidos con los cristianos y las iglesias con las iglesias, de suerte que los instrumentos humanos cooperen con los divinos, subordinándose todo agente al Espíritu Santo y combinándose todos en dar al mundo las buenas nuevas de la gracia de Dios. (Hechos de los Apóstoles, pág. 79).
Atento cuidado con los menesterosos
En la iglesia siempre habrá personas necesitadas y pobres. El rol del diácono sería el de servidor, el de indagar la situación delicada de cada familia para que luego con tacto y atención ofrezca la ayuda establecida más allá de algo puntual, a algo sistemático hasta que la situación mejore para esas personas. Más allá de situaciones puntuales, el diaconado debe buscar cómo regularizar las ayudas a las familias que necesitan orientación y asistencia permanente.
“El nombramiento de los siete para tomar a su cargo determinada modalidad de trabajo fue muy beneficioso a la iglesia. Estos oficiales cuidaban especialmente de las necesidades de los miembros, así como de los intereses económicos de la iglesia; y con su prudente administración y piadoso ejemplo, prestaban importante ayuda a sus colegas para armonizar en unidad de conjunto los diversos intereses de la iglesia.” (Hechos de los Apóstoles, pág. 73)
El diaconado como un instrumento de reforma
La diaconía en nuestras congregaciones debería abarcar más que el acomodamiento de los hermanos en las iglesias durante el culto. Quizás algunas de las actividades que casi no existen, deberían reformar nuestras actitudes e involucrar nuestras energías: atención a las personas con discapacidad, ayuda a favor de la educación adventista, asistencia a la familia pastoral, visitas organizadas y sostén a las personas hospitalizadas, asistencia a los jóvenes en sus implicaciones en la música de la iglesia y mejoras continuadas en la higiene y reparaciones del local de adoración. Éstas son algunos puntos que deberíamos reformar para tener ministerio activos y llenos de sentido en la diaconía local.
Partían el pan todos los días
Las circunstancias no son favorables ahora para las comidas fraternales, pero estos espacios deberían ser protegidos por los diáconos. Comer juntos en la casa del Señor es tan importante como cualquier otro programa religioso. Compartir platos, estar sentado juntos para hablar de lo que nos pasa, reír y comunicar después del culto, podría ser ocasión salvífica de recuperación de muchos que de otra manera se alejarían para siempre.
Como diáconos y diaconisas en la casa del Señor debemos de considerarnos privilegiados en servir a la congregación, grande o pequeña, porque Cristo dejó la gloria del Padre, venir a nuestro mundo y buscarnos.
Autor: Richard Ruszuly, secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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