El tercer propósito del libro de Proverbios es: “enseñar a los simples prudencia” (Proverbios 1:4 BJ76),
Mientras escribo esta reflexión estoy en una de las ciudades que tiene —a mi gusto— la mayor cantidad de automovilistas imprudentes del mundo. No la voy a mencionar para que nadie se ofenda, pero un colega me decía:
—Quien aprende a conducir en esta ciudad, puede conducir en cualquier parte del mundo.
Mi réplica fue:
—A quien aprende a conducir aquí, no le dejan hacerlo en ningún otro lugar del mundo.
Una de las acciones típicas de la persona que actúa con imprudencia es la falta de respeto a sí mismo y a los demás. El imprudente no considera el efecto de sus acciones ni tampoco se hace cargo.
Los antiguos griegos solían hablar mucho de la prudencia, la consideraban un valor excepcional. Se entendía que quien actuaba con prudencia era una persona digna de confianza. Se podían esperar grandes cosas de los prudentes, no así de los imprudentes.
Esa sigue siendo una gran verdad. La prudencia hace que las personas reflexionen muy bien el camino que han de emprender sus acciones.
La prudencia se aprende
A veces la enseñan las circunstancias de la vida, que nos obliga a asumir conductas que nos impiden repetir los errores que tuvimos en el pasado. En otras ocasiones otras personas nos enseñan con su ejemplo acerca de lo que implica vivir con cordura. Sea lo que sea, la prudencia es una guía aprendida que hace que las personas midan las consecuencias de sus acciones.
Cuando niño en una ocasión me quemé la mano, simplemente, por no haber considerado las consecuencias de una de mis decisiones. Era niño, pero aprendí con claridad que poner las manos en el fuego quema. Es lamentable que algunos tengan que quemarse para aprender. Lo sabio es imitar la conducta de quienes, habiendo actuado con prudencia, muestran con su vida lo que implica ser prudente. Empezando por observar a Jesús. Él no se dejó llevar por quienes le pedían que fuera más osado, sino que eligió cuidadosamente qué hacer. Esto es “aprendizaje vicario”, aprender de la experiencia de otros. Es lo que tienen las Sagradas Escrituras. Cientos de historias de vida, de las que podemos aprender. Cientos de biografías en las que analizar las consecuencias de las buenas o malas decisiones de otros.
Dr. Miguel Ángel Núñez. Pastor adventista ordenado. Doctor en Teología Sistemática; Licenciado en Filosofía y Educación; Orientador familiar.
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