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El poema «Sembradores de Esperanza» nace como un canto de gratitud hacia aquellos hombres y mujeres que, movidos por la fuerza del amor y la solidaridad, entregan su tiempo, su esfuerzo y su corazón para aliviar el dolor ajeno. Son los voluntarios del alma, los que tienden la mano sin esperar recompensa, los que iluminan con su presencia los rincones donde la vida duele.

En versos sencillos y sinceros, Sembradores de Esperanza honra a todos los que sirven desde el corazón, a quienes siembran paz en medio del caos y convierten la empatía en acto.

Es un homenaje a la nobleza silenciosa del ser humano y una invitación a creer que la solidaridad sigue siendo la llama que mantiene viva a la humanidad.

ADRA Voluntarios sembradores de esperanza

🌾 Sembradores de Esperanza

Bajo la llama eterna de la humanidad,
donde el dolor clama y la vida reclama,
se levantan los voluntarios del alma,
con el emblema noble de la solidaridad.

Son sus manos abiertas, que no conocen fronteras,
que acuden al llamado en horas severas,
curan heridas, que aplacan temores,
que llevan consuelo en medio de los dolores.

En cada desastre, en cada rincón,
donde la esperanza se vuelve ilusión,
allí se enciende su gesto valiente,
allí resuena su voz compasiva y ferviente.

Ser voluntario es pura entrega,
sin pedir aplauso, sin pedir medida;
es ofrecer tiempo, es tender la mano,
es hacer del mundo un lugar más humano.

Solidaridad: palabra sagrada,
fuerza que une, llama que no se apaga.
En ella se encuentran, en ella caminan,
los que en silencio al prójimo abrazan.

En cada gesto suyo siembran semillas de paz,
en cada acción sencilla, un puente que va
desde la tristeza hacia la esperanza,
desde la derrota hacia la confianza.

Y todos unidos, bajo este destino,
su voz se eleva como un canto divino:
honor al servicio, honor a la entrega,
de toda nación, de todos los pueblos y lenguas.

Hacen honor al amor que todo integra,
y al Maestro Divino que la entrega enseña.

Que el mundo recuerde, y nunca olvide,
que en todos los tiempos su servicio existe;
y que en cada voluntario, humilde y sincero,
brilla la luz de un corazón noble y verdadero.

Autor: Francisco Chía, de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Terrassa. 

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