Lección 4 para el 27 de abril de 2019.
“No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Dios creó al ser humano para vivir en compañía. Éste es, pues, su estado ideal. No obstante, hay personas que viven en soledad, ya sea porque las circunstancias les han obligado, o por decisión propia. A la luz de las enseñanzas bíblicas, analizaremos la compañía y la soledad.
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Vivir en compañía.
- Salomón da razones de peso para invitarnos a compartir nuestra vida con una persona en matrimonio, y con Dios (“¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” (Eclesiastés 4:12 NVI)).
- Si uno tiene un problema, su cónyuge puede ayudarle. Si se desanima, el otro le animará. Juntos, pueden resolver situaciones que no podrían resolver por separado.
- Aún a nivel menos íntimo que el matrimonio, las personas necesitamos compañía.
- Pero el solo hecho de estar cerca de otras personas no significa que alguien no pueda sentirse solo, enajenado y necesitado de compañerismo.
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Vivir en soledad.
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La soledad física.
- ¿Contradice el consejo de Pablo en 1ª de Corintios 7:8 el consejo dado por Dios en Génesis 2:18?
- Pablo aclara que este consejo deben seguirlo aquellos que tienen “don de continencia” (v. 9). Es decir, Dios les ha dado el don de no necesitar tener una vida conyugal.
- Aún en soledad, no necesitamos estar completamente solos. Jesús dijo: “no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Juan 16:32).
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La soledad espiritual.
- Una persona está espiritualmente sola cuando su cónyuge no comparte su fe. Debe vivir su vida espiritual en soledad.
- Hay tres motivos por los cuales puede una persona encontrarse en esta situación:
- Por haberse casado con una persona no creyente.
- Por haber aceptado a Cristo estando ya casado o casada.
- Porque el cónyuge creyente ha abandonado la fe.
- Es importante que apoyemos, personalmente y como iglesia, a estas personas brindándoles su amor y apoyo de forma especial.
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La soledad sobrevenida.
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El divorcio.
- A causa del pecado, Dios ha permitido que el matrimonio –que debería dudar toda la vida– pueda romperse en ciertas circunstancias (Mateo 19:8; 5:31-32).
- El divorcio produce sensaciones de duelo, depresión, enojo y soledad.
- La Biblia nos invita a realizar todo esfuerzo posible para evitar esta ruptura, logrando la reconciliación a través del amor, el perdón y la restauración (Oseas 3:1-3; 1ª de Corintios 7:10-11; 13:4-7; Gálatas 6:1).
- Cuando no se ha podido evitar el divorcio, la iglesia debe apoyar, consolar y animar.
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La muerte.
- La muerte produce una separación inevitable, dejando en completa soledad al cónyuge que le sobrevive.
- El tiempo cura la herida, pero el vacío permanece.
- Por eso, Dios nos ha dado la esperanza de encontrarnos de nuevo con nuestros seres queridos, y de vivir junto a ellos en una Tierra Nueva donde la muerte ya no existirá más (1ª de Tesalonicenses 4:16-17; Apocalipsis 21:4).
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Para meditar:
“Cualquiera que sea nuestra condición, si somos hacedores de su Palabra, tenemos un Guía que nos señala el camino; cualquiera que sea nuestra perplejidad, tenemos un buen Consejero; cualquiera que sea nuestra perplejidad, nuestro pesar, luto o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros”. Elena G. White (El ministerio de curación, pg. 192).
“El Señor siempre está vigilando para impartir, cuando más se las necesite, nuevas y frescas bendiciones: fuerza en el tiempo de debilidad; socorro en la hora de peligro; amigos en tiempos de soledad; solidaridad, divina y humana, en tiempos de tristeza. Estamos en camino al hogar. Aquel que nos amó tanto como para morir por nosotros, también nos ha preparado una ciudad. La nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso; y no hay tristezas en la ciudad de Dios; ni siquiera un lamento. No se escucharán endechas por esperanzas quebrantadas o afectos sepultados”. Elena G. White (Hijas de Dios, pg. 220).
Autor: Sergio Fustero, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposa Eunice Laveda, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
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