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Semana de oración Conecta 2019.  Reflexión para el 4 de mayo.

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Poder o rutina

Siempre me ha llamado la atención el texto de Pablo cuando afirmó que él no se avergonzaba «del evangelio pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen» (Rom. 1: 16). He de confesar que, para mí, el evangelio no siempre ha sido poder. Recuerdo mi adolescencia y no puedo decir que mi vida religiosa fuese precisamente poderosa. Tampoco veía demasiado poder en la comunidad de creyentes en la que, junto a mis padres, solía congregarme. Si tuviera que elegir una palabra para definir lo que para mí era la religión, no usaría la palabra poder. Quizás aburrimiento. También amistad (¡cuánto me gustaba encontrarme con mis amigos los sábados!). Podría usar la palabra «obligación» o, incluso, «rutina».

Pablo hablaba de poder y, aunque he tardado en comprenderlo, ahora sé de lo que habla. El evangelio funciona. Transforma vidas. Cambia caracteres. Solo la presencia del Espíritu en la vida del creyente puede causar tal efecto. Hay quien, a pesar de llevar toda la vida «en la iglesia» aún no ha experimentado tal poder. Hay quienes, a pesar de congregarse todos los sábados, siguen definiendo mal el evangelio. A lo apasionante lo llaman rutinario y al poder del Espíritu lo limitan a la convicción de la verdad.

¿En Cristo o por nuestra cuenta?

La declaración del evangelio de Juan es fascinante. Jesús declara que el fruto es el resultado de la permanencia, al igual que «no podéis hacer nada» es el resultado de estar separados de él. Simple.

Permanecer en Cristo o separarse de él son dos formas antagónicas de vivir la religión. Una basa la vivencia en la relación con él a través de su Palabra, la búsqueda del conocimiento de su Persona y la aplicación de su enseñanza a la vida diaria. La otra fundamenta su vivencia religiosa en el esfuerzo, los méritos y la observancia externa de la ley. Pablo mencionó a este último grupo cuando, escribiendo a los creyentes de Galacia dijo: «Aquellos de entre vosotros que tratáis de ser justificados por la ley habéis roto con Cristo» (Gál. 5: 4).

Ellen White nos advierte del peligro de vivir una vida religiosa sin Cristo: «Muchos tienen la idea de que deben hacer alguna parte de la obra solos.

Confiaron en Cristo para obtener el perdón de sus pecados, pero ahora procuran vivir rectamente por sus propios esfuerzos. Mas todo esfuerzo tal fracasará […] Nuestro crecimiento en la gracia, nuestro gozo, nuestra utilidad, todo depende de nuestra unión con Cristo. Sólo estando en comunión con él diariamente y permaneciendo en él cada hora es como hemos de crecer en la gracia. Él no es solamente el autor de nuestra fe sino también su consumador. Ocupa el primer lugar, el último y todo otro lugar. Estará con nosotros, no sólo al principio y al fin de nuestra carrera, sino en cada paso del camino» (CC, pág. 69).

Los efectos de una religión sin Jesús son muy peligrosos y, sin embargo, lamentablemente, hay quienes todavía no han conocido a Jesús y no han experimentado el poder del evangelio en su vida. Las Epístolas neotestamentarias abundan en ejemplos de personas que, aunque se llamaban cristianos y se congregaban con otros creyentes, no estaban experimentando un verdadero cambio (conversión) de su carácter. Pablo dijo que «Para nada cuenta estar o no estar circuncidados; lo que importa es ser parte de una nueva creación» (Gál. 6: 15).

¿Imposible?

Jesús enseñó que lo que «Para los hombres es imposible […] para Dios todo es posible» (Mat. 19: 26). Nacer de nuevo es una expresión que nos recuerda a la conversación nocturna que Jesús mantuvo con Nicodemo (Juan 3: 1-9). Aquel hombre, «maestro de Israel», preguntó algo que, aunque nos resulta obvio, no deja de ser una pregunta oportuna: «¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo?» No, no puede. «¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?» No, claro que no.

Ellen White formula la siguiente declaración: «No hay poder en vosotros para resistir la tentación o para crecer en la gracia o en la santidad» (CC, pág. 68).

