Todos los meses cierran preñados de noticias, con sus correspondientes dolores tal y como nos anunció Pablo (Romanos 8:22) y el propio Maestro: “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos” (Marcos 13:8). La noticia más dolorosa está siendo el terrible drama de los refugiados que buscan seguridad y futuro en Europa, y la más debatida localmente en la piel de toro, la posible independencia de Cataluña.
El humorista gráfico Antonio Fraguas “Forges” publicó una viñeta a colación de lo que se veía venir este otoño en Europa con los migrantes en la que aparecía un señor llorando con una frase: “Fabricar fronteras… Un trabajo con futuro…”. Inmediatamente surgieron reacciones sobre la posible independencia de Catalunya, para nada objeto de la viñeta. Entré en el debate con un único tuit: “Lástima que tanta gente confunda la viñeta de hoy y pensemos en nuestro ombligo en vez de en los migrantes y refugiados”.
La injusticia hacia Forges me hizo pensar en lo fácil que es descontextualizar, malinterpretar y consecuentemente, criticar o acusar a otros gracias al gran condicionamiento de nuestro microentorno. Nos preocupa lo más inmediato y cercano, y a menudo nos hace perder de vista otros problemas más urgentes y graves, por estar en la distancia, ya sea en el espacio o en el tiempo.
Cada persona es un mundo, y lo comparte con el mundo de los que le rodean, creando un universo social de preocupaciones ad hoc. Aún así, cada uno de nosotros, dentro de ese universo social, incluso dentro de nuestro propio mundo, tenemos nuestro microentorno, que nos condiciona y mucho con lo que más nos preocupa o creemos que nos amenaza. Las preocupaciones nos sirven de filtro inconsciente para analizar las acciones, palabras y supuestas intenciones de los demás. Es un mecanismo natural, de referencia analítica, por supuesto, imperfecto. Fabricamos fronteras con nuestro prójimo para defender nuestro micromundo.
Todos nos podemos equivocar a la hora de hacer juicios y tener prejuicios. La gran diferencia está en las intenciones que uno tiene y que se manifiestan tarde o temprano. La crítica es necesaria, pero siempre que sea constructiva. La crítica constructiva la define un espíritu constructivo, lo que no nos exime de errores.
Lo mismo le ocurrió a Pablo, a diferencia, por ejemplo, de Caifás. Ambos persiguieron a los cristianos, incluso ordenaron sus ejecuciones, eso sí, sin mancharse ellos mismos las manos de sangre físicamente (Caifás daba la orden, y Pablo la ejecutaba administrativamente). La diferencia entre ambos estaba en sus intenciones. Caifás sólo buscaba la preservación del poder, del control, de su orgullo y el protagonismo, entre otras cosas. Pablo, por el contrario, buscaba la preservación de lo que entendía en su microentorno lo que era la fe verdadera. Ambos actuaban en consonancia, pero con intenciones distintas. En una disputa honesta, todos debemos preguntarnos tarde o temprano, ¿estaré equivocado?
Si realmente somos honestos y sinceros a la hora de criticar a los demás, al sistema, a la organización, debemos confiar en esta promesa: “Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará para que podáis entender la verdad completa” (Juan 16:13 BLP). Podemos reconsiderar nuestra idea como Nicodemo, en una entrevista tranquila, o quizá necesitemos caer del caballo como Pablo. Supongo que esa es la diferencia entre un joven impetuoso y un hombre maduro y experimentado, ambos sinceros. Pero no tiene nada que ver con la insinceridad del joven Judas o del experimentado Caifás. “No digan que algo está mal sólo porque así les parece. Antes de afirmar algo, deben estar seguros de que así es” (Juan 7:24 TLA). En el caso de Forges, dudo mucho que llorar por la crisis humanitaria se compare con criticar la distribución política de un territorio. ¿Qué o a quién estamos juzgando en la iglesia, familia, trabajo? ¿Qué te motiva a ello en el fondo? ¿Añadimos dolor al dolor?
Pedro Torres, editorial Revista Adventista Octubre 2015.
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