Lo hacemos sin querer. Simplemente “nos sale” hablar mal de otros. Solemos escoger ver lo malo antes que lo bueno. Eso siempre nos hace sentirnos superiores, y nos gusta esa sensación. Sin embargo, la crítica destructiva no solamente daña la imagen de la persona a la que criticamos, sino que también nos hace daño a nosotros.
Cuanto mas criticamos a alguien, mas afianzamos esa mala imagen en nuestra cabeza y nuestro corazón. Pero ¿y si en lugar de centrarnos en lo malo, buscásemos lo bueno? Nos resultaría mas sencillo amarla.
Jesús nos pide amar a los enemigos (podemos incluir a quienes no nos caen bien) y orar por ellos. ¿Sabes por qué? Porque la mejor manera de acabar con un enemigo es ¡amarlo! No podemos cambiar lo que sienten los demás hacia nosotros, pero si podemos cambiar lo que sentimos nosotros. Cuanto menos veneno en el corazón, mas salud emocional.
¿Qué te parecería si a partir de ahora, cuando alguien nos hable mal de otra persona le paramos y le pedimos que no lo haga? ¿Qué pasaría si cuando tenemos ganas de criticar, nos mordemos la lengua y oramos pidiendo a Dios que nos ayude a ver sus cualidades positivas y que nos enseñe a amarla a pesar de las negativas? Tu y yo también tenemos muchas cosas malas, y sin embargo hay personas que nos quieren a pesar de ellas.
Tal vez nunca te has parado a pensarlo… pero cuando Dios dice, en los 10 mandamientos: “No levantarás falso testimonio contra tu prójimo” no está diciendo “no mentirás”, dice algo mas concreto. Dice que no debes criticar. En el fondo tu no sabes lo que está pasando realmente en la vida de esa persona, o por qué hace lo que hace.
Los indios tienen un refrán “antes de juzgar a otra persona, camina 3 lunas en sus mocasines”. Tal vez, si conociésemos las circunstancias y las vivencias del otro seríamos mas comprensivos (con familiares y amigos lo somos). Quizás entonces criticaríamos menos y amaríamos (e incluso ayudaríamos) más.