¿Será que Jesús se estaba refiriendo precisamente a esas cosas cuando pidió que permaneciéramos en él?

  • Sin Cristo, no hay poder para resistir la tentación.
  • Sin Cristo, no podemos entender, ni crecer en la gracia.
  • Sin Cristo, no se puede experimentar la verdadera santidad.

El apóstol Pablo afirmó: «Pero ahora que habéis sido liberados del pecado y os habéis puesto al servicio de Dios, cosecháis la santidad que conduce a la vida eterna» (Rom. 6: 22).

¿Liberados del pecado? Entramos en el terreno de lo imposible para los hombres, pero posible para Dios…

Quizá necesitaríamos descalzar nuestros pies para, en el Espíritu, poder comprender este importante tema.

Santificación, obra del Espíritu

Se define el proceso santificador del Espíritu Santo como «la implantación de la naturaleza de Cristo en la humanidad» (PVGM, pág. 316). No es algo que se produzca de la noche a la mañana. No es algo puntual que se recibe en el momento del bautismo. Es el resultado (fruto) de la permanencia en Jesús. Pablo afirma que «somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor» (2 Cor. 3: 18) a medida que, por la fe, fijamos la mirada en Jesús a través de su Palabra.

Ellen White escribió: «Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos» (EUD, pág. 36). Lejos de asustarnos, este pensamiento debería hacernos desear permanecer en Jesús. El carácter de Cristo perfectamente reproducido en nosotros no es fruto de nuestro esfuerzo. Es gracia. Es un proceso, una vivencia. Es el resultado del encuentro diario, constante, íntimo entre lo divino y lo humano. Es permanencia, no superficialidad. Es entrega y no solo afiliación. Es poder… no simple convicción.

Vida sin Cristo

Claro que hay cosas que el hombre puede hacer sin Jesús. No quiero contradecir al Maestro, pero hemos visto y conocido a muchas personas que son [aparentemente] felices sin fe. Sabemos de gente a las que les va [bien] sin Cristo. Hay quien, en nombre de la religión, sin Jesús en el corazón, puede hacer mucho daño. Uno puede intentar dejar de pecar sin Jesús. Uno puede conseguir cambiar, maquillar, modificar su apariencia sin Jesús… pero Jesús no está hablando de religión superficial. Él propone algo más. Separados de mí no podéis hacer nada.

Porque Jesús no vino para hacer cambios menores en nuestra vida sino para transformar nuestro corazón. Porque Jesús no es SOLAMENTE el Cordero de Dios que perdona el pecado del mundo (¡Gloria a Dios por el perdón!). Él es el Cordero de Dios que QUITA el pecado del mundo… porque lo que es imposible para mí, es posible para Dios.

Una religión sin Cristo es una religión sin poder.

Una religión sin Cristo justifica el pecado. Cristo, vence el pecado. Porque pecado no es lo que hago, es lo que soy. Puedo dejar de hacer cosas malas sin Cristo, pero solo en Cristo puedo ser transformado.

Es «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria» (Col. 1: 27), porque «separados de mí no podéis hacer nada».

DINÁMICA DE GRUPO

Formar grupos de tres o cuatro personas y reflexionar juntos:

  1. «Sin mí no podéis hacer nada» (Juan 15: 5) vs «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4: 13).
  2. ¿Hacia dónde dirigiré mi esfuerzo? ¿Viviré obsesionado con dejar de pecar o decidiré permanecer en Cristo por la fe?
  3. Compara la cita: «Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos» (EUD, pág. 36) con el texto de Romanos 8: 29 «Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos». ¿Qué tienen en común estos dos pasajes?
  4. Lee 1 Juan 3: 1-6. ¿Ayuda el texto que hemos compartido a entender de forma clara el significado de este pasaje?

MOMENTOS DE ORACIÓN

AGRADECIMIENTO

  1. Porque el evangelio es poder.
  2. Porque en Cristo todo es posible.
  3. Porque somos más que vencedores en Cristo Jesús.

PETICIÓN

  1. Por el derramamiento del Espíritu Santo.
  2. Por la pronta venida de Jesús.

Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Revista Semana de Oración Conecta 2019

Revista Adventista de España