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Tras los nuevos nombramientos de la Conferencia General (GC por sus siglas en inglés), algunos pastores, junto con sus cónyuges e hijos, se trasladarán muchos kilómetros hacia sus nuevos destinos de la Conferencia General y las diferentes Divisiones. Traslados que también ocurren, cada pocos años, en las diversas Uniones de nuestra Iglesia alrededor del mundo.

Solemos pensar siempre en las personas que reciben el llamado y en su ministerio y tendemos a olvidarnos del cónyuge y los hijos. Damos por hecho que el llamado de Dios es para toda la familia; y aunque en el fondo así es, no es fácil. Por eso, al leer este artículo de Becky St. Clair para la Adventist Review, te invito a orar, no solamente por el ministerio de las personas que reciben el llamado, sino también por sus familias. Acerquémonos más a ellas, conozcámoslas, seamos más amorosos y comprensivos, de forma que podamos ser un apoyo y no una piedra de tropiezo en su vida de servicio a Dios y a la Iglesia.

Decía Becky St. Clair en «El silencioso costo del liderazgo», publicado recientemente en la Adventist Review:

Los aplausos pueden ser estruendosos, el momento lleno de promesas, pero lo que sigue a un anuncio del Comité de Nombramientos en la Sesión de la Conferencia General (GC por sus siglas en inglés) suele marcar el inicio de un viaje que transforma vidas, no solo para el líder, sino también para la familia que lo acompaña en silencio.

Para muchos, la aceptación de un nuevo cargo por parte de su cónyuge significa más que un aparente ascenso profesional y de servicio a la Iglesia: significa desarraigar una vida cuidadosamente construida. Implica dejar atrás un hogar, una comunidad de iglesia, amigos cercanos, una carrera satisfactoria, y a veces incluso enfrentarse a un nuevo idioma o cultura. Estas personas lo hacen con una fuerza silenciosa, avanzando hacia lo desconocido, con poco ruido, guiadas por la fe y un sentido compartido de llamado. Pero eso no significa que sea fácil.

Loida Pamplona: Dispuesta a ir a donde Dios nos guíe

Loida Pamplona estudió medicina en Madrid, España, luego se mudó a Valencia al casarse y obtuvo una especialización en obstetricia y ginecología. Después de su residencia, consiguió trabajo en un hospital relativamente cercano a su hogar, donde ha trabajado durante siete años.

«Realicé mi residencia en un gran hospital con muchos recursos, pero era muy estricto e impersonal», comenta Loida. «Ahora trabajo en un hospital más pequeño, donde hay buenas relaciones entre el personal, todos centrados en el respeto hacia el paciente». Unos años después de comenzar en este hospital, Loida obtuvo su doctorado en medicina. Poco después, tuvo a su primer hijo.

Durante su primer año de vida, Loida se quedó en casa con su hijo, trabajando solo medio tiempo. «Puse mi carrera en segundo plano por mi familia, y lo hice 100 % segura de que era una buena decisión», afirma. Así, podía acompañar a su esposo en sus viajes por España. «Pensé que ya había sacrificado mucho por priorizar a mi familia», dice con los ojos llenos de lágrimas. «Hasta hace dos días, cuando me di cuenta de que eso no era nada».

Solamente unas pocas horas para decidir

La semana pasada, durante la Sesión de la GC, el esposo de Loida, el pastor Samuel Gil Soldevilla, fue nombrado para servir como director asociado de Comunicación de la GC, dejando sus cargos actuales como departamental de Comunicación de la Unión Adventista Española y director de HopeMedia España. Esto implica una mudanza de España a Maryland, Estados Unidos.

«Tuvimos solo unas horas para decidir», comparte Loida. «Y no lo esperábamos para nada».

Desde el punto de vista de servicio a la Iglesia, la transición de Samuel es relativamente sencilla: un nuevo título, nueva oficina, nuevos colegas, y continuar. Para Loida, no es tan simple: los títulos médicos no se trasladan fácilmente entre países. Para ejercer medicina en EE. UU., debe aprobar cuatro exámenes de medicina general y una prueba de inglés.

«Será difícil para mí, porque hace muchos años que no rindo estos exámenes y no he practicado medicina general», comenta. Y aunque aprobara todos los exámenes, no podría ejercer como ginecóloga, ya que para ello tendría que repetir la especialización completa. «No espero trabajar [en EE. UU.] como ginecóloga», admite. Pero Loida también sabe que Dios está al control de su vida, que tiene un plan para su esposo, y también para ella y sus hijos…, y que la ayudará, como ha hecho siempre.

