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“Al predicar la doctrina del segundo advenimiento, Guillermo Miller y sus colaboradores no tuvieron otro propósito que el de estimular a los hombres para que se preparasen para el juicio. Habían procurado despertar a los creyentes religiosos que hacían profesión de cristianismo y hacerles comprender la verdadera esperanza de la iglesia y la necesidad que tenían de una experiencia cristiana más profunda… No trataron de convertir a los hombres a una secta ni a un partido religioso”. La idea no era abrir una nueva iglesia sino preparar a un pueblo para encontrarse con Jesús.
El problema es que los pastores se opusieron a este movimiento y negaron a los miembros de sus iglesias a asistir a las reuniones que hablaban del advenimiento. Poco a poco, los creyentes que veían en la profecía un mensaje relevante y pertinente se vieron obligados a separarse de las que hasta el momento habían sido sus comunidades religiosas. El rechazo al mensaje de preparación por parte de las iglesias tuvo consecuencias. Elena White afirma algo que me llama mucho la atención: “Tal condición no existe nunca sin que la iglesia misma tenga la culpa. Las tinieblas espirituales que caen sobre las naciones, sobre las iglesias y sobre los individuos, no se deben a un retraimiento arbitrario de la gracia divina por parte de Dios, sino a la negligencia o al rechazamiento de la luz divina por parte de los hombres”.
Formas sin fondo
Es triste que los hombres se empeñen en conservar las formas de religión sin que éstas tengan piedad vital. Comportamiento, pero no transformación de corazón. Apariencia, pero no verdadera conversión. Esta realidad no es experiencia exclusiva de las iglesias protestantes de Estados Unidos en el siglo XIX, sino también del pueblo judío que, a pesar de tener toda la luz en cuanto a la profecía bíblica referente a la venida del Mesías, “en su obcecación e impenitencia, ha permanecido durante mil ochocientos años indiferente a los ofrecimientos de salvación gratuita, así como a las bendiciones del evangelio”. Esto constituye una solemne y terrible advertencia del peligro que se corre al rechazar la luz del cielo.
La advertencia es clara: “Donde se desdeña o se desprecia la verdad divina, la iglesia se verá envuelta en tinieblas; la fe y el amor se enfriarán, y entrarán el desvío y la disensión”. El mensaje bíblico del primer ángel anuncia la hora del juicio y exhorta a la gente a tomarse a Dios en serio y adorarlo como Creador. Si se escuchara este precioso mensaje, las influencias del mal se alejarían de la iglesia y el “Espíritu y el poder de Dios” se manifestaría de forma especial. Los que dicen pertenecer a Dios deben recibir la luz que dimana de su Palabra y así alcanzar la unidad por la cual oró Cristo.
El mensaje del Segundo Advenimiento es totalmente bíblico. Aceptar tal mensaje hubiera tenido un efecto positivo en las iglesias de Estados Unidos, pero la amonestación fue rechazada.
Babilonia la infiel
El segundo Ángel anuncia su mensaje: “¡Caída, caída es la gran Babilonia, la cual ha hecho que todas las naciones beban del vino de la ira de su fornicación!” (Apc.14:8). La palabra Babilonia viene de Babel que significa confusión y se usa en la Biblia para designar a las varias formas de la religión que se aleja de la verdad bíblica. La iglesia es representada en la profecía bíblica mediante una mujer. Una mujer pura representa a la iglesia pura. La iglesia apartada de la verdad, es decir, la iglesia apóstata, es representada por una mujer vil.
Es importante recordar que en la Biblia la relación entre Cristo y la iglesia es representada mediante la imagen del matrimonio. La mujer infiel es la que rompe con el voto matrimonial. La que sustituye la verdad bíblica por la tradición.
Apocalipsis 17 habla de una mujer infiel “vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro y piedras preciosas y perlas, teniendo en su mano un cáliz de oro, lleno de abominaciones, es decir, las inmundicias de sus fornicaciones; y en su frente tenía un nombre escrito: Misterio: Babilonia la grande, madre de las rameras”. Una mujer de la que además se dice que está embriagada de la sangre de los santos y de los mártires. No es difícil identificar a esta mujer: no puede ser otra que Roma. La púrpura y la escarlata, el oro y las piedras preciosas y las perlas describen la magnificencia y la pompa de las que hacía gala la arrogante iglesia romana. Una iglesia que ha perseguido a los discípulos de Cristo y se ha aliado con los poderes políticos del mundo.
Se dice de Babilonia que es “madre de rameras”. Es un lenguaje fuerte. Estas hijas siguen en mayor o menor medida las enseñanzas o tradiciones de la madre. El llamado a salir de Babilonia implica que hay una “mayoría de discípulos de Cristo” que todavía están en un lugar del que deben salir. Son esas iglesias protestantes que pretender seguir el principio de la Sola Scriptura, pero sin embargo siguen tradiciones que no tienen base bíblica.
Falsa religiosidad
Elena White afirma algo que es más actual hoy que nunca: “Está de moda en el mundo hacer profesión de religión. Gobernantes, políticos, abogados, médicos y comerciantes se unen a la iglesia para asegurarse el respeto y la confianza de la sociedad, y así promover sus intereses mundanos. Tratan de cubrir todos sus procederes injustos con el manto de la religiosidad”.
Pensad en todos los escándalos protagonizados por supuestos creyentes evangélicos que han alcanzado puestos de poder. Pero ella sigue escribiendo: “Iglesias magníficas, embellecidas con el más extravagante despilfarro, se yerguen en las avenidas más ricas y más pobladas. Los fieles visten con lujo y a la moda. Se pagan grandes sueldos a ministros elocuentes para que entretengan y atraigan a la gente. Sus sermones no deben aludir a los pecados populares, sino que deben ser suaves y agradables como para los oídos de un auditorio elegante”. Si todo esto era verdad en los días en los que el Conflicto de los Siglos fue escrito, más verdad es ahora que lo estamos leyendo.
Aunque sea controvertida, la siguiente declaración es necesaria: “El espíritu de conformidad con el mundo está invadiendo las iglesias por toda la cristiandad”. Se prefiere vivir por las opiniones de los hombres antes que por las claras exhortaciones de la Escritura. Y es que “si el mundo no estuviese fatalmente embriagado con el vino de Babilonia, multitudes se convencerían y se convertirían por medio del conocimiento de las verdades claras y penetrantes de la Palabra de Dios. Pero la fe religiosa aparece tan confusa y discordante que el pueblo no sabe qué creer ni qué aceptar como verdad”.
Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.