En mi reflexión mensual, una vez más quiero animar a la iglesia a seguir reflejando el amor de Jesús al mundo al amarnos los unos a los otros. Vivimos en un momento crucial de la historia y reflejar a Jesús ya no es una opción más para la iglesia, es la única opción si no quiere caer en la irrelevancia y desaparición.
La Biblia es clara al respecto: lo único que le da sentido a la iglesia es el amor de Cristo. Que nos amemos unos a otros como Él nos amó es lo único que el mundo necesita realmente ver, porque es lo único auténticamente creíble. El amor de Cristo “excede a todo conocimiento” (Ef.3:19) y, por lo tanto, es la auténtica muestra del poder del Evangelio.
Todo lo demás se puede aparentar, pero el amor verdadero es lo único que es profundamente real. En la primera carta de Juan encontramos la idea de perfeccionamiento en el amor como un proceso de crecimiento espiritual. Leemos que “el que guarda su palabra, en ése verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él” (1ª Jn.2:5). Fijaos que el apóstol dice que la señal de la presencia de Dios en el creyente es este proceso de perfeccionamiento del amor de Dios mediante la fidelidad a la palabra. Dicho de otra manera, no se puede guardar la palabra sin amar.
Creciendo en el amor
De la misma manera, el mismo apóstol afirma que “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se ha perfeccionado en nosotros” (1ª Jn.4:12). El texto habla por sí mismo, pero quisiera enfatizar esta idea de crecimiento en el amor como proceso. Si amamos es porque Dios está en nosotros lo cual implica que solo podemos amar si Dios está en nosotros.
En versículos posteriores, Juan afirma que este perfeccionamiento del amor en nosotros es fundamental para “no temer” y, como consecuencia “tener confianza” en el día del juicio. No hablamos de algo accesorio u opcional. Es fundamental que el amor de Cristo se perfeccione en nosotros. El amor nace en el corazón del Padre, se evidencia en el sacrificio del Hijo y se instala en el corazón del creyente por la obra del Espíritu evidenciándose en la relación los unos con los otros.
Iglesias poco cariñosas
Aunque sabemos todo esto, todavía sufrimos a la hora de vivirlo. Encontramos muchos ejemplos en la Biblia donde las iglesias no eran lo acogedoras, cariñosas y amables que deberían ser. Por cuestiones de espacio, citaré dos textos en este sentido.
El primero se encuentra en la carta escrita por Santiago. De alguna manera, podemos sentir la sorpresa del apóstol cuando pregunta a la iglesia: “¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre vosotros?” (Stg.4:1). Al leer el texto, puedo sentir el desánimo e incluso la frustración del pastor que, al escribir a su iglesia, expresa su dolor y confiesa que toda esa división viene “de las pasiones que luchan dentro de vosotros mismos”.
Quizás la misma tristeza que sintió Jesús cuando, volviendo a Capernaún, preguntó a sus discípulos: “¿Qué discutíais entre vosotros en el camino?” (Mrc.9:33).
Porque es cierto que no podemos dar lo que no tenemos y por esa razón, es necesario que busquemos tener lo que Cristo nos quiere ofrecer.
Amar como Jesús nos ama
Por esta razón, al igual que Pablo, oro al Señor para que nos dé el ser fortalecidos con poder en lo más íntimo de nuestro ser. De ese modo, por la fe, Cristo vivirá en nuestros corazones para que, arraigados y cimentados en amor, seamos plenamente capaces de comprender cuán ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo.
Pido, como Pablo, que podamos conocer ese amor, que excede todo conocimiento, para que seamos llenos de toda la plenitud de Dios.
Ruego, como Pablo, que nos podamos comportar como es digno del llamamiento que hemos recibido siendo humildes, amables, tolerantes y dispuestos de soportarnos unos a otros con amor.
Como Pablo, agradezco a Dios porque él mismo llamó a unos para ser apóstoles, otros profetas, otros evangelistas y otros pastores y maestros para perfeccionar a los creyentes en la edificación del cuerpo de Cristo … que recibe su crecimiento para ir edificándose en amor (ver Efesios 3:16-19; 4:11-16).
Comenzaba diciendo que quería animar a la iglesia a vivir el amor, pero termino este artículo feliz al haber encontrado a alguien que lo hace mucho mejor que yo. Gracias, estimado Pablo.
Dios te bendiga, querida iglesia.
Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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