Paula Sabuin: Dejando atrás la vida que ama

Paula Sabuin tenía una carrera establecida como enfermera, habiendo trabajado en Indonesia, Filipinas y Corea durante casi 20 años. Pero como esposa de pastor, también se esperaba que cumpliera funciones para las que no estaba preparada ni cómoda. «Pensaban que la esposa del pastor también debía ser pastora», explica. Aunque intentó decir que no era oradora, le pedían hacerlo de todos modos. «Se esperaba de mí, por ser la esposa del pastor».

En 2022, cuando su esposo, Richard Sabuin, aceptó un llamado para servir como director asociado del Departamento de Educación de la GC, Paula tuvo que dejar su carrera como enfermera. Consiguió un trabajo como administradora de oficina en el Departamento de Comunicación de la GC, donde ha trabajado durante los últimos tres años.

«Extraño mi trabajo como enfermera, porque amaba a mis pacientes», comenta Paula. También ha encontrado que su vida en EE. UU. es mucho más solitaria que en Asia. En Corea vivían en un complejo de apartamentos, con vecinos con los que hablaban con frecuencia. «Aquí no nos conocemos. Estoy sola, y cuando mi esposo está fuera, lloro sola, oro sola. Es muy difícil».

Liliam Martinelli: Desarraigados, otra vez

Liliam Martinelli y su esposo, Mario, se mudaron de Brasil a España hace 15 años, cuando él comenzó a servir como director de la editorial Safeliz. Fue una transición difícil, ya que no había iglesia cerca y no conocían a nadie.

«Teníamos un sueño de iniciar una iglesia allí, y después de siete u ocho años plantamos una pequeña iglesia, que no paró de crecer», relata Liliam. «Fue un sueño hecho realidad para mi esposo y para mí».

Con los años, los Martinelli desarrollaron la iglesia, hicieron muchos amigos y se establecieron en España. Pero la semana pasada, en la Sesión de la GC, Mario fue elegido como director del Departamento de Publicaciones de la GC. «Esto es, en realidad, lo más difícil», dice Liliam; «dejar la editorial, nuestra iglesia local, y nuestros amigos. Lloré y oré mucho. No me gustan las despedidas».

Liliam cuenta que Mario inicialmente no quería aceptar el llamado a la GC. Ya pensaba en retirarse en algunos años, y no buscaba mudarse antes de eso. Pero Liliam sintió en su corazón que Dios los estaba guiando hacia Maryland.

«Sé que el campo mundial necesita el servicio de mi esposo», dice. «Aun con el corazón roto, lo animé a aceptar. Él dijo que si yo estaba dispuesta, él también lo estaría, y yo siempre estoy lista para ir donde Dios nos lleve. Así que dijimos que sí».

Tres llamados, una misma respuesta

En medio de la agitación y el dolor, las tres mujeres creen que están en el camino que Dios ha elegido para ellas, incluso preparándolas para esta transición antes de que pudieran preverla. Hace dos meses, Loida completó el arduo proceso de cinco años para obtener un puesto permanente como ginecóloga en su hospital. Esto significa que, independientemente de adónde vaya en su carrera, siempre tendrá un lugar allí, de por vida.

«Les digo que es un proceso muy largo, y tuve que enfrentar muchas dificultades para llegar aquí», dice Loida. «Es una historia larga, pero la experiencia me preparó para sentirme cuidada, y para comprender que esto es algo más grande que yo. Es algo que no puedo controlar, pero Dios sí».

Liliam también percibe una presencia más poderosa que sus propios deseos en estas decisiones. Aunque puede ser difícil salir de su zona de confort, está convencida de que los cónyuges están destinados a ser compañeros, apoyándose especialmente en los momentos difíciles con Dios.

«Nuestros mayores desafíos son oportunidades para Dios», afirma. «Dios siempre tiene un propósito, y Él es fiel, siempre. Los dos somos uno ante Dios, así que el llamado es para ambos, y sé que Dios también tiene una misión para mí».

Autora: Becky St. Clair, escritora independiente que vive en California. Traducción de Esther Azón, redactora y coeditora de revista.adventista.es.
Imágenes públicas tomadas de sus redes sociales y Adventist Review.

Publicación original: El silencioso costo del liderazgo

Revive el 62º Congreso de la Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día aquí: «Minuto a minuto» del 62º Congreso de la Conferencia General.

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