Al terminar de dar un sermón, para el cual nos hemos preparado con esmero, surge la pregunta: ¿He podido alcanzar el corazón de mis oyentes? Nos gusta saber que nuestros esfuerzos tienen resultados; que nuestras predicaciones no son en vano. En la vida de Noé vemos a un predicador que tenía una estrecha relación con Dios, que actuaba en conformidad con el mandamiento de Dios, que anunció fielmente durante 120 años que un diluvio está a punto de caer sobre la tierra, pero al que solamente su familia escuchó. ¿Fue, entonces, Noé un predicador que debemos tomar como ejemplo? Sin duda lo es, porque aunque no lo parezca, Noé tuvo un éxito del 100% en su predicación. Todos los que aceptaron escucharle, se salvaron.
Os propongo, en conceptos sencillos, aprender sobre la excelencia en la predicación, en la vida de este gran hombre: Noé, “el que aliviará de las fatigas y los trabajos” (Génesis 5:28).
Noé, el que paseaba con el Señor
El caminar con Dios es acción. Es ir en la dirección concreta. Es mantener el rumbo que Dios nos da y seguir Sus indicaciones para alcanzar metas. Insistir más sobre la oración en la vida del predicador es como limpiar el parabrisas del coche cuando llueve. No podemos avanzar sin oración porque no vemos hacia dónde vamos.
Noé al predicar tenía un propósito que hizo de él un predicador excepcional. Sus sermones fueron hechos de tal manera que su familia comprendió el mensaje y le creyó. La oración dio propósito a su predicación. Salvar a sus hijos era su primer objetivo. En los 4 capítulos aparecen por lo menos 7 menciones a su familia. En la salvación de este predicador de la justicia, Noé no está solo. Su familia está con él, tanto al entrar como al salir del arca. Una vida consecuente de oración te hace abrir los ojos a los que te rodean. La comunión con Dios sensibiliza el corazón del predicador para preparar sermones entendibles, accesibles, especialmente para las personas que están a su alrededor. El dato, de que Noé era justo entre sus contemporáneos (Génesis 6:9) indica hacia una persona que supo contextualizar su mensaje a la gente de su época, especialmente a la protección de los que formaban parte de su familia. Ora con la meta de hacer asequibles tus sermones para la comprensión de los más cercanos. Pasa tu sermón por el filtro de la percepción de tus familiares. Piensa en cómo podría en práctica tu cónyuge los conceptos que estás desarrollando. No te separes de la realidad. El mensaje de Noé era simple, claro y poderoso: hizo exactamente todo lo que Dios le mostró (Génesis 6:22). Que tu sermón sea un espejo de lo que tú vives, eso sí, que constituye un sermón excelente.
Noé, disfruta cumpliendo las ordenanzas de Dios
En la vida de Noé la acción es lo predominante y no el discurso. De hecho, en todo el relato del diluvio, no oímos ninguna palabra de parte de este patriarca. Y un dato curioso es que la única vez que habla es cuando profetiza el futuro de sus hijos (Génesis 9:25-26). En la vida de Noé observamos esta constante: Dios habla y Noé ejecuta. El respeto y el compromiso con las indicaciones de Dios son totales. No hay dudas en cuanto a los planes que el Señor le muestra. La frase hizo todo conforme a lo que Dios le había mostrado (Génesis 7:5) aparece después de cada intervención divina. Hay un compromiso donde vemos al Señor esperando actuar después de que Noé cumpliera con lo ordenado. Dios cierra la puerta (Génesis 7:16) indicando su conformidad con todo lo que este hombre escogido ha realizado. Si en tu vida los mandamientos de Dios son tomados en serio, tus sermones alcanzarán los objetivos. Lo importante en un sermón no es cuántas personas se sienten bien al escucharte sino si has logrado transmitir integralmente lo que el Señor te está indicando a decir. En la mayoría de los casos, las instrucciones del Señor no van acordes con la corriente. Pero al cumplir con todo lo indicado en Su Palabra tendrás poder para influir en todos, y principalmente en tu casa.
Noé, el predicador constante y exitoso
Predicar durante años en una iglesia es algo digno de honor. Noé predico 120 años sobre el diluvio que iba a caer sobre el mundo. Hizo tanto y parece que no tuvo mucho éxito. Predicó años enteros, construyendo un arca, advirtiendo de la destrucción que iba a venir sobre el mundo. ¿Qué permitió a Noé a seguir constante en su ritmo? ¿Cómo pudo seguir adelante sin desanimarse? Como predicadores esperamos ver el fruto de nuestras predicaciones. Si no es algo evidente nos entristecemos y abandonamos el entusiasmo de compartir las buenas nuevas de una manera alegre y esperanzadora. Para el predicador, la preparación esmerada y la transmisión ilusionada del mensaje del Señor no debe medirse únicamente por el impacto creado en la comunidad. Claro que es importante evaluar las reacciones a través de algún sistema que nos permita tomar el pulso de la feligresía para ver qué podemos corregir. Pero no me refiero a esto. La evaluación siempre es buena. Tenemos que ver si es el alimento adecuado, el que la iglesia necesita, al orar y valorar la situación. Sin embargo, en el ministerio público de Noé, vemos el criterio de la no conformidad, de no amoldarse a este mundo (Romanos 12:2) en el hecho, de no añadir o poner en duda las ordenanzas del Señor (Génesis 7:5). Su predicación viva es integra ya que no pone en tela de juicio las palabras del Señor. Una predicación eficaz está llena de fe en las palabras de la Escritura, y aunque no ve una respuesta inmediata sigue adelante con mucha ilusión en las buenas nuevas. El desánimo no tiene cabida en una predicación exitosa. Creer que lo que Dios dice se cumplirá, va más allá del paso de los años. En el caso de Noé, él consiguió construir el arca a pesar de quedar solo y de no ganar ningún alma fuera de su familia. Él siguió predicando aunque nadie le hacía caso. Su mensaje no pudo alcanzar a nadie más excepto su familia directa. Pero no fue culpa de su mensaje. El mensaje era absolutamente correcto y poderoso. El problema no fue de Noé, sino de la decisión personal de quienes escogieron no escucharle. Todos aquellos quedaron en la oscuridad de la incredulidad. Aun así, Noé predicó con perseverancia porque sabía que su mensaje era de Dios.
