Los ancianos y ancianas que conforman el ministerio del ancianato, son un grupo de personas fundamentales en la vida espiritual de la iglesia. Ellos son los líderes espirituales designados por Dios para colaborar con los pastores y sostenerla. Ellos y ellas tienen una misión importante, unas cualidades especiales y una recompensa eterna. (1ª de Pedro 5:1-3; Tito 1:7).
Cuando recibí la ordenación al ministerio del ancianato en la iglesia de Sagunto hace más de 24 años, al finalizar el programa, se me acercó una persona y me preguntó qué significa ser anciano de iglesia, ya que yo era bastante joven para que me llamaran «anciano». Entonces le expliqué que ese término no tiene que ver únicamente con la madurez en edad, sino también con la veteranía y la administración de la iglesia pero, sobre todo, con el llamado de Dios a una misión.
El llamado del anciano
Ser llamado por la iglesia como anciano es algo sublime y emocionante. Tu familia y tu comunidad de fe te han escogido entre tantos hermanos, y te han apartado porque han entendido que el Señor te llama para ministrarles espiritualmente. Tus hermanos han visto en ti el don de guiarlos hacia un crecimiento mayor. A través de ellos, el Espíritu de Dios ha dado instrucciones internas a cada uno para ponerse de acuerdo sobre esta función que ahora recae sobre ti.
Pero si tú, lector, no eres anciano o anciana de iglesia, no te desconectes. Este mensaje es para todos. Porque una iglesia saludable reconoce, apoya y se beneficia del liderazgo espiritual de sus ancianos. Quién sabe si tú tienes el don de liderar y este debe desarrollarse lentamente, hasta que el Señor considere necesario llamarte para cumplir con esa función consagrada.
Dios no llama a los ancianos para ocupar un cargo, sino para asumir un ministerio. Un ministerio del corazón, porque el corazón del anciano debe ser puro y entregado a la causa del evangelio. Un corazón capaz de amar incluso a quienes no son tan amables. Y ese corazón se hace notable cuando el anciano, antes de ser líder, dedica más tiempo de lo normal a buscar la voluntad de Dios en ferviente oración. Cuando el corazón está entregado a Dios, entonces, ese liderazgo nace de la comunión con Él.
El ancianato es un ministerio de compañerismo en trabajo y servicio
Demos una mirada al texto bíblico para responder a la pregunta: ¿Quién es un anciano que pastorea una comunidad según las indicaciones del apóstol Pedro en su epístola?
1ª de Pedro 5:1-3
«Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey».
Pedro describe el ancianato como un compañerismo de trabajo y servicio. Pareciera que le encantara llamarse «anciano con ellos». No como superior, sino como compañero de batalla. Él da un modelo claro: «Apacentad la grey de Dios».
Aunque quienes forman parte del ministerio del ancianato lleven muchos años en una comunidad, y normalmente sean los más veteranos, debemos centrarnos en el concepto de que la iglesia, tal como está, es del Señor, y que los hermanos son su rebaño. Las actividades que hacemos y programamos como líderes deben tener el consenso de los demás consejeros y directores de departamentos.
Que las personas se sientan motivadas y no obligadas
Algo hermoso en pastorear una comunidad es conseguir que las personas se sientan motivadas y no obligadas. Motivadas para implicarse de forma voluntaria en la misión de la iglesia.
La disposición de estar pendientes de todo lo que ocurre en la iglesia no debe buscar aplausos o aprecio humano, sino mantener siempre en alto el concepto de que la iglesia es de Dios. ¡Qué privilegio inaudito del ancianato que hombres y mujeres frágiles y de cualquier condición lleguen a recibir un llamado para pastorear la iglesia de Cristo, la iglesia comprada con su sangre!
Por tanto, sin duda alguna, el esgogido para formar parte del ministerio del ancianato, al recibir el llamado de pastorear junto al pastor, es efectivamente un «pastor local». No solo un administrador de cultos o reuniones, sino un guía espiritual, un modelo, un cuidador, alguien llamado de forma especial (todos lo estamos) a reflejar el carácter de Cristo para inspirar y ayudar a crecer a su iglesia.
Cualidades para el ministerio del ancianato
Tito 1:7-9 agrega las cualidades necesarias:
- Irreprensible: que la iglesia tenga buenas referencias sobre esta persona.
- Sobrio: la seriedad debe caracterizar el modo de actuar de alguien que debe estar preparado para tratar los complejos problemas de nuestra sociedad.
- Prudente: un anciano no debe dejarse llevar por emociones extremas, sino esperar con paciencia los resultados de las acciones como fruto de la participación de todos los proyectos eclesiásticos.
- Amante de lo bueno: valorar y evidenciar las cosas de sentido común. El anciano reconoce los dones de su iglesia y aprecia la participación de cada uno.
- Justo: juzgar con imparcialidad, sin dejarse llevar por lazos familiares o intereses económicos.
- Santo: la pureza de vida debe caracterizar a quienes han sido nombrados pastores del pueblo del Señor.
- Dueño de sí mismo: un estilo de vida saludable, promoviendo los principios de salud que protegen de enfermedades, es reflejo de una vida temperada en todas las cosas.
