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El apóstol Pablo en 1 de Timoteo 3: 2: Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar…

¿Qué es la prudencia?

La prudencia es una característica necesaria para un anciano excelente, que sabe manejar las situaciones con delicadeza. Prudencia es el arte de saber cómo decir las cosas, en qué momento, y encarrillar las circunstancias casi incontrolables hacia el señorío de Jesucristo. Es tener la visión adecuada para afrontar condiciones difíciles.

Dependiendo del Espíritu Santo

Debemos andar con total dependencia de la guía del Espíritu Santo, manejar la información confidencial que los miembros nos han confiado, acudir a los consejos de la Biblia, apoyarnos con cautela en la luz del Espíritu de Profecía, consultar a otros líderes con experiencia, para saber hasta dónde podemos llegar con nuestras intenciones de mejorar la vida de la comunidad.

El ejemplo de José

José, el undécimo hijo de Israel, el instrumento de Dios para guardar la vida de la familia de Israel en la hambruna de Canaán, es reconocido como una persona prudente (Gn. 41:33) por saber administrar con previsión de futuro.

Entonces, la prudencia es tener visión. No mover las fichas pensando solo en el presente. Hacer planes para beneficiar la iglesia a largo plazo. Ser prudente aquí, es sinónimo de tener visión y hacer planes para el futuro.

A veces, como líderes tenemos una gran tentación de pensar solamente en lo que corresponda a nuestro ejercicio eclesiástico. Debemos trabajar para los años venideros, sin perder de vista la inminencia de la venida del Señor, pero hacer todo cuanto esté en nuestro poder para que los siguientes ejercicios de cargos en los departamentos, puedan tener una “herencia” de misión y de actividades con mayores facilidades de las que nosotros hemos encontrado, al tomar la dicha responsabilidad como ancianos.

Priorizar lo que es mejor para la iglesia

Acabemos con el concepto “si me voy yo de aquí, se notará.” Hagamos que al marcharnos de nuestras responsabilidades, podamos dar todas las facilidades para el predecesor que ocupe nuestro lugar. Esto significa ser prudente. Pensar lo mejor para la iglesia de Cristo, incluso al no ser reelegidos. Reflexionar sobre cómo queremos que vayan las cosas cuando nosotros ya no estemos más en ese cargo.

Si, se necesitan varones como José, varones o mujeres prudentes, que sepan cómo encarar las calamidades. Consagrados/as, que hablen las palabras de Dios.

La prudencia hizo llegar a José tan lejos, que estaba con la mayor responsabilidad sobre la tierra de Egipto.

Estas son las palabras del mismo José delante del Faraón al interpretarle el sueño: Provéase ahora, de un varón prudente (Gn. 41:33). Es lo primero que menciona José, que él considera como imprescindible para afrontar los siete años de hambruna. La prudencia, José, la consiguió en sus primeros años, al seguir su deber antes que su inclinación. Es decir, la integridad, la confianza sencilla y la disposición noble (PP., p. 198), fructificaron sus acciones.

Dependamos de Dios

No tengamos prisas en extraer conclusiones. Admitamos que somos finitos y dependamos de la voluntad de Dios. No seamos absolutos en nuestras decisiones. Reconozcamos que podemos equivocarnos. Consultemos más  y más, antes de ir en una u otra dirección. Vayamos en la dirección que sea la más enfocada cuando no tenemos otra luz, de acuerdo con la Palabra y con una conciencia tranquila y en paz.

Que el Señor nos guarde en su gran misericordia.

Con amor fraternal,

Richard Ruszuly. Secretario Ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España. 

Foto:Ben White en Unsplash

 

Revista Adventista de España