La predicación de Noé tuvo un éxito del 100%
Nadie más se convirtió al mensaje de advertencia, solamente su familia. ¡Pero su éxito fue del 100%! ¡Todos y cada uno de quienes decidieron escucharle, se salvaron! Una predicación basada en la Palabra del Señor, en su letra y sobre todo en su espíritu, es efectiva siempre. El que se esfuerza y predica la palabra del Señor en medio de las dificultades, volverá con resultados increíbles. En bonitas palabras el salmista describe este concepto:
“Los que siembran entre lágrimas, cosecharán entre cánticos. Al ir, va llorando el que lleva las semillas, pero volverá entre cantos trayendo sus gavillas.” (Salmos 126:5-6)
Noé predicó Su palabra. Él se esforzó en convencer a todos acerca de la inminente destrucción. Pero ellos escogieron, de manera libre y personal, no escucharle. De todos modos, debemos tener en cuenta que la meta de su predicación, la primera meta, no era la de salvar a desconocidos. Es sorprendente descubrir en el libro de Hebreos su profundo interés en la salvación de los suyos: “Por la fe Noé tomó en serio la advertencia sobre algo que aún no se veía, y construyó un arca para salvar a su familia.”(Hebreos 11: 7). El evangelismo mas efectivo es el de dentro hacia afuera.
La construcción del arca y todo su trabajo era para salvar en primer lugar a su familia. Ninguno de sus hijos se perdió. Mejor aún: todas sus nueras fueron salvadas. Y lo excelente es la compañía de su esposa. Su mujer entra con él en el arca de la salvación. Noé predica pensando en cómo salvar a su familia. Noé construye el arca soñando con liberar a su familia del diluvio. Noé involucra a su familia en la misión, manteniendo ocupados a los suyos para que aprendan sobre lo importante de cumplir con las ordenanzas divinas. Depende por dónde lo miremos, pero Noé a través de su vida y de su poderosa predicación, salva a todos los de su casa. No es de extrañar que uno de los conceptos que enfatiza el apóstol Pablo en relación con los predicadores es el hecho de saber gobernar a sus hijos y educarlos (1 Timoteo 3:5).
Al pensar en la construcción de nuestros sermones pensemos en nuestras familias. ¿Cómo entenderán nuestros hijos el mensaje que transmitimos? Un sermón bien formulado es el que pasa del test del hogar, es decir, que sea comprendido en primer lugar por los que componen nuestra familia. Cuando predicamos debemos de pensar en la salvación de nuestra pareja. Cuando haces tú sermón ponte en el lugar de tus hijos y pregúntate: ¿Ellos me entienden? Cuando estas orando para tener un sermón consistente piensa en tu pareja y pregúntate: ¿Será que mis palabras darán testimonio de mi vida íntegra en la intimidad de mi hogar? Un sermón poderoso comienza con una vida poderosa en Cristo. Necesitamos ser, en nuestra intimidad, en nuestro hogar, canales limpios a través de los que pueda fluir el amor y la sabiduría de Dios.
Nuestra familia, nuestros “hijos”, son también cada uno de los miembros de nuestra iglesia quienes están dispuestos a escuchar el mensaje de Dios y obedecerle. Luchemos para colaborar en la salvación de ellos, después, involucrémoslos en alcanzar, juntos, al resto de los hijos de Dios que aún no conocen Su nombre. Muchos Le negarán, pero algunos escucharán, conmovidos por el Espíritu Santo, y serán salvos.
Nuestro cometido es predicar con poder, el poder de Dios que resulta de una vida realmente consagrada a Él; es vivir a Cristo en nuestra intimidad y en nuestro hogar, después en nuestra iglesia y después en la sociedad. El evangelismo comienza en casa.
Noé fue un predicador excelente porque predicó para salvar, primeramente, a su familia. Si nuestros sermones tienen esa misma prioridad, seguramente tendrán un éxito mayor. Que nuestra primera meta sea: “yo y mi casa serviremos al Señor” (Josué 24:15).
Richard Ruszuly. Responsable de la Asociación Ministerial de la Iglesia Adventista del 7º Día en España.
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