Todos fuimos en algún momento ovejas extraviadas. Cristo dejó el cielo glorioso para buscarnos y redimirnos.
Para ti, que estás leyendo estas líneas, Cristo ha derramado grandes cantidades de amor divino para bendecirte y acompañarte en la fe. Sin embargo, no hay ninguna garantía de que el día de mañana permanezcamos en nuestras comunidades. Por eso, dedico estos pensamientos a todos mis hermanos, diáconos y diaconisas, para que puedan hacer planes para traer de vuelta, al redil de Cristo, a los que no estarán con nosotros algún día.
De vuelta a los brazos de Jesús
La oscuridad reina en este mundo y las dudas nos pueden alejar del amor fraternal. Si esto me ocurriera a mí mismo, por favor, salgan a buscarme y tráiganme de vuelta a los brazos cariñosos del Salvador. Si nosotros, como diáconos y diaconisas no asumimos el rol de visitar a los alejados, ellos serán condenados a la más densa frialdad.
Recuerdo, siendo pastor, cuando recibí una visita de la familia de los diáconos de mi iglesia. ¡Qué gran gozo sentí! Me hicieron serntir que pertenezco a una comunidad, que tengo hermanos que de verdad se interesan por el bien espiritual de mi familia. Necesito insistir en la tarea de la visitación de los diáconos y diaconisas. Se debe hacer, porque de ella depende la permanencia de muchos en la fe.
El ministerio de los diáconos es tan importante como la misma obra de evangelismo. Donde no hay un plan de búsqueda y retención de los miembros, ganaremos quizás miembros nuevos, pero perderemos a los que llevan varios años entre nosotros.
Mira esta preciosa cita del libro Deseado de Todas las Gentes: “El Salvador dio su vida preciosa para establecer una iglesia capaz de cuidar de las almas entristecidas y tentadas.” (p.595) ¿Por qué será que los que llevamos tantos años en la iglesia nos gozamos más por los que entran, pero poco sabemos gozarnos por los que permanecen?
Tómate dos minutos, y acércate a tu amigo de la iglesia y dile que te alegras muchísimo de que esté en la congregación. Te lo dejo como una sugerencia sincera. Valoremos más a los que están con nosotros, para no lamentarnos tanto cuando ya no están.
Objetivos de la diaconía
Los objetivos de la diaconía y de la comunidad implicada en el servicio, deben estar centrados en:
- Los que están en la iglesia y más en concreto:
- Los que están solos
- Los que están enfermos
- Los que están aislados
- Los que están desanimados
Enseñanzas de la parábola de la oveja perdida
Al presentar la parábola de la oveja perdida, Cristo nos indica los esfuerzos que se deben hacer para recuperar a un solo miembro de nuestra comunidad (Lucas 15: 1-7).
Destacamos en el versículo 4 de la parábola las acciones de Cristo, aplicándolos al cuidado expreso de los diáconos, ancianos y pastores:
- Dejar las noventa y nueve – acción que indica que si uno se pierde los esfuerzos deben centrarse en recuperar al que se apartó. Hacer planes de visitación y atención personalizada.
- Ir tras las que se perdió – averiguar por qué y dónde se extravió para evitar una futura perdida. Evidentemente, la enseñanza es que si alguien se apartó de la comunidad de los fieles se deben elaborar estrategias que alcancen a las personas. Tocar con el amor divino. No condenar. Las “ovejas perdidas” de la casa del Señor, necesitan saber que alguien está interesado en seguirlas para encontrarlas. Os digo, que hay algunos que se alejan, simplemente para comprobar si alguien nota su ausencia.
- Hasta encontrarla – los esfuerzos se dedican plenamente hasta la recuperación. La operación de rescate termina con éxito. ¡Llenémonos con la esperanza del éxito! Al final, veremos resultados. La tarea es dura, pero recogeremos frutos.
Cristo, nosotros y el rescate
Todos los que alguna vez han participado en el culto de adoración de la iglesia y ahora ya no están con nosotros componen esa categoría de personas que el Buen Pastor nos manda a buscar.
Tengamos especial atención hacia los miembros adventistas que acuden a nuestras iglesias desde otras partes del país o del mundo. Han dejado su zona de confort y necesitan encontrar un lugar que se parezca a su iglesia. Muchos se alejan de sus comunidades porque les cuesta integrarse.
Preguntemos por los hijos de los adventistas que ahora siendo mayores están fuera de nuestras comunidades. Ellos también son “ovejas” que pertenecieron a la familia adventista. Aunque haya muchos de nuestros hijos que no se han bautizado todavía, no significa que no sean en espíritu y corazón adventistas, como nosotros los que participamos activamente de la comunión.
Os ruego, no descuidar el gran campo que tenemos delante de nuestros ojos: la familia, los parientes, los vecinos, los amigos, y especialmente los que forman nuestra iglesia.
Hay corazones solitarios que cuidar
Mientras pasan los días,
Hay almas cansadas que perecen,
Mientras pasan los días.
Si una sonrisa podemos renovar
A medida que seguimos nuestro viaje,
Oh, el bien que todos podemos hacer
Mientras pasan los días.
(IRA D. SANKEY Victory in Song , pág. 486)
Somos responsables de cuidar a nuestros hermanos
Animo a nuestros colaboradores diáconos a dejar crecer en nuestro foro interno el sentido de la responsabilidad hacia la comunidad. Sentir que somos los responsables de cuidar a los hermanos es algo que debemos cultivar. Caín, el hermano de Abel, huyó de esta responsabilidad alejándose de la pregunta del Señor: ¿Dónde está tu hermano? (Génesis 4:7).
Siempre recordaré el plan de visitación que hicimos en una iglesia donde servía como anciano. Entré en la casa de la hermana, que ya tenía cierta edad. Nuestras miradas se encontraron por primera vez. Ella estaba en la cama con problemas de salud. Hacía años que no acudía al templo. La visita fue corta, pero salí de allí con una idea clara sobre la importancia de mostrar interés por todos, y especialmente por los enfermos de nuestras iglesias.
Si no estás involucrado en un plan de seguimiento y visitación a las familias de tu iglesia, te invito a que hables con tus líderes para poner en la agenda del consejo este punto imprescindible.
Si eres tímido puedes acompañar a algún líder más experimentado. El visitar es un arte que se aprende a medida que te involucras. Yo pensé que esta tarea será algo que nunca podré asumir en totalidad. Pero reconozco que es una de las actividades que más me gustan. Te animo a experimentar el gozo de buscar a tus hermanos.
“Un grupo de creyentes puede ser pobre, sin educación y desconocido; sin embargo, estando en Cristo puede hacer en el hogar, el vecindario y la iglesia, y aún en regiones lejanas, una obra cuyos resultados serán tan abarcantes como la eternidad.” (DTG, 595).
Autor: Richard Ruszuly, secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Photo by Andre Ouellet on Unsplash