Los salmos suelen ser taxativos, en otras palabras, no dejan duda de que están proponiendo ideas definidas y no ambiguas. El salmista escribe: “El Señor conoce el camino de los justos” (Salmo 1:6). Así de simple y definitivo, por mucho que a mentes del mundo contemporáneo pueda parecerle una idea demasiado buena para ser verdad.
Cuando alguien ha sido traicionado, abandonado, injuriado, y tristemente dejado a un lado, especialmente por quienes han urdido planes para vengarse o simplemente, por maldad, maltratar a otra persona, la sensación de soledad es indescriptible. Se mira el horizonte y se percibe que no hay nada que pueda darnos paz. En dicho contexto, las palabras del salmista son un bálsamo esperanzador. No importa qué digan los demás, “Dios sabe”. Ese saber de Dios es más importante que cualquier daño que otro nos haya ocasionado. Porque Dios conoce todo, no sólo los aspectos que tú y yo percibimos, sino todo aquello que se esconde detrás de las cortinas ignotas de la historia personal y global.
Saber con certeza que Dios conoce lo que ocurre en tu vida, que ha visto tus caminos y es capaz de juzgar con justicia, y sabe exactamente lo que vives, da paz, porque sabes con seguridad que nada se le escapa y en el momento en que sea necesario, lo que eres saldrá a la luz, por mucho que tus enemigos hubiesen querido esconder la realidad de las cosas que han ocurrido. A algunos, esta idea les da miedo, pero cuando confías en Dios y conoces su inmenso amor y misericordia, no tienes nada que temer, porque su conocer no es para condena, sino siempre es piedad en acción, misericordia que se expresa en actos concretos de amor y paciencia, por mucho que nos equivoquemos, Dios no anda con un palo para maltratarnos, sino que quiere constantemente mostrarnos el madero donde murió su hijo para que tengas esperanza y sepas que Él siempre habla en serio cuando dice que tú y yo somos “la niña de sus ojos” (Salmo 17:8).
A menudo, especialmente, cuando se es víctima de infamia y difamación, queda una sensación de impotencia, que es mayor cuando no es posible defenderse, o la defensa es considerada una forma de reconocimiento de culpa. Los difamadores tienen la habilidad de torcer de tal modo los acontecimientos que suelen poner los argumentos en contra de quienes se defienden. Siempre he admirado esa habilidad de quienes suelen torcer todo a su favor. La maldad desarrolla habilidades y hay quienes tienen la habilidad del mal y de dar vueltas las cosas a su favor, y eso desanima, porque llegamos a creer que nunca llegará justicia.
Reconforta saber que Dios conoce el camino de los justos. Que aun cuando las personas sean maltratadas o tratadas de manera injusta, Dios conoce, y en su momento, mostrará toda la verdad, sin ambigüedad, de quien ha obrado de una manera errada. Como diría un amigo: “Por muy oscura que sea la noche, siempre sale el sol”.
La maldad tiene muchas mañas y sabe manifestarse de las más extrañas formas. Sin embargo, el poder de Dios es superior y ese es el trasfondo de esta promesa que es a la vez una afirmación del poder de Dios que no se deja engatusar por las actitudes mañosas de quienes obran mal. Dios, que es justo por naturaleza, conoce lo que está bien, aun cuando esté oculto en una montaña de mentiras, medias verdades y acusaciones infundadas.
Así que mi hermano o hermana, levanta la frente, no temas, porque quién está contigo es Dios mismo que conoce tu vida y todos los recovecos de tu existencia, y en su justicia nunca permitirá que el mal se salga con la suya. Anímate. Quién está contigo puede más que cualquier mentiroso. La verdad, siempre, sin duda, sale a la luz, especialmente, porque Dios conoce todo y a él nada se le puede esconder.
Autor: Dr. Miguel Ángel Núñez. Pastor adventista ordenado; Doctor en Teología Sistemática; Licenciado en Filosofía; Orientador familiar. Ha escrito 60 libros y muchos artículos. Ha sido profesor universitario en Chile, Argentina, Perú y México. Es consejero matrimonial y conferencista internacional. Reside en España.
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