- Apegado a la palabra fiel: la fidelidad a la Palabra de Dios debe ser constante en todo aquel que usa el púlpito.
Hombres y mujeres comunes, con una obra extraordinaria en Dios
¡Qué estándar tan alto! Y, sin embargo, Dios llama a hombres comunes para hacer una obra extraordinaria cuando se rinden a Él.
Hace un tiempo, en una iglesia, estuve presentando una formación de diaconado y ancianato. Al exponer los altos estándares que las Escrituras marcan para los líderes, un hermano levantó la mano y preguntó con amabilidad: «¿Por qué escogemos entonces personas que no alcanzan esas altas normas de criterio según las indicaciones apostólicas?»
Reflexioné antes de contestar y le dije que esos estándares morales son para todas las personas de la comunidad cristiana. Lo que se pide a los líderes es que sean modelos, para que entre todos podamos motivarnos a alcanzar la perfección del carácter de Cristo. Algunos todavía tienen que pulir aspectos, pero esos son los altos ideales que Dios tiene para todos nosotros, comenzando con los líderes. En otras palabras, todos debemos apoyarnos para crecer hasta la madurez en Cristo y un servicio como el suyo.
El anciano como líder espiritual, no solo funcional
Los ancianos dedicados son los que sirven, aunque no estén de turno. Muchas veces se ha entendido el rol del anciano como una función: dirigir la Santa Cena, organizar turnos o reemplazar al pastor. Pero Dios quiere más que acción: quiere corazón. Tener un corazón dispuesto a creer y a servir nos da la autoridad moral para ser modelos.
El anciano o anciana en sus funciones de liderazgo es, en primer lugar, una persona de oración. Debe dejarse guiar siempre por el Espíritu Santo, porque solo así las vidas pueden ser transformadas. No es la obra del dirigente, sino la obra de Dios la que cambia los corazones. El anciano intercede por su iglesia, por su pastor, por su comunidad, pero es Cristo el que intercede por todos.
En sus funciones como predicador frecuente en el púlpito, por encima de todo, predica la Palabra de Dios. Conoce, ama y enseña las Escrituras.
Otra función, de la que se habla poco, es que el anciano debe estar dispuesto a ser visto. No se esconde. Al ser nombrado para ese cargo, se convierte en una persona pública. Representa a su iglesia local en todas partes. No existe un lugar donde pueda decir: «aquí ya no soy anciano». Su presencia es pastoreo; por ella, la gente confía en él, lo busca y se siente cuidada.
Esencialmente, es un ejemplo en su hogar, en su trato, en su fidelidad y en su visión.
Cómo apoyar a la congregación desde el liderazgo espiritual
El anciano busca del Señor instrucciones para mejorar y cuidar la iglesia. Discierne las necesidades y actúa. Las mejores formas de bendecir a la iglesia radican en acciones sencillas, pero necesarias: visitas, seguimiento de mensajes y llamadas telefónicas. Se muestra preocupación genuina hacia la iglesia, no solamente cuando hay problemas.
Debemos dejar de ser solo «bomberos» que apagan fuegos y mantener un interés constante por quienes entran en nuestras iglesias.
Si queremos paz en la iglesia, debemos esforzarnos en promover la unidad. ¿Cómo hacerlo? Especialmente en tiempos de conflicto, debemos cumplir el papel de pacificadores. Algunos líderes piensan que agitando las cosas se resolverán los problemas, pero muchas veces es mejor pacificar en lugar de agitar. Con palabras de sabiduría se construyen puentes. Debemos alejarnos de levantar muros de separación.
No debe haber distinciones
En Cristo Jesús no debe haber distinción por nacionalidad, sexo, condición económica o social, porque al aceptar su señorío somos un solo cuerpo.
El anciano debe estar conectado a la fuente de vida, en una relación profunda con el cielo, para ser un gran motivador del crecimiento espiritual. Esto se logra promoviendo programas de discipulado, apoyando y formando nuevos líderes.
Un buen anciano debe ser el último en marcharse de una actividad y debe aprender a usar palabras de ánimo. Nadie quiere ver cómo se pierde el fruto del trabajo realizado. La manera de conservarlo es capacitando a otros. Por eso, no debemos aferrarnos a los cargos, sino formar y motivar a nuevos líderes.
Una hermosa recompensa
El apóstol Pedro cierra su exhortación con una palabra motivadora:
1ª de Pedro 5:4
«Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria».
¡Qué maravilloso saber que nuestro esfuerzo aquí tiene eco en la eternidad! Dios honra a los que le sirven con fidelidad. Y esa fidelidad no se mide por cargos, sino por carácter.
Querido hermano y hermana, si eres anciano/a o piensas que algún día podrías serlo, recuerda siempre que Dios te ha llamado. No porque ya estés preparado, sino porque seguirá capacitándote. Él espera de cada uno de nosotros un liderazgo espiritual, no solo formal.
Y si no eres anciano, y quizás nunca lo seas, apoya a tus líderes de iglesia, ora por ellos y sé parte activa en la obra.
Una iglesia fuerte tiene ancianos fuertes. Y los ancianos fuertes se forman en la presencia de Dios.
¡Juntos en la Misión! ¡Un ancianato según el corazón de Dios!
Autor: Richard Ruszuly, secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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